SU OBRA MAESTRA «¡QUÉ BELLO ES VIVIR!» ES UN ICONO DE LA NAVIDAD
En cualquier lugar del planeta en
el que uno se encuentre, es más que probable que esta Navidad vea ¡Qué
bello es vivir! [It's a wonderful life!], la película que dirigió Frank
Capra en 1946 sobre un ángel (Henry Travers) que
baja del cielo a mostrarle a un hombre bueno a punto de suicidarse (Jame
Stewart) qué horrible sería el mundo sin él.
Aquel año, Capra, que ya
atesoraba seis Oscar, no ganó el de mejor director, al que estaba nominado. Se
cruzó en su camino William Wyler con
otra obra maestra (Los mejores años de nuestra
vida) que por su temática encajaba a la perfección en las emociones
de un país recién salido de la guerra. Sin embargo, obtuvo un galardón aún
mayor: varias de las escenas de It’s
a wonderful life! (su título original inglés) forman parte no solo de la mejor historia del cine, sino de la historia personal de
cientos de millones de personas a
lo largo de más de setenta años.
'¡Qué bello es vivir!',
todo un clásico de la Navidad.
De Capra, el inmigrante siciliano
convertido en perfecto retratista del “sueño americano” en
la gran pantalla, se sabía todo o casi todo. “Es
sin duda uno de los grandes creadores del cine clásico, uno de los fundadores
de la maravillosa fábrica de los sueños que fue el séptimo arte, junto a D.W. Griffith, Cecil B. DeMille, Charles Chaplin, Leo McCarey, King Vidor o Howard
Hawks. Como la de ellos, su obra está dibujada con valores humanos,
una profunda fe en las personas y una
visión trascendente de la vida, las relaciones personales y el alma”, nos
explica el escritor y crítico cinematográfico Fernando
Alonso Barahona.
Fernando Alonso
Barahona, novelista, poeta y crítico cinematográfico, ha publicado biografías
de algunos de los grandes genios de la edad dorada de Hollywood: John Wayne,
Charlton Heston, Ingrid Bergman...
Todo ello se confirmó en 2018 con
el descubrimiento de unos manuscritos inéditos que dio a conocer su hijo Tom. Los
escribió en 1966 en
su casa del paradisiaco Silver Lake, en Alta Sierra (California), cinco años
después de filmar su última producción. “Cerraba la
puerta y escuchábamos durante cuatro horas la máquina de escribir. Luego se iba
a pescar”, evoca el menor de los cuatro hijos que tuvo con su segunda
esposa, Lucille [Lou] Warner, con quien estuvo
casado 52 años..
Cuando Frank murió, casi
centenario, en 1991 (Francesco Rosario Capra había nacido en 1897), sus hijos
se repartieron sus cosas. Entre ellas, una caja que Tom y su esposa
Kris no abrieron hasta 2012. Y
allí se encontraron dos manuscritos cuya existencia desconocían.
El primero es una novela, Cry Wilderness, sobre
un hombre modesto que lucha contra el establishment, un tema habitual en sus películas: “Supo retratar como nadie al hombre medio americano (Gary
Cooper o James Stewart)
y al idealista enfrentado a la política corrupta (la inolvidable y actual Caballero
sin espada)”, comenta Fernando Alonso.
James Stewart, agotado
tras horas de filibusterismo parlamenterio, en 'Caballero sin espada [Mr Smith
goes to Washington, 1939]': la lucha de un joven e idealista senador contra los
políticos al servicio de intereses contrarios al bien común.
El segundo son unas memorias
escritas en una época en la que él entendía que Hollywood le había dado la
espalda. Se titula Night voices [Voces
nocturnas] y Kris
desvela un hecho sustancial que
cuenta su suegro en esos papeles: “Él cree que habló
con el demonio una noche en la que estaba sentado en la casa junto al lago,
bebiendo mucho. Y el diablo intentó convencerle de que hiciese
películas sin valores”.
Que el Maligno -cualquiera fuera
la forma en la que se manifestó esa tentación- no se salió con la suya lo
prueban los hechos: no volvió a dirigir ninguna producción. Lo cual a Alonso
Barahona no le sorprende, porque “Capra nunca quiso
renunciar a su cine de humanidad y valores positivos,
aunque no estuvieran de moda en el cine de los progresivamente descreídos años
sesenta”.
Gary Cooper encarna
los principios de Capra en 'Juan Nadie [Meet John Doe, 1941]', un vagabundo
convertido en héroe social, fiel a la verdad y al bien aunque suponga su
holocausto personal.
Aunque la novela ya está a la venta, con prólogo de Ron Howard (Una mente maravillosa, 2001), no
está prevista por el momento la publicación de Night Voices, de la
que solo se conoce esta pequeña pero significativa historia sobre el estado de
espíritu del maestro cuando aún estaba en edad de rodar obras tan grandes como
las que jalonan su filmografía.
“Desde 1931, con la
película La mujer milagro, ya se vislumbra el estilo de Capra. Es
una de sus primeras películas y en ella aparecen dos elementos imprescindibles
en su obra: la fe cristiana y la gente, la buena gente", sostiene Barahona: "Es una declaración
de intenciones del director. La misma que recorrerá buena parte de sus mejores
películas: Sucedió una noche (1934), Vive como quieras (1938), Caballero
sin espada (1939), Juan Nadie (1940), Arsénico
por compasión (1944), ¡Qué bello es vivir! (1946), Estado
de la Unión (1948) o Un gángster para un milagro (1961).
Todo un mosaico de vida norteamericana del siglo XX imprescindible para
comprender la sociedad de su tiempo y que no ha perdido vigencia en absoluto”.
Católico de
bautismo, llegado a Estados Unidos cuando
tenía solo 5 años, en su juventud Capra no se tomó muy en serio su fe. Se casó
en 1923, se divorció en 1928 (se casaría cuatro años después, ya para siempre,
con Lou) y se denominaba a sí mismo como “Christmas
catholic”, un “católico de Navidad”, solamente
cultural. Hasta que un amigo suyo de la Ciencia Cristiana le recordó: “Tus talentos, Capra, no son tuyos, no te los has ganado.
Dios te los dio, son un regalo suyo para que los uses para Él”. Esa
reflexión le hizo cambiar personal y
profesionalmente: “Mis películas deben hacer que cada hombre, cada mujer,
cada niño sepa que Dios les ama, que yo les amo, y que la paz y la
salvación solo se harán realidad cuando aprendan a amarse unos a otros”.
En su autobiografía de
1971, The Name above the Title, explicó así su trayectoria: “La humanidad necesitaba dramatizaciones de la verdad de
que el hombre es esencialmente bueno, un átomo viviente de la divinidad, de
que la compasión por los demás, amigos o enemigos, es la más noble de las
virtudes. Había que hacer películas que dijeran estas cosas”.
En 1982, Frank
Capra recibió el premio del American Film Institute a la trayectoria de toda su
vida. Le introdujo George Stevens, introducido a su vez por James Stewart. En
su discurso (minuto 3:55), el director dice de sí mismo que "el arte de
Frank Capra es sencillísimo: es el amor a las personas". Añadiendo dos
ideales, "la libertad de cada persona y la igual importancia de cada
persona", se tiene los principios que han guiado todas sus películas. Y da
un consejo a los jóvenes productores: "No sigáis la corriente. ¡Empezad la
corriente!".
“En su vida
personal fue un hombre bueno, inteligente y culto, conservador y amante de su patria
americana”, concluye Fernando Alonso Barahona: “Pero si Capra
permanecerá siempre en nuestros corazones es por esa obra maestra
absoluta: ¡Qué bello es vivir! Cada vida cuenta, los ángeles de la guarda existen porque son lo mejor de nosotros mismos,
la conciencia que Dios ha colocado en cada persona. Y la amistad es
el auténtico tesoro. En estos tiempos de mediocridad e incertidumbre, la visión
–una vez mas– de esta película maravillosa es siempre una caricia en el
espíritu. Nuestro espíritu”.
Publicado en ReL el
30 de noviembre de 2018.
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