Los sacerdotes, esos hombres tan raros que sólo sirven para servir.
Por: Fr. Nelson Medina, OP | Fuente:
www.fraynelson.com
LOS CURAS SIRVEN PARA SERVIR. Lo decía el padre a su hijo
seminarista: como una escoba, hijo mío, como una escoba, siempre dispuesta a
ser utilizada, pero sin esperar recompensa alguna; gastándose una vez y otra,
pero sin esperar que la coloquen en una vitrina. Los curas han aprendido bien
las palabras del Maestro: "Yo no he venido a
ser servido, sino a servir" (Me 10, 44). Un cura que no sirve, no sirve.
LOS CURAS SIRVEN PARA PERDONAR. Antes que maestros y litúrgicos
son testigos de la misericordia divina. En un mundo violento y dividido, ellos
son portadores del diálogo y del perdón. Están siempre ahí, como casa de
acogida. Abren sus puertas cada día para escuchar confidencias, para quitar
cargas, para devolver la alegría y la esperanza.
LOS CURAS SIRVEN PARA ILUMINAR. Son portadores de la palabra
de Dios, que tratan de explicar y de vivir. Cuando nos cegamos con los
espejismos y seducciones del mundo, ellos nos recuerdan las Bienaventuranzas.
Cuando nos movemos a ras de tierra, ellos nos señalan el cielo. Cuando nos
quedamos en la superficie de las cosas, ellos nos descubren la presencia de
Dios en todo.
SIRVEN PARA INTERCEDER. El sacerdote prolonga la
mediación de Jesucristo. Por eso es llamado pontífice, constructor de puentes
entre el cielo y la tierra. Habla a Dios de los hombres y habla a los hombres
de Dios. Decía San Juan de Avila: "Relicarios
somos de Dios, casa de Dios y, a modo de decir, criadores de Dios... Esto,
padres, es ser sacerdotes: que amansen a Dios cuando estuviera, ¡ay!, enojado
con su pueblo; que tengan experiencia de que Dios oye sus oraciones y tengan
tanta familiaridad con El".
SIRVEN PARA AMAR. Reservan su corazón para amar del todo a todos. Quieren ser para todos,
amigos, padres y hermanos. Un amor liberado y agrandado. Un amor gratuito y
oblativo, como antorcha que se va gastando poco a poco.
SIRVEN PARA HACER PRESENTE A JESUCRISTO. Todo sacerdote está llamado
a ser otro Cristo. El sacerdote está para repetir las palabras y los gestos de
Jesús, para continuar sus pasos y desvelar su presencia, para prolongar y
actualizar su amor generoso. Y esto a dos niveles: el sacramental y el de la vida.
SIRVEN PARA SER EL ALMA DEL MUNDO. En un mundo sin espíritu,
ellos son el alma, la luz, la sal y el perfume. Sin el sacerdote todo sería un
poco más feo y oscuro. "Sacerdote no es el que
se limita a hacer cosas, sino a hacer santos". (G. Rovirosa). Es verdad
que, en cierta medida, a todo cristiano se le puede aplicar cuanto llevamos
dicho, pero el sacerdote tiene vivencias y urgencias especiales. Gracias,
hermanos sacerdotes, por vuestra "inútil"
luminosidad. Manda Señor, sacerdotes, esos hombres tan raros que sólo
sirven para servir.
Fr. Nelson M.Pd.
TE PEDIMOS SEÑOR…
¡QUE DETRÁS DE CADA SACERDOCIO SANTO HAYA SIEMPRE
UN SANTO SACERDOTE!
JMPC
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