Sembrando Esperanza I. Estamos tan enfrascados en nuestro pequeño mundo, en nuestros problemas, que no vemos más allá de nuestros reducidos horizontes.
Por: P. Dennis Doren L.C. | Fuente: Catholic.net
Los hombres de hoy necesitamos más que nunca
hacer una verdadera experiencia del amor, muchas veces estamos tan enfrascados
en nuestro pequeño mundo, en nuestros problemas, que no vemos más allá de
nuestros reducidos horizontes. Abramos el corazón a aquellas palabras de Jesús:
"No hay más amor que el que da la vida por sus
amigos" o "El que me ama, cumplirá mi
palabra y mi Padre lo amará y haremos en Él nuestra morada". Aunque
nos cueste creerlo, está al alcance de nuestra mano el que seamos morada de
Dios, el que Dios habite en mí. Seamos generosos aprovechando las oportunidades
que en cada momento se nos presentan.
¡Qué sabias y hermosas son las palabras del Papa Juan
Pablo II cuando decía!: "Amar es, por
tanto, esencialmente entregarse a los demás. Lejos de ser una inclinación
instintiva, el amor es una decisión consciente de la voluntad de ir hacia los
otros. Para poder amar de verdad, conviene desprenderse de todas las cosas y,
sobre todo, de uno mismo; dar gratuitamente, amar hasta el fin" (Juan
Pablo II, 1980).
Así, el amor es fuente de equilibrio. Es el secreto de la felicidad. ¿Qué pasa si una persona no aprende a amar? la
vida, tu vida o mi vida dejan de tener sentido; urge cultivar el amor, urge
vivir amando, no se puede vivir sin trasmitir el amor, de lo contrario,
descubrirán que en realidad no amamos:
La inteligencia sin amor...Te hace perverso.
La justicia sin amor...Te hace implacable.
La diplomacia sin amor...Te hace hipócrita.
El éxito sin amor...Te hace arrogante.
La riqueza sin amor...Te hace avaro.
La docilidad sin amor...Te hace servil.
La pobreza sin amor...Te hace orgulloso.
La verdad sin amor...Te hace hiriente.
La autoridad sin amor...Te hace tirano.
El trabajo sin amor...Te hace esclavo.
La pasión sin amor...Te hace promiscuo.
La oración sin amor...Te hace introvertido.
La ley sin amor...Te esclaviza.
La fe sin amor...Te fanatiza.
El deporte sin amor...Se convierte en una vana competencia.
La cruz sin amor...Se convierte en injusta tortura.
La vida sin amor...NO TIENE SENTIDO.
Hagamos de nuestros hogares, de nuestro lugar de trabajo, del colegio, una
escuela de amor a través del servicio mutuo, de la generosidad, la confianza y
el respeto fraterno. Una escuela en donde se aprenda a perdonar y a silenciar
los errores de los demás; en donde todos se estrechen, con su cercanía y su oración,
en torno al miembro en dificultad, que sufre o está enfermo; y en donde, a
ejemplo de Cristo, siempre se tengan las puertas abiertas a todos, sin ninguna
distinción. «¡Mirad cómo se aman!», exclamaban
todos los que veían el testimonio de vida de los primeros cristianos, ¿hoy podrían decir lo mismo de nosotros?
Hagamos el esfuerzo de pensar siempre bien de los demás; de formar un corazón
capaz de amar a todos, de comprender y perdonar al hermano caído o a aquel que
nos ha herido. Tratemos a los demás, en definitiva, con el mismo amor, la misma
paciencia y comprensión con la que Cristo nos ha tratado.
P. Dennis Doren LC
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