La Iglesia Católica celebra la fiesta del Inmaculado Corazón de María un día después de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús.
Como este año la fiesta del Sagrado Corazón se celebrará el 24 de junio,
la celebración del Inmaculado Corazón de María será el sábado 25.
La celebración del Inmaculado Corazón de María la estableció el Papa Pío
XII en 1944 para que, por intercesión de la Madre de Dios, se obtenga “la paz entre las naciones, libertad para la Iglesia, la
conversión de los pecadores, amor a la pureza y la práctica de las virtudes”.
San Juan Pablo II declaró que esta fiesta es obligatoria y no opcional.
Es decir, debe celebrarse en todo el mundo católico.
Durante las apariciones de la Virgen de Fátima en 1917, la Madre de Dios
le dijo a Lucía: “Jesús quiere servirse de ti para
darme a conocer y amar. Quiere establecer en el mundo la devoción a
mi Inmaculado Corazón”.
“A quien le abrazare prometo la salvación y serán
queridas sus almas por Dios como flores puestas por mí para adornar su
Trono", dijo entonces la Virgen María.
En preparación a esta fiesta, ofrecemos la siguiente
novena al Inmaculado Corazón de María:
PRIMER
DÍA DE LA NOVENA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
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Oración preparatoria
para todos los días
¡Oh María, digna Madre de Dios y tierna Madre nuestra, que apareciendo
en Fátima, nos habéis mostrado nuevamente en vuestro Corazón un asilo y refugio
segurísimo, y en vuestro Rosario un arma victoriosa contra el enemigo de
nuestras almas, dándonos también rica promesa de paz y vida eterna!
Con el corazón contrito y humillado por mis culpas, pero lleno de
confianza en vuestras bondades, vengo a ofreceros esta Nvena de alabanzas y
peticiones.
Recordando, Señora benignísima, las palabras de Jesús en la Cruz,
"Ahí tienes a tu Madre", os digo con todo afecto: ¡Madre, aquí tenéis
a vuestro hijo!
Recibid mi corazón, y ya que es palabra vuestra "Quien me hallare,
hallará la vida", dadme que amándoos con amor filial, halle y goce aquí la
vida de la gracia y después la vida de la gloria. Amén.
Después de la meditación propia del día pídanse las
gracias.
Para alcanzarlas, rezar cinco Avemarías al Inmaculado Corazón de María.
Primer Día: Reinado del Inmaculado Corazón de
María
Dijo la Virgen a los pastorcitos de Fátima: "Jesús quiere
establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón".
En verdad, ¿puede haber cosa más justa y digna? Oigamos al P. Claret:
"¿Habrá quien pregunte por qué veneramos al Corazón de María? ¿Se han
meditado bien la excelencia de este Corazón y las perfecciones sobrehumanas y
más que angélicas que lo adornan? ¡Oh, con qué alegría contempla el Señor al
Corazón de María, al que ninguna mancha desfigura ni afea germen alguno de
pasión mala, en el que no existe sobra de defecto que pueda hacerle indigno y
cuyas afecciones son todas celestes! O por hablar con más propiedad, ¡con qué
satisfacción no se contempla a Sí mismo en aquel espejo fiel en donde se hallan
retratados todos los rasgos de su semejanza, borrados en el resto de los
hombres!". Y afirma San Bernardino de Siena que "para ensalzar los
sentimientos del Corazón Virginal de María no bastan las lenguas de todos los
hombres, ni aún las de los ángeles". ¡Tan digno y santo es!
¡Oh alma devota! Dios lo quiere: Dios ha honrado sobremanera al Corazón
de María: honra tú también, ama y obsequia cuanto puedas al Corazón amantísimo
de tu dulce Madre.
Oración final para
todos los días
¡Oh Corazón de María, el más amable y compasivo de los corazones después
del de Jesús, Trono de las misericordias divinas en favor de los miserables
pecadores! Yo, reconociéndome sumamente necesitado, acudo a Vos en quien el
Señor ha puesto el tesoro de sus bondades con plenísima seguridad de ser por
Vos socorrido. Vos sois mi refugio, mi amparo, mi esperanza; por esto os digo y
os diré en todos mis apuros y peligros:
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Cuando la enfermedad me aflija, o me oprima la tristeza, o la espina de
la tribulación llague mi alma,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Cuando el mundo, el demonio y mis propias pasiones, coaligados para mi
eterna perdición, me persigan con sus tentaciones y quieran hacerme perder el
tesoro de la divina gracia,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
En la hora de mi muerte, en aquel momento espantoso del que depende mi
eternidad, cuando se aumenten las angustias de mi alma y los ataques de mis
enemigos,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Y cuando mi alma pecadora se presente ante el tribunal de Jesucristo
para rendirle cuenta de toda su vida, venid Vos a defenderla y ampararla, y
entonces, ahora y siempre,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Estas gracias espero alcanzar de Vos, ¡oh Corazón amantísimo de mi
Madre!, a fin de que pueda veros y gozar de Dios en vuestra compañía por toda
la eternidad en el cielo. Amén.
SEGUNDO
DÍA DE LA NOVENA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
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Oración preparatoria
para todos los días
¡Oh María, digna Madre de Dios y tierna Madre nuestra, que apareciendo
en Fátima, nos habéis mostrado nuevamente en vuestro Corazón un asilo y refugio
segurísimo, y en vuestro Rosario un arma victoriosa contra el enemigo de
nuestras almas, dándonos también rica promesa de paz y vida eterna!
Con el corazón contrito y humillado por mis culpas, pero lleno de
confianza en vuestras bondades, vengo a ofreceros esta Nvena de alabanzas y
peticiones.
Recordando, Señora benignísima, las palabras de Jesús en la Cruz,
"Ahí tienes a tu Madre", os digo con todo afecto: ¡Madre, aquí tenéis
a vuestro hijo!
Recibid mi corazón, y ya que es palabra vuestra "Quien me hallare,
hallará la vida", dadme que amándoos con amor filial, halle y goce aquí la
vida de la gracia y después la vida de la gloria. Amén.
Después de la meditación propia del día pídanse las gracias.
Para alcanzarlas, rezar cinco Avemarías al Inmaculado Corazón de María.
Segundo Día: Desagravio
al Inmaculado Corazón de María
La Virgen pidió en Fátima a los tres niños ofrecieran sacrificios en
reparación de las ofensas que se infieren a su Inmaculado Corazón. Pidió en
particular la comunión reparadora de los primeros sábados.
Lo que sostiene a este mundo pecador es el espíritu de reparación, que
llega a su valor más alto en la misa, donde Jesús encabeza las reparaciones y
desagravios de la Iglesia toda a su Eterno Padre.
Se ofende a Dios, y se ofende mucho también a su amadísima Madre, cuyo
Corazón gime atravesado con la simbólica espada. "Ese vaso de santidad
-exclama San Buenaventura- ¿cómo se ha trocado en mar de penalidades?" La
Virgen Madre puede responder: "Hijos he criado y exaltado, mas ellos me
despreciaron".
¡Penitencia! nos dice María en Fátima como en Lourdes. Sí: Fátima es un
pregón de penitencia para esta época en que se niega la gravedad del pecado, se
glorifica el sensualismo y se concretan las aspiraciones a gozar de esta vida.
No volver a pecar: esto es lo primero en el verdadero penitente. Y
luego, mortificarse y sufrir algo por Dios. Oigamos, pues, el clamor de María:
ofrezcamos oraciones, buenas obras y sacrificios en desagravio a su afligido
Corazón.
Oración final para
todos los días
¡Oh Corazón de María, el más amable y compasivo de los corazones después
del de Jesús, Trono de las misericordias divinas en favor de los miserables
pecadores! Yo, reconociéndome sumamente necesitado, acudo a Vos en quien el
Señor ha puesto el tesoro de sus bondades con plenísima seguridad de ser por
Vos socorrido. Vos sois mi refugio, mi amparo, mi esperanza; por esto os digo y
os diré en todos mis apuros y peligros:
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Cuando la enfermedad me aflija, o me oprima la tristeza, o la espina de
la tribulación llague mi alma,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Cuando el mundo, el demonio y mis propias pasiones, coaligados para mi
eterna perdición, me persigan con sus tentaciones y quieran hacerme perder el
tesoro de la divina gracia,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
En la hora de mi muerte, en aquel momento espantoso del que depende mi
eternidad, cuando se aumenten las angustias de mi alma y los ataques de mis
enemigos,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Y cuando mi alma pecadora se presente ante el tribunal de Jesucristo
para rendirle cuenta de toda su vida, venid Vos a defenderla y ampararla, y
entonces, ahora y siempre,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Estas gracias espero alcanzar de Vos, ¡oh Corazón amantísimo de mi
Madre!, a fin de que pueda veros y gozar de Dios en vuestra compañía por toda
la eternidad en el cielo. Amén.
TERCER
DÍA DE LA NOVENA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
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Oración preparatoria
para todos los días
¡Oh María, digna Madre de Dios y tierna Madre nuestra, que apareciendo
en Fátima, nos habéis mostrado nuevamente en vuestro Corazón un asilo y refugio
segurísimo, y en vuestro Rosario un arma victoriosa contra el enemigo de
nuestras almas, dándonos también rica promesa de paz y vida eterna!
Con el corazón contrito y humillado por mis culpas, pero lleno de
confianza en vuestras bondades, vengo a ofreceros esta Nvena de alabanzas y
peticiones.
Recordando, Señora benignísima, las palabras de Jesús en la Cruz,
"Ahí tienes a tu Madre", os digo con todo afecto: ¡Madre, aquí tenéis
a vuestro hijo!
Recibid mi corazón, y ya que es palabra vuestra "Quien me hallare,
hallará la vida", dadme que amándoos con amor filial, halle y goce aquí la
vida de la gracia y después la vida de la gloria. Amén.
Después de la meditación propia del día pídanse las
gracias.
Para alcanzarlas, rezar cinco Avemarías al Inmaculado Corazón de María.
TERCER DÍA: EL
INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA, IRIS DE PAZ
El mundo desconoce a Dios; es un impío; y está escrito: "No hay paz
para los impíos". Habrá en él mucha inteligencia, mucho brazo, mucha
máquina; pero falta corazón. Y por eso falta amor, concordia, paz.
En Fátima aparece y brilla como nunca un Corazón, un Corazón de Madre,
capaz de unir los corazones todos y llevarlos a Dios.
"En ese Corazón -dice Ricardo de San Lorenzo- la justicia y la paz
se besaron", porque como explica San Bernardo, "maría recibió del
mismo Corazón del Eterno Padre en su propio Corazón, al Verbo", que es
nuestra paz y reconciliación.
¿Acaso no es oficio propio de la madre aplacar al Padre con los hijos y
pacificar a éstos entre sí? Sala de esos armisticios es el corazón de toda
madre. El de María es arca noética de donde sale siempre la paloma mensajera de
paz, cuyos ramitos de olivo caen y germinan en las tierras ensangrentadas por
el odio.
"Abre, pues, oh María -le suplica San Bernardo- la puerta del
Corazón a los llorosos hijos de Adán". Ante ese "áureo altar de
paz" vengan todos a depositar su ofrenda, reconciliados ya con sus
hermanos. Roguemos a la Reina de la paz la dé a los pueblos y familias; pero
más, mucho más a los pecadores que están alejados de Dios y tiranizados por el
demonio.
Oración final para
todos los días
¡Oh Corazón de María, el más amable y compasivo de los corazones después
del de Jesús, Trono de las misericordias divinas en favor de los miserables
pecadores! Yo, reconociéndome sumamente necesitado, acudo a Vos en quien el
Señor ha puesto el tesoro de sus bondades con plenísima seguridad de ser por
Vos socorrido. Vos sois mi refugio, mi amparo, mi esperanza; por esto os digo y
os diré en todos mis apuros y peligros:
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Cuando la enfermedad me aflija, o me oprima la tristeza, o la espina de
la tribulación llague mi alma,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Cuando el mundo, el demonio y mis propias pasiones, coaligados para mi
eterna perdición, me persigan con sus tentaciones y quieran hacerme perder el
tesoro de la divina gracia,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
En la hora de mi muerte, en aquel momento espantoso del que depende mi
eternidad, cuando se aumenten las angustias de mi alma y los ataques de mis
enemigos,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Y cuando mi alma pecadora se presente ante el tribunal de Jesucristo
para rendirle cuenta de toda su vida, venid Vos a defenderla y ampararla, y
entonces, ahora y siempre,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Estas gracias espero alcanzar de Vos, ¡oh Corazón amantísimo de mi
Madre!, a fin de que pueda veros y gozar de Dios en vuestra compañía por toda
la eternidad en el cielo. Amén.
CUARTO
DÍA DE LA NOVENA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
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Oración preparatoria
para todos los días
¡Oh María, digna Madre de Dios y tierna Madre nuestra, que apareciendo
en Fátima, nos habéis mostrado nuevamente en vuestro Corazón un asilo y refugio
segurísimo, y en vuestro Rosario un arma victoriosa contra el enemigo de
nuestras almas, dándonos también rica promesa de paz y vida eterna!
Con el corazón contrito y humillado por mis culpas, pero lleno de
confianza en vuestras bondades, vengo a ofreceros esta Nvena de alabanzas y
peticiones.
Recordando, Señora benignísima, las palabras de Jesús en la Cruz,
"Ahí tienes a tu Madre", os digo con todo afecto: ¡Madre, aquí tenéis
a vuestro hijo!
Recibid mi corazón, y ya que es palabra vuestra "Quien me hallare,
hallará la vida", dadme que amándoos con amor filial, halle y goce aquí la
vida de la gracia y después la vida de la gloria. Amén.
Después de la meditación propia del día pídanse las gracias.
Para alcanzarlas, rezar cinco Avemarías al Inmaculado Corazón de María.
Cuarto Día: El
Inmaculado Corazón de María y los pecadores
No una, sino varias veces exhortó la Virgen a los niños de Fátima a orar
y sufrir por la conversión de los pecadores, y pidió expresamente el culto a su
Corazón como medio de conversiones.
Dicen muchos: "Pequé, y ¿qué de malo me ha sucedido?". No
hablarían así, a poca fe y reflexión que tuvieran. Verían que el pecado mortal
mata al alma, roba la paz y todos los méritos, enemista con Dios y esclaviza
bajo el poder de satanás. El que muere en pecado mortal se condena para
siempre. ¡Qué espantosa desgracia!
Una avemaría diaria rezan los archicofrades del Corazón de María por los
pecadores. Y María les inspira arrepentimiento, confesión, enmienda, y así les
torna la vida, antes insoportable, dulce y feliz. "¡Cuánto no debemos al
tesoro de consuelos que encierra el Corazón Inmaculado de María!"
exclamaba el P. Faber, convertido por ese Corazón de Madre.
"¡Oh María! -le decía San Alfonso María de Ligorio- si vuestro
Corazón llega a tener compasión de mí, no podrá dejar de protegerme".
El Papa en nombre de toda la humanidad pecadora, ora de este modo:
"Estamos seguros de obtener misericordia y de recibir gracias, no por
nuestros méritos, de los que no presumimos, sino únicamente por la inmensa
bondad de vuestro materno Corazón".
Acude tú también a este Trono de misericordia; y pídele la conversión de
los pecadores empedernidos.
Oración final para
todos los días
¡Oh Corazón de María, el más amable y compasivo de los corazones después
del de Jesús, Trono de las misericordias divinas en favor de los miserables
pecadores! Yo, reconociéndome sumamente necesitado, acudo a Vos en quien el
Señor ha puesto el tesoro de sus bondades con plenísima seguridad de ser por
Vos socorrido. Vos sois mi refugio, mi amparo, mi esperanza; por esto os digo y
os diré en todos mis apuros y peligros:
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Cuando la enfermedad me aflija, o me oprima la tristeza, o la espina de
la tribulación llague mi alma,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Cuando el mundo, el demonio y mis propias pasiones, coaligados para mi
eterna perdición, me persigan con sus tentaciones y quieran hacerme perder el
tesoro de la divina gracia,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
En la hora de mi muerte, en aquel momento espantoso del que depende mi
eternidad, cuando se aumenten las angustias de mi alma y los ataques de mis
enemigos,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Y cuando mi alma pecadora se presente ante el tribunal de Jesucristo
para rendirle cuenta de toda su vida, venid Vos a defenderla y ampararla, y
entonces, ahora y siempre,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Estas gracias espero alcanzar de Vos, ¡oh Corazón amantísimo de mi
Madre!, a fin de que pueda veros y gozar de Dios en vuestra compañía por toda
la eternidad en el cielo. Amén.
QUINTO
DÍA DE LA NOVENA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
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¡Oh María, digna Madre de Dios y tierna Madre nuestra, que apareciendo
en Fátima, nos habéis mostrado nuevamente en vuestro Corazón un asilo y refugio
segurísimo, y en vuestro Rosario un arma victoriosa contra el enemigo de
nuestras almas, dándonos también rica promesa de paz y vida eterna!
Con el corazón contrito y humillado por mis culpas, pero lleno de
confianza en vuestras bondades, vengo a ofreceros esta Nvena de alabanzas y
peticiones.
Recordando, Señora benignísima, las palabras de Jesús en la Cruz,
"Ahí tienes a tu Madre", os digo con todo afecto: ¡Madre, aquí tenéis
a vuestro hijo!
Recibid mi corazón, y ya que es palabra vuestra "Quien me hallare,
hallará la vida", dadme que amándoos con amor filial, halle y goce aquí la
vida de la gracia y después la vida de la gloria. Amén.
Después de la meditación propia del día pídanse las
gracias.
Para alcanzarlas, rezar cinco Avemarías al Inmaculado Corazón de María.
Quinto Día: La Gran
Promesa del Inmaculado Corazón de María
Esta promesa será sin duda lo que más perpetúe el nombre de Fátima a
través de los siglos y traiga más frutos de salvación. "Prometo -dijo la
Virgen- asistir en la hora de muerte con las gracias necesarias para la
salvación a los que en cinco primeros sábados de mes seguidos comulguen y recen
el rosario meditado".
Ante este alarde de misericordia del Corazón de María, el mundo se ha
conmovido. El mismo soberano Pontífice pone al principio de la misa del Corazón
de María aquella invitación: "Vayamos con confianza a ese Trono de
gracia". Y cada uno de los fieles ganoso de asegurar lo que más importa,
el porvenir eterno, tiene cuenta con sus cinco primeros sábados, evita el
interrumpirlos, se alegra de coronarlos y se complace en repetirlos.
Es interesante el dato evangélico: Jesús otorgaba sus favores y
prodigios preferentemente en sábado. E interrogaba a sus detractores: ¿Es
lícito curar en sábado? Su Madre divina parece responder: los sábados son los
días de mi predilección a favor de mis devotos en la tierra y en el purgatorio.
¡Oh alma! reza el rosario y comulga en dichos días, con gratitud, con
fervor, en espíritu de reparación, y no lo dudes: albergada en ese Corazón, que
es, según San Buenaventura, "deliciosísimo paraíso de Dios", pasarás
al paraíso eterno.
Oración final para
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¡Oh Corazón de María, el más amable y compasivo de los corazones después
del de Jesús, Trono de las misericordias divinas en favor de los miserables
pecadores! Yo, reconociéndome sumamente necesitado, acudo a Vos en quien el
Señor ha puesto el tesoro de sus bondades con plenísima seguridad de ser por
Vos socorrido. Vos sois mi refugio, mi amparo, mi esperanza; por esto os digo y
os diré en todos mis apuros y peligros:
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Cuando la enfermedad me aflija, o me oprima la tristeza, o la espina de
la tribulación llague mi alma,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Cuando el mundo, el demonio y mis propias pasiones, coaligados para mi
eterna perdición, me persigan con sus tentaciones y quieran hacerme perder el
tesoro de la divina gracia,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
En la hora de mi muerte, en aquel momento espantoso del que depende mi
eternidad, cuando se aumenten las angustias de mi alma y los ataques de mis
enemigos,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Y cuando mi alma pecadora se presente ante el tribunal de Jesucristo
para rendirle cuenta de toda su vida, venid Vos a defenderla y ampararla, y
entonces, ahora y siempre,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Estas gracias espero alcanzar de Vos, ¡oh Corazón amantísimo de mi
Madre!, a fin de que pueda veros y gozar de Dios en vuestra compañía por toda
la eternidad en el cielo. Amén.
SEXTO
DÍA DE LA NOVENA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
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en Fátima, nos habéis mostrado nuevamente en vuestro Corazón un asilo y refugio
segurísimo, y en vuestro Rosario un arma victoriosa contra el enemigo de
nuestras almas, dándonos también rica promesa de paz y vida eterna!
Con el corazón contrito y humillado por mis culpas, pero lleno de
confianza en vuestras bondades, vengo a ofreceros esta Nvena de alabanzas y
peticiones.
Recordando, Señora benignísima, las palabras de Jesús en la Cruz,
"Ahí tienes a tu Madre", os digo con todo afecto: ¡Madre, aquí tenéis
a vuestro hijo!
Recibid mi corazón, y ya que es palabra vuestra "Quien me hallare,
hallará la vida", dadme que amándoos con amor filial, halle y goce aquí la
vida de la gracia y después la vida de la gloria. Amén.
Después de la meditación propia del día pídanse las
gracias.
Para alcanzarlas, rezar cinco Avemarías al Inmaculado Corazón de María.
SEXTO DÍA: EL
INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA Y EL SANTO ROSARIO
Como en Lourdes, María pide en Fátima el rezo del rosario, y pide lo
recemos diariamente, por la paz y por los pecadores, es decir: "por la paz
de las armas y por la paz de las almas", según frase del Papa.
¿Necesitaremos más invitaciones para darnos a esta dulcísima y salvadora
devoción? Dulcísima, pues como dice San Anselmo de Luca, "debería rebosar
célica dulzura nuestra boca al saludar a tan benigna Señora y bendecir el fruto
de su vientre, Jesús". Salvadora, pues dice Montfort: "No sé el cómo
ni el porqué, pero es una verdad, que para conocer si una persona es de Dios,
basta examinar si gusta de rezar el Avemaría y el Rosario".
Dijo la Virgen al P. Claret: "Quiero que seas el Domingo de Guzmán
de estos tiempos". Y él propagó el Rosario con celo indecible,
transformando los hogares.
Al B. P. Hoyos le declaró la misma Señora: "Hasta ahora ninguno se
ha condenado, ni se condenará en adelante que haya sido verdadero devoto de mi
rosario".
"¡Reina del Santísimo Rosario!": así empieza el Papa la
Consagración al Corazón de María, para indicarnos su aprecio al rosario. Alma
fiel: el Rosario sea para ti un tesoro: rézalo en familia o en particular todos
los días de tu vida.
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pecadores! Yo, reconociéndome sumamente necesitado, acudo a Vos en quien el
Señor ha puesto el tesoro de sus bondades con plenísima seguridad de ser por
Vos socorrido. Vos sois mi refugio, mi amparo, mi esperanza; por esto os digo y
os diré en todos mis apuros y peligros:
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Cuando la enfermedad me aflija, o me oprima la tristeza, o la espina de
la tribulación llague mi alma,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Cuando el mundo, el demonio y mis propias pasiones, coaligados para mi
eterna perdición, me persigan con sus tentaciones y quieran hacerme perder el
tesoro de la divina gracia,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
En la hora de mi muerte, en aquel momento espantoso del que depende mi
eternidad, cuando se aumenten las angustias de mi alma y los ataques de mis
enemigos,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Y cuando mi alma pecadora se presente ante el tribunal de Jesucristo
para rendirle cuenta de toda su vida, venid Vos a defenderla y ampararla, y
entonces, ahora y siempre,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Estas gracias espero alcanzar de Vos, ¡oh Corazón amantísimo de mi
Madre!, a fin de que pueda veros y gozar de Dios en vuestra compañía por toda
la eternidad en el cielo. Amén.
SÉPTIMO
DÍA DE LA NOVENA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
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¡Oh María, digna Madre de Dios y tierna Madre nuestra, que apareciendo
en Fátima, nos habéis mostrado nuevamente en vuestro Corazón un asilo y refugio
segurísimo, y en vuestro Rosario un arma victoriosa contra el enemigo de
nuestras almas, dándonos también rica promesa de paz y vida eterna!
Con el corazón contrito y humillado por mis culpas, pero lleno de
confianza en vuestras bondades, vengo a ofreceros esta Nvena de alabanzas y
peticiones.
Recordando, Señora benignísima, las palabras de Jesús en la Cruz,
"Ahí tienes a tu Madre", os digo con todo afecto: ¡Madre, aquí tenéis
a vuestro hijo!
Recibid mi corazón, y ya que es palabra vuestra "Quien me hallare,
hallará la vida", dadme que amándoos con amor filial, halle y goce aquí la
vida de la gracia y después la vida de la gloria. Amén.
Después de la meditación propia del día pídanse las
gracias.
Para alcanzarlas, rezar cinco Avemarías al Inmaculado Corazón de María.
Séptimo Día: El
Inmaculado Corazón de María y la meditación
La Virgen de Fátima prometió el Cielo a los que en 5 primeros sábados
comulguen y recen el Rosario meditando sus misterios.
En la historia del cristianismo, que cuenta 20 siglos, es la primera vez
que la Virgen invita al mundo a la práctica de la meditación u oración mental.
Sabe muy bien que la irreflexión es la característica de nuestra época, llena
de desolación, porque no hay quien medite de corazón.
¿Y quién podrá invitarnos mejor a la meditación que María, que en su
Corazón -testigo el Evangelio- guardaba, meditaba y analizaba todas las
palabras y acciones de Jesús niño, de Jesús adolescente, de Jesús hombre, y así
se santificaba de día en día?
Para Ella sí que las palabras de Jesús eran palabras de vida eterna; y
pues el hombre vive de toda palabra que procede de la boca de Dios, de ellas se
alimentaba la Virgen como de una verdadera Eucaristía.
Si San Juan Eudes llama al Corazón de María "Libro de la
Vida", es porque en las páginas delicadas de su Corazón la Virgen imprimía
y releía todo lo que decía y hacía Jesús durante aquellos 30 años, para ser
después el archivo divino de la Iglesia naciente.
"Ea, pues, -dice San Juan Crisóstomo- lo que María meditaba en su
Corazón, meditémoslo en el nuestro". En los misterios del rosario está la
vida de Jesús y de María: quien los medite bien, no pecará jamás.
Oración final para
todos los días
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del de Jesús, Trono de las misericordias divinas en favor de los miserables
pecadores! Yo, reconociéndome sumamente necesitado, acudo a Vos en quien el
Señor ha puesto el tesoro de sus bondades con plenísima seguridad de ser por
Vos socorrido. Vos sois mi refugio, mi amparo, mi esperanza; por esto os digo y
os diré en todos mis apuros y peligros:
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Cuando la enfermedad me aflija, o me oprima la tristeza, o la espina de
la tribulación llague mi alma,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Cuando el mundo, el demonio y mis propias pasiones, coaligados para mi
eterna perdición, me persigan con sus tentaciones y quieran hacerme perder el
tesoro de la divina gracia,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
En la hora de mi muerte, en aquel momento espantoso del que depende mi
eternidad, cuando se aumenten las angustias de mi alma y los ataques de mis
enemigos,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Y cuando mi alma pecadora se presente ante el tribunal de Jesucristo
para rendirle cuenta de toda su vida, venid Vos a defenderla y ampararla, y
entonces, ahora y siempre,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Estas gracias espero alcanzar de Vos, ¡oh Corazón amantísimo de mi
Madre!, a fin de que pueda veros y gozar de Dios en vuestra compañía por toda
la eternidad en el cielo. Amén.
OCTAVO
DÍA DE LA NOVENA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
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¡Oh María, digna Madre de Dios y tierna Madre nuestra, que apareciendo
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nuestras almas, dándonos también rica promesa de paz y vida eterna!
Con el corazón contrito y humillado por mis culpas, pero lleno de
confianza en vuestras bondades, vengo a ofreceros esta Nvena de alabanzas y
peticiones.
Recordando, Señora benignísima, las palabras de Jesús en la Cruz,
"Ahí tienes a tu Madre", os digo con todo afecto: ¡Madre, aquí tenéis
a vuestro hijo!
Recibid mi corazón, y ya que es palabra vuestra "Quien me hallare,
hallará la vida", dadme que amándoos con amor filial, halle y goce aquí la
vida de la gracia y después la vida de la gloria. Amén.
Después de la meditación propia del día pídanse las
gracias.
Para alcanzarlas, rezar cinco Avemarías al Inmaculado Corazón de María.
Octavo Día: El
Inmaculado Corazón de María y el Papa
En sus apariciones de Fátima la Virgen menciona varias veces con amor al
Santo Padre y pide se ore mucho por él.
El Papa es, entre todos los mortales, el primer hijo del Corazón de
María, por ser el "Jesús visible", o como decía Santa Catalina de
Siena, "el dulce Cristo en la tierra".
El Papa es nuestro Padre. ¡Oh si le tuviéramos aquel amor filial que le
profesaba San Juan Bosco, quien por ser fiel a su consigna "con el Papa
hasta la muerte", tanto sufrió de los enemigos de la Iglesia, y el P.
Claret, que en pleno Concilio Vaticano manifestó que ansiaba derramar toda su
sangre en defensa de la infalibilidad pontificia!
Es nuestro Padre amantísimo: hemos de profesarle amor, respeto y
obediencia; no consentir jamás se le ataque y persiga; rogar para que el Corazón
de María lo ilumine y guarde de todo peligro, lo haga feliz en la tierra y lo
corone de gloria en el cielo.
Oración final para
todos los días
¡Oh Corazón de María, el más amable y compasivo de los corazones después
del de Jesús, Trono de las misericordias divinas en favor de los miserables
pecadores! Yo, reconociéndome sumamente necesitado, acudo a Vos en quien el
Señor ha puesto el tesoro de sus bondades con plenísima seguridad de ser por
Vos socorrido. Vos sois mi refugio, mi amparo, mi esperanza; por esto os digo y
os diré en todos mis apuros y peligros:
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Cuando la enfermedad me aflija, o me oprima la tristeza, o la espina de
la tribulación llague mi alma,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Cuando el mundo, el demonio y mis propias pasiones, coaligados para mi
eterna perdición, me persigan con sus tentaciones y quieran hacerme perder el
tesoro de la divina gracia,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
En la hora de mi muerte, en aquel momento espantoso del que depende mi
eternidad, cuando se aumenten las angustias de mi alma y los ataques de mis
enemigos,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Y cuando mi alma pecadora se presente ante el tribunal de Jesucristo
para rendirle cuenta de toda su vida, venid Vos a defenderla y ampararla, y
entonces, ahora y siempre,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Estas gracias espero alcanzar de Vos, ¡oh Corazón amantísimo de mi
Madre!, a fin de que pueda veros y gozar de Dios en vuestra compañía por toda
la eternidad en el cielo. Amén.
NOVENO
DÍA DE LA NOVENA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
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Oración preparatoria
para todos los días
¡Oh María, digna Madre de Dios y tierna Madre nuestra, que apareciendo
en Fátima, nos habéis mostrado nuevamente en vuestro Corazón un asilo y refugio
segurísimo, y en vuestro Rosario un arma victoriosa contra el enemigo de nuestras
almas, dándonos también rica promesa de paz y vida eterna!
Con el corazón contrito y humillado por mis culpas, pero lleno de
confianza en vuestras bondades, vengo a ofreceros esta Nvena de alabanzas y
peticiones.
Recordando, Señora benignísima, las palabras de Jesús en la Cruz,
"Ahí tienes a tu Madre", os digo con todo afecto: ¡Madre, aquí tenéis
a vuestro hijo!
Recibid mi corazón, y ya que es palabra vuestra "Quien me hallare,
hallará la vida", dadme que amándoos con amor filial, halle y goce aquí la
vida de la gracia y después la vida de la gloria. Amén.
Después de la meditación propia del día pídanse las
gracias.
Para alcanzarlas, rezar cinco Avemarías al Inmaculado Corazón de María.
NOVENO DÍA: ACTO DE
CONSAGRACIÓN AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
(Acto de Consagración al Inmaculado Corazón de María compuesto y leído
por el Papa Juan Pablo II . Solemnidad de la Anunciación de 1984)
"Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de
Dios".
Pronunciando las palabras de esta antífona, con la que la Iglesia de Cristo
ora desde hace siglos, nos encontramos hoy ante Ti, Madre, en el año jubilar de
la nuestra Redención.
Nos encontramos unidos con todos los Pastores de la Iglesia, con un
particular vínculo, constituyendo un cuerpo y un colegio, así como por Voluntad
de Cristo los Apóstoles constituían un cuerpo y un colegio con Pedro.
En el vínculo de tal unidad pronunciamos las palabras del presente Acto,
en el que deseamos incluir, una vez más, las esperanzas y las angustias de la
Iglesia por el mundo contemporáneo.
La Iglesia, recordando aquellas palabras del Señor : "Id ... y
enseñad a todas las naciones... He aquí que Yo estoy con vosotros todos los
días hasta el fin del mundo" (Mt 28,19-20), ha reavivado, en el Concilio
Vaticano II, la conciencia de su misión en este mundo.
Y por eso, oh Madre de los hombres y de los pueblos, Tú que conoces
todos sus sufrimientos y sus esperanzas, Tú que sientes maternalmente todas las
luchas entre el Bien y el mal, entre la Luz y las tinieblas, que sacuden el
mundo contemporáneo, acoge nuestro grito que, movidos por el Espíritu Santo,
dirigimos directamente a Tu Corazón: abraza, con Amor de Madre y de Sierva del
Señor, este nuestro mundo humano, que te confiamos y consagramos, llenos de
inquietudes por la suerte terrena y eterna de los hombres y de los pueblos. De
un modo especial te confiamos y consagramos aquellos hombres y aquellas
naciones, que de esta entrega y de esta consagración tienen particular
necesidad.
"¡No desprecies nuestras súplicas, que estamos
en la prueba!".
He aquí, encontrándonos ante Ti, Madre de Cristo, ante tu Corazón
Inmaculado, deseamos, junto con toda la Iglesia, unirnos a la consagración que
por amor nuestro, tu Hijo ha hecho de Sí mismo al Padre : "Por ellos - ha
dicho Él - me consagro a Mí mismo, para que también ellos sean consagrados en
la Verdad" (Jn, 17,19). Queremos unirnos a Nuestro Redentor en esta
consagración por el mundo y por los hombres, la cual en su Divino Corazón,
tiene la fuerza de obtener el perdón y de procurar la reparación.
La fuerza de esta consagración dura para todos los tiempos y abraza a
todos los hombres, los pueblos y las naciones, y supera todo mal que el
espíritu de las tinieblas es capaz de provocar en el corazón del hombre y en su
historia y que, de hecho, ha provocado en nuestros tiempos.
Oh ¡Cuán profundamente sentimos la necesidad de consagración para la
humanidad y para el mundo: para nuestro mundo contemporáneo, en unión con
Cristo mismo! La Obra redentora de Cristo, en efecto, debe ser participada por
el mundo por medio de la Iglesia.
¡Seas bendita, sobre toda criatura Tú, Sierva del Señor, que del modo
más pleno obedeciste a la divina llamada!.
¡Seas saludada Tú que estás enteramente unida a la Consagración
Redentora de Tu Hijo!
¡Madre de la Iglesia! ¡Ilumina al Pueblo de Dios por el camino de la fe,
de la esperanza y de la caridad!
Ilumina especialmente aquellos pueblos de los que Tú misma esperas
nuestra consagración y nuestra entrega. Ayúdanos a vivir en la verdad de la
consagración de Cristo toda la familia humana del mundo contemporáneo.
Confiando a Ti, oh Madre, el mundo, todos los hombres y todos los
pueblos, Te confiamos, también la misma consagración del mundo, poniéndola en
Tu Corazón Materno.
¡Oh Corazón Inmaculado! ¡Ayúdanos a vencer la amenaza del mal, que tan
fácilmente se arraiga en el corazón de los hombres de hoy y que en sus efectos
inconmensurables ya grava sobre la vida presente y parece cerrar los caminos
hacia el futuro!.
Del hambre y de la guerra ¡líbranos!.
De la guerra nuclear, de una autodestrucción incalculable, de toda
guerra, ¡líbranos!
De los pecados contra la vida del hombre desde sus albores, ¡líbranos!.
Del odio y del envilecimiento de la dignidad de los hijos de Dios
¡líbranos!.
De toda clase de injusticias en la vida social, nacional e internacional
¡líbranos!.
De la facilidad de despreciar a los mandamientos de Dios, ¡líbranos!.
De la tentativa de ofuscar en los corazones humanos la verdad misma de
Dios, ¡líbranos!
De la pérdida de la conciencia del Bien y del mal, ¡líbranos!.
De los pecados contra el Espíritu Santo, ¡líbranos! ¡líbranos!.
¡Acoge, oh Madre de Cristo, este grito cargado con los sufrimientos de
todos los hombres! ¡Cargado con el grito de sociedades enteras!.
Ayúdanos con el poder del Espíritu Santo a vencer todo pecado: el pecado
del hombre y el pecado del mundo, el pecado en todas sus manifestaciones.
¡Que se revele, aún por esta vez, en la historia del mundo el infinito
poder salvífico de la Redención: poder del Amor Misericordioso! ¡Que Él detenga
el mal! ¡Transforme las conciencias! ¡Que en Tu Corazón Inmaculado se
manifieste a todos la luz de la Esperanza! Amén.
Oración final para
todos los días
¡Oh Corazón de María, el más amable y compasivo de los corazones después
del de Jesús, Trono de las misericordias divinas en favor de los miserables
pecadores! Yo, reconociéndome sumamente necesitado, acudo a Vos en quien el
Señor ha puesto el tesoro de sus bondades con plenísima seguridad de ser por
Vos socorrido. Vos sois mi refugio, mi amparo, mi esperanza; por esto os digo y
os diré en todos mis apuros y peligros:
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Cuando la enfermedad me aflija, o me oprima la tristeza, o la espina de
la tribulación llague mi alma,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Cuando el mundo, el demonio y mis propias pasiones, coaligados para mi
eterna perdición, me persigan con sus tentaciones y quieran hacerme perder el
tesoro de la divina gracia,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
En la hora de mi muerte, en aquel momento espantoso del que depende mi
eternidad, cuando se aumenten las angustias de mi alma y los ataques de mis
enemigos,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Y cuando mi alma pecadora se presente ante el tribunal de Jesucristo
para rendirle cuenta de toda su vida, venid Vos a defenderla y ampararla, y
entonces, ahora y siempre,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Estas gracias espero alcanzar de Vos, ¡oh Corazón amantísimo de mi
Madre!, a fin de que pueda veros y gozar de Dios en vuestra compañía por toda
la eternidad en el cielo. Amén.
POR WALTER SÁNCHEZ
SILVA | ACI Prensa
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