TRAS 10 AÑOS VIVIENDO COMO JAKE, ESTA «DETRANSITIONER» HA NARRADO SU ESCALOFRIANTE RELATO
Tras vivir durante 10 años como "Jake"
y realizar el cambio de género, Laura Perry ha
abrazado su identidad femenina y la fe y lucha contra las mentiras de los
activistas trans.
A los 8 años, Laura Perry sufrió abusos sexuales por conocidos en varias ocasiones, lo que vivió
en secreto porque su madre "nunca tenía tiempo" para
ella. Esto, unido a los cambios de la pubertad y la esterilidad
que padecía desde los 14 años, le llevó a una precoz obsesión por el
sexo y a creer que "convertirse"
en un hombre
arreglaría su vida. Décadas más tarde, su historia es una voz de alarma para
jóvenes y padres ante el dramático incremento de casos de niños trans.
Según relató la actual escritora y activista cristiana Laura Perry al
portal World, una
sucesión de traumas infantiles y preadolescentes culminaron con una depresión al saber que nunca podría tener hijos.
La culpa y vergüenza sufrida a consecuencia de los abusos sexuales y sentir que su feminidad "estaba rota"
le llevaron a rebelarse contra Dios y, "al
contrario que todo cristiano" haría, a buscar "pecar todo lo posible".
Adicta a la pornografía con 20 años y acostumbrada a
las relaciones con hombres que le trataban "como
basura", Laura creía encontrar en la noche y las relaciones
sexuales el único momento en que tener algo parecido a la cercanía y
el amor.
"Creía que eso me ayudaría, pero a
más me entregaba a los hombres, mas infravalorada me sentía y me
dejaban una y otra vez. Me sentía sin valor, sin identidad y desesperada",
explica.
"EN LAS MANOS DEL DEMONIO"
Tras consultar en internet y redes sociales, no tardó en convencerse de
que "si nada funcionaba bien era porque debía ser
un hombre: No quería ni si quiera ser trans, solo borrar todo
rastro de feminidad presente en mí".
Engañada, como una más de las decenas de miles de jóvenes en todo el
mundo, Laura comenzó el tratamiento hormonal y quirúrgico de "reasignación de género".
Primero fueron las hormonas, gracias a las cuales vio como su voz se agravaba y el pelo comenzaba a
poblar su rostro, cambió su nombre
legal al de "Jake" y comenzó a
vivir con un hombre trans 27 años mayor que ella que se presentaba como mujer,
ante la promesa infundada de los "especialistas"
de que era gay.
La cirugía no tardó en llegar, y pese a estar convencida de que los
cambios "no serían reales",
albergaba la posibilidad de que algún día "olvidase
que una vez fue mujer".
Primero fue la mastectomía, después le extirparon sus órganos sexuales femeninos que fueron sustituidos por prótesis. Por último se
sometió a una agresiva cirugía de tórax que le daría una mayor apariencia masculina.
Durante el proceso, Laura recuerda que le invadió el miedo a "haber caído en las manos del demonio" y
antes de la operación rezó por primera vez en años
diciéndole a Dios que "le necesitaba", pero la decisión estaba tomada.
LO QUE NO DICEN DEL CAMBIO DE GÉNERO
Despertó desolada. "Tras mi cirugía,
aunque me gustaban los resultados, sabía que no era real. Nadie me dijo que sería tan
horrible. Salí devastada", recuerda.
Sin embargo, recuerda sentir siempre la cercanía de Dios. "No
me abandonó ni en los momentos más oscuros,
y aunque yo no quería a Dios, Él me quería a mí, pero yo sabía que [en esa
situación] iría directa al infierno. Estaba encerrada en esa situación, estaba
atemorizada".
Pero tras la cirugía, Laura olvidó a Dios, pensando que dar marcha atrás
no solo sería inasumible, sino también imposible. Mientras, con cada nueva operación
o cada vez que la trataban de "Jake" le
invadía la euforia, pero la depresión y la disforia no
tardaban en reaparecer.
Recuerda su nueva situación como "un
círculo vicioso", obsesionada "por
el hecho de que nada de eso era real", cansada de las mentiras, las inyecciones de testosterona y las
frecuentes infecciones por usar prótesis masculinas.
No tardó en darse cuenta de que por mucho que se operase, "nunca sería
un hombre" y la disforia seguiría acompañándola. Como afirmó
a World,
nunca olvidará el momento en que, tras la operación, entró a probarse un
vestido de mujer y vio reflejado en el espejo un pecho plano y su cuerpo lleno
de pelo: "Estaba horrorizada por lo que me había hecho",
relata.
"EN EL HOYO MÁS OSCURO Y PROFUNDO"
En 2014, Laura recuerda su vida sumida "en el hoyo más oscuro y profundo". Entonces,
retomar la relación con su madre y ayudarla en un grupo de formación cristiana
supuso la única ruptura con su angustiosa existencia, mientras su curiosidad
por el mensaje bíblico se incrementaba.
Cuando pensaba que no tenía a nadie más en su vida, sin hijos ni un
hombre que la quisiese y sin posibilidad de volver atrás, un encuentro con
el Señor le devolvió la esperanza.
"En este hoyo negro en el que estaba, le
pedí al Señor que me quitarla la vida, pensaba que era la única
salida. Hasta que tuve una visión, sentada en las rodillas de Jesús, dándome la
mano para salir de ese hoyo. No tenía la fe, pero sabía que si seguía en ese
camino Dios se apartaría de mí [y supe que tenía] que alejarme de todo lo
que significa [la vida como trans].
En ese encuentro, recuerda que el Señor le mostró "que no había terminado" con ella: "Le entregué mi corazón, estaba emocionada de que me
quisiese aún con esta vida rota y me transformé. Dios tenía otro plan para mí,
pero pensaba que no había vuelta atrás".
REDIMIDA Y AMADA POR DIOS
"¿Cómo me llamaría Dios? ¿Jake o Laura?":
Aquella pregunta le hizo tomar una decisión: "Si Dios me creó como
Laura, podría confiar en Él para definir mi condición sexual.
En 2016, visitó de nuevo la iglesia y encontró en internet que la
ansiada "marcha atrás" no solo era
posible, sino que cientos de personas habían revertido el
proceso.
Para ella, implicaba dejar a su pareja trans tras 8 años de relación, su
trabajo, su identidad e incluso su hogar: Laura abrazó "el
diseño de Dios" como mujer y
por primera vez en su vida, hizo nuevas amigas.
A sus 39 años, aún arrastra las dolorosas secuelas motivadas por el
cambio de género: continua afeitándose, sabe
que con más motivo ahora nunca podrá tener hijos y tiene pérdidas de memoria y problemas
musculares y neurológicos asociados.
Sin embargo, se muestra convencida de que su plenitud no reside en ella
misma o en su percepción, sino en su fe y en quienes la rodean. Hoy, prepara su boda con un hombre cristiano,
ha escrito su historia de redención y
superación para hacer
frente a la ideología trans -Transgender to transformed-
e imparte conferencias ayudando a mujeres y hombres
con disforia de género.
Laura Perry espera casarse con su prometido, Perry
Smalts, el próximo mes de mayo.
“Mi historia no se trata de la ideología trans. Se
trata del Evangelio. Ahora no solo he abrazo mi feminidad, sino que
amo ser una mujer por primera vez en mi vida. Estoy agradecida al Señor que
puede restaurar lo que el enemigo ha robado en mi vida. Dios
me ha redimido”, concluye.
"Transgender to transformed", la historia
de superación y abrazo de la identidad sexual de una transgénero arrepentida.
José María Carrera
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