sábado, 2 de abril de 2022

LA JOVEN NO BAUTIZADA

Una vez una linda damita falleció víctima de un mal pulmonar, tan frecuente en aquellas épocas de los años treinta. Su padre, hombre del campo, haciendo caso a los vecinos, dejó la choza cerrada con todo lo que había y que le traía recuerdos de la niña.

Pasó el tiempo y la gente de la vecindad que tenía por costumbre sacar agua del pozo artesiano de dicha vivienda, reanudó su costumbre. Casi siempre llegaban saludaban y luego de sacar agua se despedían. Muy pocos se percataron que siempre había una jovencita sentada dentro de la casa, o tal vez pensaron que era alguna parienta que había ido a reemplazar a la occisa, lo cierto es que allí siempre estaba y no faltó alguien que la vio y la saludó. Contestó el saludo.

Pasaba el tiempo y ya todos la conocían. Un buen día le dijeron al padre que había tenido suerte al tener otra hija tan idéntica como la difunta. El buen señor se santiguó. No tenía otra hija. Consultó con el señor cura. No estaba bautizada, le dijo. Es que, sabe, yo no soy muy amigo de la iglesia, manifestó. - Sin embargo, vas a todas las misas de difunto -le reprendió el religioso. -¿Qué hago padre?, mi hija está penando, gimió. Vamos a echarle agua bendita, para que su alma descanse. Luego haremos una misa.

Estos curas todo lo ven plata, dijo para sus adentros. Y quedó en responderle. Pero incrédulo, consultó a otros de su tipo. - Quema la choza con todo, le dijeron. Tal como le dijeron lo hizo. Pero, de pronto, en medio de las llamas surgió, como flotando, la niña, haciendo gestos de que no la quemaran. Loco de desesperación y sin medir el peligro no sopesar la situación, el padre se lanzó a sacar a la niña. Pronto perdió el conocimiento y fue salvado por los vecinos. De la choza no quedó nada. Entonces el vecindario, que había sido testigo de lo ocurrido, celebró una misa en el lugar del suceso y el sacerdote oró por el alma de aquella joven.

De: John Boris Gonzales Márquez (Huacho, 1997).

Alejandro Smith Bisso

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