¿Hay vida después de la vida?
Por: buenanueva.net | Fuente: buenanueva.net
¿Qué hay más allá de la
muerte? ¿Hay vida después de esta vida? ¿Queda el hombre reducido al polvo?
¿Hay un futuro a pesar de que nuestro cuerpo esté inerte y en descomposición?
El misterio de la Asunción de la Santísima
Virgen María al Cielo nos recuerda el sentido de nuestra vida en la tierra y lo
que nos espera después de la muerte. El hecho de que la Santísima Virgen fuera
llevada en cuerpo y alma al Cielo, cuestión que es dogma de fe para el
católico, es un verdadero signo de esperanza para todos.
María, que indudablemente fue adornada de
gracias excepcionales por Dios Padre para servir de Madre natural a Su Hijo
Jesús, es -a pesar de estos dones especiales- plena y totalmente humana como
somos todos los hombres y mujeres de este mundo.
El que María sea una mujer plena y totalmente
humana, unido al hecho de que Ella está en el Cielo en cuerpo y alma en forma
gloriosa, nos lleva a reflexionar sobre el destino que Dios tiene preparado a
todo aquél que viva de acuerdo a esta verdad que aprendimos desde el Catecismo de
Primera Comunión: hemos sido creados para conocer, amar y servir a Dios en esta
vida y luego gozar plenamente de Su Presencia en la eternidad.
Y ... ¿Qué es la
eternidad? ¿Qué es la Vida Eterna? ¿Qué es la salvación y la condenación...
eternas? Son
nada menos que las opciones que nos esperan al terminar esta vida pasajera,
temporal, finita... fugaz y muy breve (si la comparamos con la eternidad) que
ahora estamos viviendo aquí en la tierra.
Explicaba el Papa Juan Pablo II en su
bestseller Cruzando el Umbral de la
Esperanza, que la condenación es lo opuesto a la salvación, pero que
tienen en común que ambas son eternas. El
peor mal es la condenación eterna: el rechazo del hombre por
parte de Dios, como consecuencia del rechazo de Dios por parte del hombre.
Pero el mayor bien es la salvación
eterna: la felicidad que proviene de la unión con Dios. Es el gozar de la llamada Visión Beatífica,
es decir, el ver a Dios mismo "cara a cara" (1Cor.
13, 12). De esto se trata el Cielo, que es un estado, un sitio
indescriptible con nuestros limitados conocimientos humanos, pero sabemos que
es mucho más de lo que podemos anhelar o imaginar. Por eso dice San
Pablo: "ni el ojo vio, ni el oído
escuchó, ni el corazón del humano pudo imaginar lo que Dios ha preparado para
aquéllos que le aman" (1Cor. 2, 9).
El Papa Juan Pablo II insistía en tocar estos
temas escatológicos, que él denominaba de las "realidades
últimas". Nos decía así en una de sus Catequesis sobre escatología
(11-8-99): "La vida cristiana ...
exige tener la mirada fija en la meta, en las realidades últimas y, al mismo
tiempo, comprometerse en las realidades 'penúltimas' ... para que la vida
cristiana sea como una gran peregrinación hacia la casa del Padre".
En efecto, la vida en esta tierra es como una
antesala, como una preparación, para unos más breve que para otros, tal vez más
difícil o más dolorosa para algunos. Pero en realidad no fuimos creados sólo
para esta antesala, sino para el Cielo, nuestra verdadera patria.
La Virgen María nos muestra, con su vida en la
tierra y su Asunción al Cielo, el camino que hemos de recorrer
todos nosotros total
identificación de nuestra voluntad con la Voluntad de Dios en esta vida y luego
el paso a la otra Vida, al Cielo que Dios Padre nos tiene preparado desde toda
la eternidad. Allí estaremos en cuerpo y alma gloriosos, como está María,
porque seremos resucitados,
tal como Cristo resucitó y tal como El lo tiene prometido a todo el que cumpla
la Voluntad del Padre (cfr. Juan 5,29 y 6,40).
¿CÓMO
ES LA MUERTE?
La muerte no es el fin de
la vida, sino el comienzo de la Verdadera Vida. Para
los que mueren en Dios, la muerte es un paso a un sitio/estado mejor... mucho
mejor que aquí. No hay que pensar en la muerte con temor. La muerte no es
tropezarnos con un paredón donde se acabó todo. Es más bien el paso a través de
esa pared para vislumbrar, ver y vivir algo inimaginable.
Santa Teresa de Jesús decía que esta vida
terrena es como pasar una mala noche en una mala posada.
Para San Juan Crisóstomo, "la muerte es el viaje a la eternidad". Para él, la muerte es como la llegada al sitio
de destino de un viajero. También hablaba de la muerte como el cambio de una
mala posada, un mal cuarto de hotel (esta vida terrena) a una bellísima
mansión.
"Mansión" es la palabra que usa el Señor para describirnos
nuestro sitio en el Cielo. "En la Casa
de mi Padre hay muchas mansiones, y voy allá a prepararles un lugar ... Volveré
y los llevaré junto a mí, para que donde yo estoy, estén también ustedes" (Jn.
14, 2-3).
Es en la Liturgia de Difuntos de la Iglesia
donde tal vez encontramos mejor y más claramente expresada la visión realista
de la muerte. Así reza el Sacerdote Celebrante en el Prefacio de la Misa de
Difuntos: La vida de los que en Tí creemos,
Señor, no termina, se transforma; y al deshacerse nuestra morada terrenal,
adquirimos una mansión eterna en el Cielo.
Por eso la muerte no tiene que ser vista como
algo desagradable. ¡Es el encuentro definitivo con
Dios! Los
Santos (santo es todo aquél que hace la Voluntad de Dios, aunque no sea
reconocido oficialmente) esperaban la muerte con alegría y la deseaban no como
una forma de huir de esta vida, que sería un pecado en vez de una virtud- sino
como el momento en que por fin se encontrarían con Dios. "Muero porque no muero" (Sta. Teresa de Jesús).
"Qué dulce es morir si
nuestra vida ha sido buena" (San
Agustín). San Agustín fue un gran pecador hasta su
conversión ya bien adulto. El problema no es la muerte en sí misma, sino la
forma como vivamos esta vida. Por eso no importa el tipo de muerte o el momento
de la muerte, sino el estado del alma en el momento de la muerte.
¿QUÉ
SUCEDE DESPUÉS DE LA MUERTE?
¿QUÉ
ES EL JUICIO PARTICULAR?
Nuestro destino para toda la eternidad queda
definido en el instante mismo de nuestra muerte. En ese momento nuestra alma,
que es inmortal, se separa de nuestro cuerpo e inmediatamente es juzgada por
Dios. Este momento se llama en Teología el Juicio Particular, y consiste en una especie de radiografía o "scaneo"
espiritual instantáneo que recibe el alma por iluminación divina, mediante la
cual ésta sabe exactamente el sitio/estado en que le corresponde ubicarse para
la eternidad, según sus buenas y malas obras.
Es así como en el momento mismo de la muerte el alma recibe la sentencia
de su destino para toda la eternidad. Al decir, entonces, que alguien ha
muerto, podría también afirmarse que ese alguien también ha sido juzgado por
Dios (cfr. Antonio Royo Marín, Teología de la Salvación).
Por ello ante la pregunta de si conviene esperar
el momento de la muerte para prepararnos para la vida eterna, la respuesta
parece muy simple: No, no es conveniente, pues no
sabemos ni el día, ni la hora, ni el lugar, ni las condiciones de nuestra
muerte. Y es mucho, es demasiado, lo que nos estamos jugando en ese
instante: nada menos que nuestro destino para siempre, para una vida que nunca
tendrá fin.
¿HAY
VIDA DESPUÉS DE LA VIDA?
Sí hay Vida después de la vida. Y la muerte no
es el fin de la vida, sino el comienzo de la Verdadera Vida.
El Papa Juan Pablo II nos recordaba en una de sus
Catequesis sobre la vida y la muerte las palabras de Jesús: "Yo soy la Resurrección y la Vida" (Jn.
11, 25). Y nos decía que "en El, gracias al misterio de su muerte y resurrección,
se cumple la promesa divina del don de la Vida Eterna, que implica la victoria total sobre la muerte. 'Llega
la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán la voz del Hijo de
Dios y saldrán los que hayan hecho el bien para una resurrección de vida, pero
los que obraron mal resucitarán para la condenación' (Jn. 5, 28-29). 'Porque
ésta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en El,
tenga Vida Eterna y que Yo le resucite el último día'" Jn.
6, 40).
Y nos decía el Papa Juan Pablo II que no debemos
pensar que la vida más allá de la muerte comienza sólo con la resurrección
final, pues ésta se halla precedida por la condición especial en que se
encuentra, desde el momento de la muerte física, cada ser humano. Se trata de
una fase intermedia, en la que a la descomposición del cuerpo corresponde "la supervivencia y la subsistencia, después de la
muerte, de un elemento espiritual, que está dotado de conciencia y de voluntad,
de manera que subsiste el mismo 'yo' humano, aunque mientras tanto le falte el
complemento de su cuerpo" (JP II, 28-10-98).
¿QUÉ
OPCIONES TENEMOS PARA LA ETERNIDAD?
Dice el Nuevo Catecismo de la Iglesia
Católica: "Cada hombre después de
morir recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular,
bien a través de una purificación, bien para entrar inmediatamente en la
bienaventuranza del Cielo, bien para condenarse inmediatamente para siempre"
(#1022).
Aquí nos habla la enseñanza de la Iglesia de las
opciones que tenemos para la eternidad: Cielo, Purgatorio o Infierno. De estas
tres opciones la única que no es eterna es el Purgatorio, pues las almas que
allí van pasan posteriormente al Cielo.
¿QUÉ
ES EL CIELO?
Es un estado y un lugar de felicidad completa y
eterna donde van las almas que han obrado conforme a la Voluntad de Dios en la
tierra y que mueren en estado de gracia y amistad con Dios y perfectamente
purificadas.
¿QUÉ
ES EL PURGATORIO?
Es un estado y un lugar de purificación donde
van las almas que han obrado bien, pero que aún deben ser purificadas de las
consecuencias de sus pecados antes de entrar a la visión de Dios en el Cielo.
¿QUÉ
ES EL INFIERNO?
Es un estado y un lugar de castigo eterno donde
van las almas que se han rebelado contra Dios y mueren en esa actitud.
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