La catequesis, como inicio de la evangelización debe basarse sobre todo en el SER, porque es a nivel del SER, a nivel de la persona del catequista, donde se realiza la primera y más importante comunicación del mensaje Salvador.
Fuente: Tiempos
de Fe, año 1, No. 5,
RADIOGRAFÍA
DEL CATEQUISTA.
Los agentes de pastoral,
comprometidos de tiempo atrás, en las tareas de la evangelización ya lo sabe:
no es la cantidad de trabajo lo que hace crecer a una comunidad, sino la
calidad. Una comunidad eclesial vigorosa, no se organiza, se engendra. Se
engendra con carismas y de todos, el más fecundo es el de la santidad.
He preguntado a muchas catequistas que les
preocupa más en el desarrollo de su trabajo evangelizador. A otros los he visto
hacer.
A muchos lo que más les interesa es la
preparación doctrinal y metodológica, para quedar y hacerlo bien.
Puede ser una respuesta legítima. Es más, hay
que juzgarla como muy positiva en cuando puede ser la expresión de una toma de
conciencia de la necesidad de una sólida preparación doctrinal y pedagógica,
para desarrollar sin improvisación y con eficiencia las tareas de la
catequesis.
De hecho, la preparación de los catequistas en
los dos secretos mencionados es frecuentemente débil e insuficiente, y
aún en eso le dejan toda la tarea al Espíritu Santo, olvidando que para
eso los llamo.
Pero esta respuesta inmediata de muchos
catequistas, no ha captado lo fundamental, no han dado en el blanco, porque se
han centrado en el HACER, olvidando el
SER. Hacen catequesis, no son apóstoles.
La catequesis, como inicio de la evangelización
debe basarse sobre todo en el SER, porque es
a nivel del SER, a nivel de la persona del catequista, donde se realiza la
primera y más importante comunicación del mensaje Salvador.
ES A NIVEL DEL SER, DONDE
EL CATEQUISTA DEBE CENTRAR SU MAYOR PREOCUPACIÓN Y ATENCIÓN.
La formación integral de los catequistas
comprende varias dimensiones. La más profunda e importante hacer
referencia al SER del catequista, a su
dimensión humana y cristiana, para madurar y crecer ante todo como personas,
como creyente y como apóstol, de modo que su acción brote, en verdad, del testimonio
de su vida. Son palabras del Directorio General para la Catequesis.
Todos los que trabajan en la pastoral y por
supuesto los catequistas, están expuestos a una grave tentación: la de pensar que la acción apostólica les permite de
alguna manera proponer o descuidar la realización de un camino personal de fe.
No están exentos. ¡Todo lo contrario! Y el que no lo crea, mire a la
gente que lo rodea. ¿Cuáles son los frutos de su
activismo? A la proyección hacia lo extraño, el P. Maciel le llama,
justamente, la herejía de la acción. El apostolado y la catequesis, pueden
convertirse en una escapatoria o evasión para no prestar atención a cuanto está
sucediendo dentro de nosotros mismos, a la fragilidad de los propios principios
y a las contradicciones entre fe y vida.
La Iglesia evangeliza sobre todo por lo que ella
es. Lo mismo se debe decir de todo catequista. No es, en primer lugar, lo que
caracteriza a los catequistas, es más bien que lo son en profundidad, en la
intimidad de su ser. No es cuestión de oficio, es cuestión de vida.
Su debilidad más preocupante no es a nivel
técnico o doctrinal, su debilidad mayor es Espiritual:
la debilidad y la incoherencia de su vida cristiana.
Por eso, la preparación espiritual del
catequista, la plena maduración de su personalidad cristiana precede y está por
encima de cualquier otro proyecto. La preparación teológica y metodológica, son
importantes, pero vendrán después.
El catequista, en su preparación, debe tender
hacia aquella madurez y que se mide, como dice San Pablo, con la estatura
espiritual de Jesucristo.
EL PRIMER PROBLEMA: EL
CATEQUISTA.
La persona del catequista es la primera y más
importante comunicación evangelizadora, por la dimensión experiencial que
caracteriza tal comunicación.
El primer Heraldo cristiano es precisamente el
catequista con su vida cristiana; y el primer factor metodológico es un su
propia persona, porque el mensaje propuesto palabras y acciones se verá
reforzado por el mensaje propuesto con la vida.
También desde el punto de vista de contenidos y
pedagógico el primer problema de la catequesis es el catequista mismo.
El catequista es ante todo un cristiano, por lo
tanto su ser ha sido plasmado por el Espíritu Santo, y su vida interior es una
vida espiritual, una espiritualidad.
AHORA BIEN ¿EL CATEQUISTA
ES UN CRISTIANO ESPECIAL, QUE DEBE TENER UNA ESPIRITUALIDAD PROPIA Y
ESPECÍFICA?
Desempeñar un misterio que por su origen es
siempre un don del Espíritu a la Iglesia, comporta, más que en cualquier otro
bautizado, la exigencia de una fuerte espiritualidad; con sólidas virtudes
morales, nobles actitudes interiores, indispensable para hacer creíble su obra.
Me pregunto si existe una espiritualidad específica del catequista. Y si
existe, ¿qué cosa la caracteriza?
PARA RESPONDER A LA
PREGUNTA, PRIMERO HAY QUE ACLARAR LO QUE ES UNA ESPIRITUALIDAD.
Ser cristiano significa elegir a Jesucristo y
seguir los pasos de su vida. En esto, como es obvio, somos todos iguales y
nuestro proyecto de vida es el mismo para todos.
Pero la propuesta de Jesús es tan rica que
ninguna persona y ningún grupo pueden pensar en realizarlas plenamente. Es
posible sólo una realización parcial, que acentúa uno u otro aspecto, dando así
un matiz particular dentro de la fidelidad a la propuesta de Cristo en su conjunto.
Estos acentos están ligados al
temperamento propio, a la respuesta personal a la gracia, a la educación
recibida, a la pertenencia a determinado grupo, etc.
Estos acentos vividos con humildad y espíritu de
servicio hacen más bello rostro de la iglesia y expresan mejor la
riqueza, la profundidad y la amplitud de la experiencia cristiana.
Por eso las diversas espiritualidades son
un grupo de donde Dios a la comunidad eclesial y a la misma humanidad. De
cuanto se ha dicho se deduce fácilmente que debe haber una espiritualidad
propia del catequista, teniendo en cuenta el puesto específico que ocupa la
iglesia y el particular ministerio que en ella desempeña.
COMO CATEQUISTA VIVE DE
ESTE MODO PROPIO LA EXPERIENCIA CRISTIANA.
Para concluir entendemos por espiritualidad del
catequista, aquella "dimensión permanente, que
de modo orgánico, unitario y coherente caracteriza y anima todos los aspectos
de su comportamiento, de sus elecciones metodológicas; promoviendo una
síntesis coherente entre su vida y su fe, entre su ser y su obra; de tal forma
que haga más transparente y creíble su propia experiencia cristiana en la
comunidad".
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