El asombro surge cuando alguien tropieza con algo que hasta entonces no ha presenciado, que le resulta insólito, extraño, y cuyo sentido y origen no sabe explicarse.
«Aquellos
a quienes es dado asombrarse en Cristo se convierten en algo nuevo,
desconocido. ¿Cómo podría ser nunca su existencia algo familiar y corriente
para ellos?
Ser cristiano, por consiguiente, es algo sorprendente, algo ante lo
cual ha de inclinarse el hombre con asombro» (Ladislaus
Boros)
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