Nacido de una mujer: Es el título de la tercera predicación de Adviento.
Fuente: Vatican News
El predicador de la Casa Pontificia se refirió
esta mañana en su tercera predicación de Adviento al Señor que viene en su
calidad de “Nacido de una mujer” . Una
expresión bíblica de suma importancia puesto que indica la pertenencia a
la condición humana hecha de debilidad y mortalidad. De hecho el cardenal
Raniero Cantalamessa dijo que si se eliminaran estas tres palabras Cristo sería
“una aparición celestial, desencarnada”. Mientras
el ángel Gabriel fue “enviado por Dios, pero para
regresar luego al cielo tal como había descendido de él”. Y la mujer:
“María, es la que ancló para
siempre al Hijo de Dios a la humanidad y a la historia”.
Después de referirse a las palabras de Pablo y a
los Padres de la Iglesia que tuvieron que luchar contra la herejía gnóstica y
doceta, el predicador aludió, entre otros, a San León Magno, quien colocó la
expresión paulina “nacido de mujer” en el
corazón del dogma cristológico, escribiendo en el Tomo a Flaviano que:
“Cristo es hombre por el
hecho de que nació de una mujer y nació bajo la ley... El nacimiento en la
carne es una prueba clara de su naturaleza humana”.
Además, a propósito de la expresión paulina “nacido de la mujer”, el cardenal Cantalamessa
dijo que allí se observa “que se realiza el gran
principio exegético formulado por san Gregorio Magno, es decir, que la
Escritura crece en la medida en que es leída”. Y explicó que: “¡María aparece como la mujer que
recapitula a Eva, la madre de todos los vivientes! No se trata de una aparición
marginal que entra en escena para luego desaparecer en la nada. Es el punto de
llegada de una tradición bíblica que cruza toda la Biblia de un extremo a
otro”.
CRISTO
DEBE NACER DE LA IGLESIA
El predicador recordó que “desde hace algún tiempo, se habla mucho de la dignidad
de la mujer”. De hecho, San Juan Pablo II escribió una Carta Apostólica
sobre este tema, la Mulieris dignitatem.
De ahí que afirmara que “por mucha dignidad que las
criaturas humanas podamos atribuir a la mujer, siempre permaneceremos
infinitamente por debajo de lo que Dios hizo al elegir a una de ellas para ser
la madre de su Hijo hecho hombre”. Y citando al autor medieval, Isaac de
Stella, mostró cómo formula esta doctrina: “En las Escrituras divinamente
inspiradas, lo que se dice universalmente de la Virgen Madre Iglesia se
entiende de una manera singular de la Virgen Madre María; y lo que se dice de
manera especial sobre María se entiende en un sentido general de la Iglesia
Virgen Madre”.
CRISTO
DEBE NACER DEL ALMA
En su amplia disertación, el predicador de la
Casa pontificia reflexionó asimismo acerca de “lo
que nos concierne a todos sin distinción y más de cerca: el nacimiento de
Cristo del alma creyente”. Para lo cual, recordó que Cristo, tal como
escribe san Máximo el Confesor, “nace siempre
místicamente en el alma, tomando carne de los que están salvados y haciendo del
alma que le genera una madre virgen”. Además, explicó que “María también se convirtió en la madre de Cristo a
través de dos momentos: primero concibiéndolo, luego dándolo a luz”.
DOS
MATERNIDADES INCOMPLETAS
El cardenal Cantalamessa se refirió además a lo que llamó “dos maternidades incompletas” o dos tipos de interrupción de la maternidad. Uno referido al aborto, ya sea por causas naturales o por el pecado de los hombres. Y el otro “que consiste, por el contrario, en dar a luz a un niño sin haberlo concebido. Este es el caso de hijos concebidos en un tubo de ensayo e introducidos en el útero de una mujer, o en el caso del útero prestado para albergar, tal vez mediante un pago, vidas humanas concebidas en otro lugar. En este caso, lo que la mujer da a luz no viene de ella, no se concibe primero en el corazón y luego en el cuerpo, como dice Agustín de María”.
DOS
TRISTES POSIBILIDADES EN EL NIVEL ESPIRITUAL
Por desagracia, prosiguió explicando el
predicador, “también en el nivel espiritual existen
estas dos tristes posibilidades”: “Concibe a Jesús sin darlo a luz el
que acoge la Palabra, sin ponerla en práctica; quien continúa haciendo un
aborto espiritual tras otro, formulando propósitos de conversión que luego son
sistemáticamente olvidados y abandonados a mitad de camino”.
De ahí que explicara que, por el contrario, “da a luz a Cristo sin haberlo concebido aquel que hace
muchas obras, incluso buenas, pero que no provienen del corazón, del amor a
Dios y de la recta intención, sino de la costumbre, de la hipocresía, de la
búsqueda de la propia gloria y del propio interés, o simplemente de la
satisfacción que da el hacer”.
“Nuestras obras son
‘buenas’ sólo si vienen del corazón, si son concebidas por amor de Dios y en la
fe. En otras palabras, si la intención que nos guía es recta, o al menos nos
esforzamos por rectificarla”.
Después de citar a San Francisco de Asís, quien
afirma: “Somos
madres de Cristo cuando lo llevamos en el corazón y en nuestro cuerpo por medio
del amor divino y de la conciencia pura y sincera; lo generamos a través de las
obras santas, que deben brillar a los demás en el ejemplo”. El cardenal añadió: “Nosotros, quiere decir, concebimos a Cristo
cuando lo amamos con sinceridad de corazón y con rectitud de conciencia, y lo
damos a luz cuando realizamos obras santas que lo manifiestan al mundo y dan
gloria al Padre que está en los cielos”.
Antes de concluir propuso un pequeño cambio, que
podría ser hacer silencio a nuestro alrededor y dentro de nosotros. Y recordó
las palabras del Papa Francisco cuando dijo en la última audiencia general:
“Qué lindo sería si cada uno
de nosotros, siguiendo el ejemplo de San José, pudiéramos recuperar esta
dimensión contemplativa de la vida abierta por el silencio”.
LA
MUJER
Por último, antes de desear feliz Navidad a
todos, citó una “maravillosa oración a la Virgen” del
último canto del Paraíso de Dante Alighieri, de quien en este año a punto de
concluir se celebró el séptimo centenario de su muerte, quien llamando a María,
simplemente “la Mujer”, escribió:
¡Oh Virgen Madre, oh Hija
de tu Hijo, alta y humilde más que otra
criatura, término fijo de Eterno Decreto,
Tú eres quien hizo a la
humana natura tan noble, que su autor no
desdeñara convertirse a sí mismo en su
creación.
Dentro del viento tuyo
ardió el amor, cuyo calor en esta paz
eterna hizo que germinaran estas flores.
Aquí nos eres rostro
meridiano de caridad, y abajo, a los
mortales, de la esperanza eres fuente
vivaz.
Mujer, eres tan grande y
vales tanto, que quien desea gracia y no
te ruega quiere su desear volar sin alas.
Mas tu benignidad no sólo
ayuda a quien lo pide, y muchas ocasiones
se adelanta al pedirlo generosa.
En ti misericordia, en ti
bondad, en ti magnificencia, en ti se
encuentra todo cuanto hay de bueno en las
criaturas.
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