Dios ama a todos los hombres colectivamente, como la luz del sol alumbra a toda la floresta.
Pero
Dios ama a cada hombre en singular, como la luz del sol brinda su luz a todas y
cada uno de los árboles de la floresta: «Del mas chiquito
y más olvidado tiene Dios la memoria más reciente y muy viva» (Bartolomé
de las Casas)
Si
es cierto que Cristo murió «por mi amor», no se
explica una existencia frívola.
Solo
se impone una vida responsablemente generosa.
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