«No he venido para juzgar sino para salvar» (Lc 19, 10)
El
que acoge a un hombre está colaborando en la construcción de una vida.
El
que lo juzga está hundiendo la excavadora bajo sus pies para derribarlo.
Cuando
todos los hombres tengan viviendas que les protejan del frio exterior de la
calle, si no hay el calor del amor, el frio seguirá helando a los hombres por
dentro.
Necesitamos
viviendas protegidas contra el frio de fuera y contra el frio, de dentro.
«Nuestra vocación no tiene cárceles ni reconoce condenas de nadie.
Somos hombres de paz.
Nosotros hemos firmado un protocolo con la luz y somos testigos del
amor. Quien ríe, construye, edifica o inventa está con nosotros.
Lo nuestro es salvar»
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