viernes, 29 de octubre de 2021

“BRUJAS, HISTORIA DE LA VIDA REAL”

 A veces cuando escribimos y narramos historias, corremos el riesgo en caer en el ridículo o ser tildados de mitómanos; mas es parte del juego.

Igual les contaré este suceso. Experiencia de un militar en sus épocas de postulante a entidad castrense.

José había venido desde el pueblo de Sihuas, en Ancash, a postular a la Escuela de oficiales de la guardia civil de los de 1970, Hoy Policía nacional del Perú, con los ahorros de la familia y con toda la esperanza de ingresar a la escuela. Eran tiempos en los que ingresaban los aptos, no los que tenían vara.

Él Estaba hospedado en una bodega situada en la avenida Arenales, propiedad de familiares maternos, cerca al centro comercial Risso y al actual “Tic toc”. Era mediodía y regresaba de una ardua mañana de exámenes. Al llegar al hospedaje lo encontró cerrado. Aduciendo que habrían salido a almorzar, se retiró por la zona buscando un sanitario, pues estaba con malestar estomacal. Tal vez por el estrés de los exámenes o los fuertes ejercicios.

La situación se tornó desesperante dado que no encontraba conseguir un baño, pensando en lo peor, -el hacerse los pantalones-, tocó la puerta de una vieja casona, cerca de un museo, por la avenida Cuba.

Al abrirse la puerta vio a una rara anciana cuya palidez y el rojo de sus labios llamó la atención, tanto como lo largo de sus uñas y su fea dentadura. Esta rara anciana aceptó gustosa el prestarle su sanitario, al cual ingreso José presuroso y a punto de colapsar.

Luego de calmar su necesidad se dispuso a retirarse no sin antes agradecer a la amable anciana, pero grande fue su sorpresa, pues al intentar abrir la puerta del baño se dio cuenta que estaba trabada y era imposible abrirla. Esta sorpresa se convirtió en horror al darse cuenta que había sido encerrado adrede, pues escuchaba al otro lado de la puerta una conversación referente a su edad y su peso en gancho, cual si fuera una res beneficiada.

Gritó y golpeó la puerta hasta dañar sus puños, su horror llegó al clímax cuando al trepar al tragaluz sobre lo alto del baño, logró observar una terrorífica escena en la que descuartizaban un cuerpo humano, rostizado y cocinado cual pavo y chancho al horno. Mientras que otro grupo introducía en un horno el cuerpo de un niño ya sazonado y listo para ser cocinado.

Su grado de terror era tal que apoyándose en el borde del tragaluz dio un salto incentivado por la adrenalina, logrando alcanzar un agujero en el centro del techo que hacía de respiradero y ventana, se fue corriendo despavorido por el techo. Se descolgó por el frontis de la alta y antigua casa sin reparar de la altura del techo, para luego correr espantado hasta llegar a su hospedaje familiar en donde no logró explicar su agitación ni contar lo sucedido por miedo al ridículo y las burlas.

Luego de una semana recibió los resultados de los exámenes, dándose con la alegría de haber ingresado a la escuela. Ya era un cadete, pero esta experiencia no la pudo olvidar ni contar por miedo a las burlas, tanto que egresado de alférez ya armado y uniformado regresó a esta casona antigua. Grande fue su sorpresa al encontrar un anuncio de alquiler, hacía un año que estaba desocupada. Su curiosidad fue más allá y pidió entrar a verla, comprobó que existía el forado en la pared en donde él vio un horno empotrado donde se asaban humanos ¿Qué serían? ¿Caníbales? ¿Brujos? Nunca se lo explicó. Pero cuando escucho de la desaparición de personas me viene la historia narrada por José, quien hoy es coronel y tiene un alto cargo en la PNP. Pero esa es otra historia…

De Darío Pimentel Delgado

Alexander Smith Bisso

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