La verdadera batalla ‘no es contra la carne’.
Habitualmente
informamos sobre las batallas que se suceden en el mundo a nivel de guerras,
delitos, conflictos étnicos, políticos, religiosos, batallas legales, etc.,
pero no hay que perder de vista que todos tienen una base común, una batalla a
nivel espiritual en los invisible, entre el mal y el bien, que se reproduce
inclusive dentro de nosotros mismos.
1. La guerra espiritual se refiere a la lucha
espiritual diaria entre el bien y el mal.
Satanás
existe: “el mal no es una
abstracción, sino que designa una persona, Satanás, el Maligno, el ángel que se
opone a Dios. El “diablo” (diá-bolos) es aquél que “se atraviesa” en el
designio de Dios y su obra de salvación cumplida en Cristo”. (Catecismo 2851)
Existen
espíritus malignos:
“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados,
contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las
huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6: 11-12).
En la
guerra espiritual, el campo de batalla es el terreno de nuestras almas. Tener
un conocimiento básico de la guerra espiritual es una parte importante de
conocer nuestra fe católica.
2.
Jesús ganó la victoria sobre satanás, pero nuestra lucha no ha terminado.
Satanás
ha sido derrotado pero no destruido. El enemigo ya no es una amenaza para
Jesús, pero sigue siendo una amenaza para nosotros:
“La victoria sobre el “príncipe de este mundo” (Jn 14, 30) se adquirió
de una vez por todas en la Hora en que Jesús se entregó libremente a la muerte
para darnos su Vida. Es el juicio de este mundo, y el príncipe de este mundo
está “echado abajo” (Jn 12, 31; Ap 12, 11). “Él se lanza en persecución de la
Mujer” (cf Ap 12, 13-16), pero no consigue alcanzarla: la nueva Eva, “llena de
gracia” del Espíritu Santo es preservada del pecado y de la corrupción de la
muerte (Concepción inmaculada y Asunción de la santísima Madre de Dios, María,
siempre virgen). “Entonces despechado contra la Mujer, se fue a hacer la guerra
al resto de sus hijos” (Ap 12, 17). Por eso, el Espíritu y la Iglesia oran:
“Ven, Señor Jesús” (Ap 22, 17. 20) ya que su Venida nos librará del Maligno” (Catecismo 2853)
3.
El poder de satán no es infinito como el de Dios.
Dios creó
a todos los ángeles, incluyendo al ángel lucifer, quien se convirtió en satanás
después de rebelarse contra Dios. Satanás es poderoso, pero sigue siendo una
criatura:
“Satanás, el seductor del mundo entero” (Ap 12,
9), es aquél por medio del cual el pecado y la muerte entraron en el mundo y,
por cuya definitiva derrota toda la creación entera será “liberada del pecado y de la muerte” (Plegaria
Eucarística IV, 123: Misal Romano). “Sabemos que
todo el que ha nacido de Dios no peca, sino que el Engendrado de Dios le guarda
y el Maligno no llega a tocarle. Sabemos que somos de Dios y que el mundo
entero yace en poder del Maligno”. (Catecismo 2852)
El poder
de Satán no es infinito, no es más que una criatura, poderosa por el hecho de
ser espíritu puro, pero siempre criatura. Él no puede impedir la edificación
del Reino de Dios.
4.
No estamos solos; Dios está con nosotros cuando soportamos las pruebas que
vienen con la guerra espiritual.
Dios
Padre está con nosotros. Jesucristo está con nosotros: “somos
más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Romanos 8:37).
El
Espíritu Santo está con nosotros. María, los ángeles, los santos y nuestros
compañeros miembros vivos del Cuerpo de Cristo están con nosotros.
El
Señor ofrece la gracia y la armadura espiritual:
“Vestíos de toda la armadura de Dios, para que seáis capaces de estar
firmes contra las asechanzas del diablo” (Efesios 6: 11) “Somos más que
vencedores en Cristo” (Romanos 8: 37).
Debido al
poder de Jesús, no debemos que tener miedo, pero debemos estar atentos:
“Sed sobrios y velad; vuestro adversario el diablo, ronda como león
rugiente, buscando a quien devorar; resistirle, firmes en la fe, sabiendo que
sus hermanos en la fe en todo el mundo sufren los mismos sufrimientos” (1 Pedro 5: 6-11).
5.
La oración, los sacramentos y sacramentales son medios eficaces de permanecer
íntimamente unidos a Dios y resistir la tentación, que es la táctica más común
utilizada por el enemigo en la guerra espiritual.
“No entrar en la tentación” implica
una decisión del corazón: “Porque donde esté tu
tesoro, allí también estará tu corazón [...] Nadie puede servir a dos señores” (Mt
6, 21-24). “Si vivimos según el Espíritu, obremos
también según el Espíritu” (Ga 5, 25). El Padre nos da la fuerza para
este “dejarnos conducir” por el Espíritu
Santo. “No habéis sufrido tentación superior a la
medida humana. Y fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados sobre
vuestras fuerzas. Antes bien, con la tentación os dará modo de poderla resistir
con éxito” (1 Co 10, 13). Pues bien, este combate y esta victoria sólo
son posibles con la oración. Por medio de su oración, Jesús es vencedor del
Tentador, desde el principio (cf Mt 4, 11) y en el último combate de su agonía
(cf Mt 26, 36-44)”. (Catecismo 2848-2489)
“Los siete sacramentos corresponden todas las etapas y todos los
momentos importantes de la vida cristiana: dan nacimiento y crecimiento,
curación y misión a la vida de fe de los cristianos” (Catecismo 1210)
“Los sacramentales no confieren la gracia del Espíritu Santo a la manera
de los sacramentos, pero por la oración de la Iglesia preparan a recibirla y
disponen a cooperar con a ella. “La liturgia de los sacramentos y de los
sacramentales hace que, en los fieles bien dispuestos, casi todos los
acontecimientos de la vida [...] sean santificados por la gracia divina que
emana del misterio Pascual de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, de
quien reciben su poder todos los sacramentos y sacramentales, y que todo uso
honesto de las cosas materiales pueda estar ordenado a la santificación del
hombre y a la alabanza de Dios” (SC61)” (Catecismo
1670)
Fuentes: Foundation For Priests, Signos de estos Tiempos
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