martes, 14 de septiembre de 2021

(658) 14-IX: LA SANTA CRUZ GLORIOSA

–¿SE CELEBRA EN TODA LA IGLESIA?

–En la Iglesia Oriental por supuesto. Y en toda la Iglesia latina: 14 september. In Exaltatione Sanctae Crucis. Festum.

Santa Elena, madre del emperador Constantino, peregrinó en 326 a Jerusalén, a los 80 años, en búsqueda del sepulcro de Cristo. Y tras investigaciones y trabajos, excavando en el Monte Calvario, se logró encontrar la Vera Cruz. En el lugar del hallazgo Santa Elena y Constantino mandaron construir la gran Basílica del Santo Sepulcro. Años más tarde, en 614, el rey persa Cosroes II se apoderó de Jerusalén y se llevó la Vera Cruz, colocándola bajo su trono para humillarla. El emperador bizantino Heraclio, tras quince años de lucha, en 628, logró vencerlo, recuperar el Lignum Crucis, y en ese mismo año reintegrarlo solemnemente al Santo Sepulcro el 14 de septiembre. Desde entonces quedó instaurada la fiesta en los calendarios litúrgicos, como la Exaltación de la Santa Cruz.

En Roma fue aceptada la fiesta en el siglo VII, y desde Jerusalén y Roma se difundió en los siglos siguientes por toda la Cristiandad. La solemne fiesta incluía la adoración del lignum Crucis, cuyos sagrados fragmentos se habían difundido por las más importantes Iglesias locales. En las Galias y en otros lugares se celebraba la fiesta con el nombre de Invención de la Santa Cruz (inventio = hallazgo), lo que parece confirmar que el origen de la fiesta fue tanto el hallazgo, como la recuperación física de la Santa Cruz. 

No es fácil distinguir lo que en el relato precedente hay de historia y de leyenda. En todo caso el 14 de septiembre la liturgia de la Iglesia celebra especialmente la sagrada Cruz de Cristo. «No quiera Dios que me gloríe sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo» (Gál 6,14). Es, pues, fiesta de alegría y de acción de gracias. La humanidad fue vencida en un árbol por el diablo, pero fue liberada en el árbol de la Cruz por nuestro Señor y Salvador Jesucristo, que nos redimió de la esclavitud del pecado al precio expiatorio de su sangre (cf. Heb 9,9-24). Cantemos con la Iglesia:

Vexillla regis prodeunt, – fulget crucis mysterium, – que vita mortem pertulit – et morte vitam protulit. Avanzan las banderas del Rey; refulge el misterio de la Cruz, en la que la Vida padeció la muerte, y con su muerte nos dio la vida.

* * *

Puede ser para el lector una ayuda mi artículo (235) La exaltación de la Santa Cruz (14-09-2013). Y esta otra obra mía más extensa: La Cruz gloriosa (Fund. GRATIS DATE, Pamplona 2013, 65 pgs), que en su mayor parte viene a ser una antología de textos de santos sobre la gloria de la Cruz (pgs. 21-58).. A cada uno de los santos que cito le dedico allí una o dos páginas. Aquí he elegido para este artículo solamente unas pocas líneas de cada autor..

* * *

San Ignacio de Antioquía (+107), obispo sirio camino de su martirio en Roma.

«El que está entre las fieras está con Dios. Sólo se necesita que ello sea en el nombre [por causa] de Jesucristo. Yo lo soporto todo a fin de unirme a su pasión, confortándome Él mismo».

San Cipriano (+258), obispo de Cartago y mártir.

«Tolerasteis una durísima lucha hasta alcanzar la gloria… ¡Qué espectáculo a los ojos del Señor!… Dichosa Iglesia nuestra, a la que Dios se digna honrar con semejante esplendor, ilustre en nuestro tiempo por la sangre gloriosa de los mártires».

San Cirilo de Jerusalén (+386), obispo.

«Jesús, que en nada había pecado, fue crucificado por ti. Y tú ¿no te crucificarás por él, que fue clavado en la cruz por amor a ti?»

San Agustín (+430), obispo de Hipona, norte de África.

«¡Oh, cómo nos amaste Padre bueno, que “no perdonaste a tu Hijo único, sino que lo entregaste por nosotros, que eramos pecadores” (Rm 8,32)… Por nosotros se hizo ante ti sacerdote y sacrificio: sacerdote, precisamente del sacrificio que fue él mismo. Siendo tu Hijo, se hizo nuestro servidor, y nos transformó para ti de esclavos en hijos».                         

San León Magno (+461), Papa.

«Que nuestra alma, iluminada por el Espíritu de verdad, reciba con puro y libre corazón la gloria de la Cruz que irradia por cielo y tierra… [Dijo Jesús:] “Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí. Esto lo dijo indicando de qué muerte había de morir [Jn 12,32-33]”».

San Fulgencio de Ruspe (+532), Obispo, África del Norte

«Teniendo ante sus ojos este oficio sacerdotal de Cristo, dice el Apóstol: “ofrezcamos por su medio continuamente a Dios un sacrificio de alabanza” (Heb 13,15). Y así nos exhorta San Pedro: “también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo” (1Pe 2,5)».

San Andrés de Creta (+740), obispo.

«Salgamos al encuentro de Cristo, que vuelve hoy de Betania, y por propia voluntad se apresura hacia su venerable y dichosa pasión para poner fin al misterio de la salvación de los hombres… Por la Cruz, cuya fiesta hoy celebramos, fueron expulsadas las tinieblas y devuelta la luz. Celebramos hoy la fiesta de la Cruz y, junto con el Crucificado, nos elevamos hacia lo alto, para que dejando abajo la tierra y el pecado, gocemos de los bienes celestiales. Tal y tan grande es la posesión de la Cruz».

San Bernardo (+1153)

«El martirio de la Virgen quedó atestiguado por la profecía de Simeón y por la misma historia de la pasión del Señor. “Éste está puesto –dice el santo anciano refiriéndose al Niño– como una bandera discutida; y a ti –añade dirigiéndose a María– una espada te traspasará el alma” (Lc 2,34-35). Regina martyrum.

San Francisco de Asís (+1230)

«Le rogaron sus discípulos a San Francisco que les enseñara a orar… Y contestó: “cuando oreis, decid: Padre nuestro, y también: Adorámoste, Cristo, en todas las iglesias que hay en el mundo entero, y te bendecimos, pues por tu santa Cruz redimiste al mundo”».

San Buenaventura (+1274)

«Muramos, pues, y entremos en la oscuridad, impongamos silencio a nuestras preocupaciones, deseos e imaginaciones. Pasemos con Cristo crucificado de este mundo al Padre, y podremos decir con Felipe: “eso nos basta” [Jn 14,8]. Y con Pablo: “te basta mi gracia” [2Cor 12,9]».

Santo Tomás de Aquino (+1274)

«Todo aquel que quiera llevar una vida perfecta no necesita hacer otra cosa que despreciar lo que Cristo despreció en la cruz y querer lo que Cristo quiso. En la cruz hallamos el ejemplo de todas las virtudes».

Beata Ángela de Foligno (+1309), casada, terciaria franciscana, ocho hijos

«La perfecta alegría» (San Francisco, Florecillas 1,7). «Ésta es una verdad tan grande como desconcertante: en esta tierra sólo es posible hallar la perfecta alegría en la cruz de Cristo… ¡Mirad lo que Él sufrió por nosotros! Es absolutamente indecible la alegría que recibe aquí el alma… Todo mi gozo está ahora en este Dios-Hombre doliente».

Santa Brígida (+1373), sueca, ocho hijos, fundadora religiosa.

«Alabanza eterna a ti, mi Señor Jesucristo, por todos y cada uno de los momentos que en la cruz sufriste las mayores amarguras y angustias por nosotros, pecadores… Bendito seas tú, mi Señor Jesucristo, que con tu sangre y tu sagrada muerte redimiste las almas y, por tu misericordia, las llevaste del destierro a la vida eterna».

Santa Catalina de Siena (+1380), terciaria dominica.

Estando de viaje en Pisa, cuenta su director, el Beato Raimundo de Capua, O.P., «la virgen [Catalina] me hizo llamar y, con voz queda, me dijo: “sabed, padre, que por la misericordia del Señor llevo ya en mi cuerpo sus estigmas… Es tal el dolor que siento en estos cinco puntos, en especial en el corazón, que si el Señor no hace otro milagro, no me parece posible que pueda seguir adelante y que moriré en pocos días”». Obtuvo de Dios que sus estigmas no fueran visibles.

San Juan de Dios (+1550)

A una bienhechora de sus obras: «Que siempre tengáis en vuestra memoria la preciosa sangre que nuestro Señor Jesucristo derramó por todo el género humano y sacratísima pasión, porque no hay más alta contemplación que es la pasión de Jesucristo, y cualquiera que de ella fuera devoto no se perderá con la ayuda de Jesucristo».

San Juan de Ávila (+1569)

«¿Y qué es cruz, padre? –El vecino que te persigue, hambre, pobreza, desnudez, sufrir la mala condición de las personas con quien no puedes dejar de tratar, deshonra, enfermedades, trabajos, cualesquiera que sean. Y todo esto no es nada: tú mismo te eres cruz, tú mismo te persigues… cada vez que ofendes a Dios».

Santa Teresa de Jesús (+1582)

Dice de Cristo: «¿Qué fue toda su vida sino una cruz, siempre [teniendo] delante de los ojos nuestra ingratitud y ver tantas ofensas como se hacían a su Padre, y tantas almas como se perdían?»…  «En la cruz está la vida y el consuelo – y ella sola es el camino para el cielo»…

San Juan de la Cruz (+1591)

«“Mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt 11,30), la cual es la cruz. Porque si el hombre se determina a sujetarse a llevar esta cruz… hallará grande alivio y suavidad para andar este camino así, desnudo de todo, sin querer nada. Pero si pretende tener algo, ahora de Dios, ahora de otra cosa con alguna propiedad, no va desnudo ni negado del todo, y así, ni cabrá ni podrá subir por esta senda angosta hacia arriba»… «La puerta es la cruz, que es angosta, y desear entrar por ella es de pocos, mas desear los deleites a que se viene por ella es de muchos».

San Pablo de la Cruz (+1775), fundador de los pasionistas.

«Es cosa muy buena y santa pensar en la pasión del Señor y meditar sobre ella, ya que por este camino se llega a la santa unión con Dios. En esta santísima escuela se aprende la verdadera sabiduría: en ella han aprendido todos los santos».

Santa Rosa de Lima (+1617)

«El divino Salvador, con inmensa majestad, me dijo: que todos sepan que la tribulación va seguida de la gracia; que todos comprendan que la medida de los carismas aumenta en proporción con el incremento de las fatigas. Guárdense los hombres de pecar y de equivocarse: ésta es la única escala del paraíso, y sin la cruz no se encuentra el camino de subir al cielo».

San Luis María Grignion de Montfort (+1717)

«Alegraos y saltad de gozo cuando Dios os regale con alguna buena cruz, porque sin daros cuenta, recibís lo más grande que hay en el cielo y en el mismo Dios. ¡Regalo grandioso de Dios es la cruz!… San Juan Crisóstomo decía: “Si así me fuera dado, yo dejaría el cielo con mucho gusto para padecer por el Dios del cielo”». «Jamás os quejéis voluntariamente, murmurando de las criaturas de las que Dios se sirve para afligiros».

San Juan Eudes (+1680)

«La Cruz, y todos los misterios que se realizan en la vida de Jesús, han de realizarse en los miembros de Cristo… Porque los misterios de Jesús no han llegado a su perfección y plenitud. Han llegado, ciertamente, a su perfección y plenitud en la persona de Jesús, pero no en nosotros, que somos sus miembros… Y el Hijo de Dios ha determinado consumar y completar en nosotros todos los estados y misterios de su vida»

Santa Teresa del Niño Jesús (+1897)

Primera comunión. «Después de comulgar sentí nacer en mi corazón un gran deseo de sufrir… Hasta entonces había sufrido sin amar el sufrimiento; pero a partir de ese día, sentí por él un verdadero amor. Sentía el deseo de no amar más que a Dios y de no hallar alegría fuera de Él…. [Ahora] mi consuelo es no tenerlo en la tierra… Desde hace mucho tiempo, el sufrimiento se ha convertido en mi cielo aquí en la tierra».

Beato Charles de Foucauld (+1916)

«¡Ay Dios mío, hazme llorar de dolor sobre ti, hazme llorar de gratitud y de amor, y haz que llore sobre mí mismo y sobre mis pecados, que tú expías con tantos tormentos!… ¡Amemos a Jesús, que nos ha amado hasta sufrir tanto por nuestro amor, hasta sufrir tanto para redimirnos y santificarnos!… Dios mío, cómo nos has amado… Queramos amarle como Él nos ha amado»… Per Crucem ad lucem: «Haz que la docrina de la cruz resplandezca a mis ojos, y que me abrace a ella».

Beata Concepción Cabrera de Armida (+1937), mexicana casada, nueve hijos, fundadora de varias «Obras de la Cruz»

«El que es el Amor quiere hacernos felices por medio de la Cruz, escala única que después del pecado nos conduce, nos aprieta, une e identifica con el mismo Amor… ¿Por qué, ay, el lamentable engaño de que las almas huyan de la Cruz y, por tanto, del amor, haciéndose desgraciadas?»… Desde la Pasión de Cristo, «van tan unidos el amor y el dolor, que el que sufre ama y el que ama se goza en el sufrimiento».

Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein) (+1937), mártir carmelita.

«Ayudar a Cristo a llevar la cruz proporciona una alegría fuerte y pura… El sufrimiento humano recibe fuerza expiatoria sólo si está unido al sufrimiento de la cabeza divina», Jesucristo… Hoy «los seguidores del Anticristo deshonran la imagen de la cruz y se esfuerzan todo lo posible para arrancar la cruz del corazón de los cristianos. Y muy frecuentemente lo consiguen».

San Pío de Pietrelcina (+1968)

Un sacerdote testigo de la Misa del P. Pío: «Desde el primer momento en que hace la señal de la cruz, y en toda la celebración, se ve que está participando plenamente, con toda la emoción vital posible, en el misterio de la Pasión de Cristo… Parecía que el Divino Crucificado se unía con unión intensísima con el fraile estigmatizado, crucificado también él en su carne con Cristo»…  P. Pío: «¡Cuántas profanaciones en tu santuario! ¡Oh, Jesús mío! ¡Perdona! ¡Baja la espada! Y si debe caer, que caiga sobre mi cabeza!… Castígame a mí y no a los demás!».

 * * *

«Los enemigos de la Cruz de Cristo» (Flp 3,18), innumerables hoy en Occidente, han causado la apostasía de las antiguas naciones cristianas.

Ave, Crux, spes unica.

José María Iraburu, sacerdote

No hay comentarios:

Publicar un comentario