martes, 3 de agosto de 2021

¿TE SIENTES PERDIDO TRATANDO DE ENTENDER CUÁL ES TU VOCACIÓN? 5 PUNTOS QUE NECESITAS MEDITAR

 Desde que somos pequeños, en ambientes católicos, empezamos a escuchar muchas preguntas sobre nuestra vocación y espero que puedas ahorrarte un poco (o mucho) de angustia con estas notas que he ido recopilando en la oración y en la experiencia de la vida.

«¿Dónde, cómo y cuándo me quiere Dios?, ¿aquí o allí?, ¿será pecado no saber?, ¿por qué sufro en lugar de disfrutar mi búsqueda de vocación?».

1. NUESTRA GRAN VOCACIÓN: LA VIDA

Hemos sido llamados a la vida, Dios nos envía a vivir antes que a cualquier otra cosa. ¿Lo habías meditado? Si a algo debemos responder sí o sí es a vivir, porque sin haberlo merecido nuestro Creador quiere que estemos aquí y ahora.

Si de pronto te entra la ansiedad por no saber tu vocación: trae a tu corazón esta hermosa verdad.

2. VOCACIÓN A AMAR Y SER AMADO

Es preciosa esta frase polémica de san Agustín de Hipona: «Ama…y haz lo que quieras». ¡Es preciosa! Si amamos ya lo que venga después estará respondiendo a Dios naturalmente.

Jesús no era el clásico maestro de la ley, ni el clásico profeta, ni el clásico judío… los títulos no importan tanto si nuestra vida es canal de amor.

3. VOCACIÓN A SER… YO

Varios santos lo mencionan. Santa Teresita decía: «Si todas las flores quisieran ser rosas… Eso mismo sucede en el mundo de las almas, que es el jardín de Jesús… La perfección consiste en hacer su voluntad, en ser lo que Él quiere que seamos».

San Francisco de Sales menciona: «No te compares. No desees ser sino lo que eres ¡y sélo bien!». A veces sufrimos no porque no sepamos decirle que sí a Dios… sino porque le estamos diciendo que sí a algo que no nos está pidiendo.

Si tengo talento y soy feliz haciendo música, pero yo me creo que lo valioso sería hacerme médico para ayudar mucha gente… O si tengo habilidad para la política pero creo que meterme de monja es más humilde….

Tanto valor tiene ser madre como ser monja, ser Papa como ser… papá. «Dios no mira las apariencias sino los corazones» (1 Samuel).

Dios no quiere que finjamos o que nos «disfracemos» con tal o cual vocación: desde lo que ya somos podemos cumplir con su llamado.

Ocupémonos entonces en descubrir quiénes somos y qué dones tenemos para con eso darle a Dios es «sí»… Y decir también «sí» a quien soy yo.

4. «SE HACE CAMINO AL ANDAR»

¿Recuerdas el pasaje en que una mujer cananea le ruega a Jesús que libere a su hija de un demonio y Jesús pasa de largo? «Yo solo he venido por las ovejas de Israel».

La mujer le dice: «También los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos». Y Jesús se sorprende. El mismo Jesús va descubriendo su vocación, su llamado, su misión, mientras va en camino.

Así nuestra vocación no es algo que se revela hoy o en mi temporada de discernimiento, sino que se va desplegando a medida que voy dando pasos.

No nacemos con un manual, ni se supone que Dios nos lo de mientras más pasamos intentamos discernir. Discernir también se hace mientras vivimos.

Dios respeta nuestros procesos y de hecho ama sorprendernos. Nosotros solo nos limitamos, pero Él ama expandir nuestros horizontes.

No te armes una película de quién debes ser ni como quién debes verte para sentirte «santo». La santidad es un camino, la vocación un misterio.

5. VOCACIÓN A SER FELIZ

Todo buen padre quiere que sus hijos crezcan plenos, felices, ¿no?

«¿Acaso alguno de ustedes daría a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿O le daría una culebra cuando les pide un pescado? Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡con cuánta mayor razón el Padre de ustedes, que está en el cielo, dará cosas buenas a los que se las pidan!» (Mateo 7).

Nuestra vocación tendrá sus dificultades, complicaciones y sacrificios… pero Dios jamás pretende que sea un camino de infelicidad, ¿qué tipo de padre malvado sería?

Jesús era feliz, sí, al grado que llegó a la cruz sabiendo que su misión se consumaría en esa entrega. Pero no fue Jesús buscando que lo apresaran, lo mataran, lo torturaran.

No se trata de autoflagelarnos el mensaje del Evangelio. Mi amor no se mide en cuestión de cuánto sufro, cuánto lloro, cuán pesado es mi día.

Sino en el amor que le pongo. Unos padres por amor a sus hijos se despertarán a media noche para mirar si están bien, pero por amor, no por mero flagelo.

O un novio viajará 10 horas en avión para llegar a visitar a la chica que ama, no porque sí, sino porque le nace, el amor lo mueve. Dios no te está pidiendo algo que te haga daño mental, espiritual ni físico.

Así que si en este camino de vocación te sientes perdido, frustrado o ansioso, recuerda que lo primero a lo que estás llamado es a vivir, a servir y a amar.

Escrito por Sandra Estrada

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