Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net
Nada se sabía de la Madre de Jesús. Vivía en
Nazaret. Oculta a los ojos de los hombres, pero no a los ojos de Dios. Más
adelante contará Ella misma los hechos que la llevan a la maternidad, y a
descubrir su vocación y su misión en la vida y en los planes de Dios. Hasta la
anunciación del arcángel Gabriel, María de Nazaret era una mujer israelita
perfectamente desconocida. Su vida trasciende la historia por el libre y
amoroso cumplimiento de la misión que le fue asignada desde la eternidad y que
Ella conoció a través del arcángel.
INFANCIA DE MARÍA
Nace en una familia de la tribu de Judá; sus padres se llaman Joaquín y
Ana. Diversas tradiciones nos la sitúan muy pequeña en el Templo donde aprende
la Sagrada Escritura a un nivel no usual a las mujeres de Israel. Pero lo
importante era su trato con Dios desde el principio. En su infancia, o primera
adolescencia, es cuando percibe con claridad que Dios le pide vivir virgen por
amor a Dios. Su vida de oración es intensa para poder descubrir algo
infrecuente: la entrega total prescindiendo de algo
tan bueno, y tan bendecido por Dios en todos los libros santos y en la
conciencia de los humanos, como el matrimonio y la maternidad. Pero Dios
quería de Ella ese modo de vivir que es amar con el corazón indiviso, sin
anticipos de cosas buenas, en oblación total. Más adelante, Jesús dirá que no
todos entienden estas cosas. Pero Ella entiende porque, aunque no lo sepa,
desde su concepción tiene un privilegio especialísimo: no
estar afectada por el pecado original y estar, por tanto, llena de la gracia de
Dios. Ella es amada de Dios de un modo nuevo, en previsión de los
méritos del que será su Hijo. Ella no lo sabe, pero sí sabe que tiene una gran
intimidad con Dios, que le ama de un modo pleno, que bebe sus palabras y
sintoniza plenamente con el querer divino.
LOS PLANES DE DIOS
Cuando cumple trece años, sus familiares, siguiendo las costumbres del
momento, deciden poner los medios para que se case del mejor modo posible. Para
eso miran entre los varones de la tribu, y descubren uno que tiene todas las
condiciones: José, vecino también de Nazaret. Era justo, es decir, cumplidor de
la ley, honrado, trabajador, piadoso. Un buen hombre a ojos de todos, que puede
encajar muy bien con el carácter de María. Los planes de Dios siguen su curso.
Ahora podrá ser Madre virginal protegida a los ojos de todos por el Matrimonio
con José.
EL SALUDO DEL ÁNGEL
Al poco tiempo acontece uno de los momentos culmen de la historia de los
hombres. María está en su casa, probablemente, recogida en oración. Cuando, de
repente entró un ángel. Quizá es una aparición con el resplandor de los que
están en la vida eterna cerca de Dios, quizá es más sencillo. Poco importa el
modo; pues lo sorprendente son sus palabras: "Alégrate,
llena de gracia, el Señor es contigo Ella se turbó al oír estas palabras, y
consideraba qué significaría esta salutación"(Lc).
MOMENTO SOLEMNE PARA LA
HISTORIA
Aquel fue un momento solemne para la historia de la humanidad: se iba a
cerrar el tiempo del pecado para entrar en el tiempo de la gracia; se pasa del
tiempo de la paciencia de Dios al de mayor misericordia. La creación entera
está pendiente del sí de una joven israelita. Es un momento de gran alegría en
los cielos y en la tierra, llega al mundo un gran amor divino. Dios habita en
su alma de un modo pleno, gozoso, amoroso. Ella es la hija de Dios Padre que
siempre ha correspondido al querer de Dios. María se sorprende, pero sin perder
la serenidad, pues reflexiona sobre el significado de estas palabras. Respeto y
sorpresa. “¿Es de Dios lo que oigo?”.
NO TEMAS
El ángel, llamado Gabriel, nombre que significa "fuerte
ante Dios", espera; y tras un breve silencio, pronuncia las
palabras de su embajada: "No temas, María,
porque has hallado gracia delante de Dios: concebirás en tu seno y darás a luz
un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande y será llamado Hijo del
Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará
eternamente sobre la casa de Jacob, y su Reino no tendrá fin"(Lc).
El "no temas" es la introducción
que usa la Escritura para las vocaciones de divinas, es como decir: escucha con atención, lo que vas a oír es Palabra de
Dios. Y luego la gran sorpresa: por especial
gracia de Dios concebirá, dará a luz, pondrá por nombre al futuro rey de
Israel, al Hijo de David que tendrá un reino eterno. El momento tan
esperado en Israel de la venida de un salvador ha llegado. La virgen profetizada
por Isaías es Ella. Comienzan, si María quiere, los tiempos tan esperados de la
gran misericordia de Dios.
María escucha, piensa, y pone una objeción no de resistencia, sino de no
entender como Dios le puede pedir dos cosas que son incompatibles para el ser
humano: la virginidad y la maternidad. ¡Era tan
clara la llamada a ser virgen!
LA RESPUESTA DE MARÍA
"María dijo al ángel: ¿De qué modo
se hará esto, pues no conozco varón?". "Respondió el ángel y le dijo:
El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su
sombra; por eso, el que nacerá Santo, será llamado Hijo de Dios. Y ahí tienes a
Isabel, tu pariente, que en su ancianidad ha concebido también un hijo, y la
que era llamada estéril, hoy cuenta ya el sexto mes, porque para Dios no hay
nada imposible"(Lc). El ángel ha respondido a la duda, María
ve, ahora, la llamada anterior compatible con la maternidad que se le pide.
Dios quiere que su Hijo no sea un hijo de la carne con un padre humano, sino
sólo de Mujer. La única Mujer totalmente dócil a su querer.
"HE AQUÍ LA ESCLAVA DEL
SEÑOR"
El tiempo se detiene. María reconoce el querer de Dios para Ella: su
colaboración libre en una empresa divina. Percibe que su maternidad va ser de
una calidad especial; ser la madre del Rey de Reyes, del Salvador, pero sobre
todo ser madre del Hijo del Altísimo, ser madre de Dios; porque la maternidad
hace referencia a la persona, y Ella introducirá al Hijo sempiterno en la vida
de los hombres. María tuvo que ser plenamente consciente de lo que estaba
pasando y de lo que se le pedía: no será un elemento pasivo en la gran tarea de
la redención. Y, desde una inteligencia preclara, sin la tiniebla del pecado,
ve con claridad meridiana la grandeza de lo que se le pide. Aunque tendrá
conocimiento más claro en la profecía de Simeón. Pero ve, sobre todo, el gran
derroche de Amor en el mundo. El mundo espera su respuesta. La espera Adán y
Eva desde el seol, la esperan los
patriarcas, los ángeles, el cielo está en suspenso ante la respuesta de María.
Los segundos se hacen eternos. Cuando de pronto surge de su boca el sí con
acentos de entrega y fe consciente y amorosa:
"Dijo entonces María: He aquí la esclava del
Señor, hágase en mí según tu palabra. Y el ángel se retiró de su
presencia"(Lc).
Y el Verbo se hizo carne en sus entrañas virginales. El Espíritu forma la
humanidad de Jesús y la une al Verbo. La Humanidad llega a su punto más alto: Dios se ha unido al hombre en Jesús. No hay cumbre
mayor a partir de entonces. Y el gozo embarga el corazón de María llena de
Dios, que además de hija de Dios Padre, es, desde entonces, Madre de Dios Hijo.
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