¿Qué dirá el balcón?
¿Qué
dirá esa campana?
¿Qué
dirán los viejos muros y las rejas centenarias, y las casas solariegas y las
huertas perfumadas, y las torres silenciosas de la calle solitaria?
¿Qué
dirán aquellas pampas y los pastos de ese valle, los caminos polvorosos y hasta
el viento de la tarde, y los cerros pedregosos, las arenas de las playas,
y
ese río que murmura y también a veces calla?
¿Qué
dirá el balcón?
¿Qué
dirá esa campana?
Una tarde
cuando Huaura dormitaba, entregada a los dulzores de la siesta, iba yo por la
calle solitaria, y de pronto, la mano del ensueño, sacudiendo las cosas
empolvadas, me llevó hasta épocas pasadas.
Sin que
nadie me sintiera, sin que nadie lo notara, penetré a los zaguanes y a los
patios empedrados, y sentí el chirrear de los portones y los goznes oxidados, me
miré en el espejo del aljibe, donde tantos se han mirado.
Y esos
muros y esas rejas y los patios empedrados, y el espejo del aljibe y los goznes
oxidados, lentamente… con la voz casi apagada me contaron muchas cosas de la
épica jornada.
Y sentí
el ulular de los clarines y los golpes de tambores redoblados, los nerviosos
relinches de los potros y los pasos marciales de soldado.
Y
surcaban el cielo las palomas y airosas flameaban las banderas, fulgía el sol
de los aceros, de apuestos y bizarros granaderos.
De
repente se engrandecen los tumultos y humedecen las miradas.
Hay
repiques de campanas y estallido de granadas, y pañuelos que se agitan y
gargantas anudadas, y en las almas la alegría de sentirse libertadas.
Y esa voz
que remeció los Andes y acalló el murmullo de las aguas, esa voz resuena
todavía: en los valles apacibles, en las
pampas dilatadas, en las selvas ignoradas.
Y al
mirar esas reliquias por la gloria coronadas, al silencio le pregunto con la
voz entrecortada:
¿Qué
dirá el balcón?
¿Qué
dirá esa campana?
Poema de Flor de María Drago Persivale.
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