sábado, 5 de junio de 2021

LOS PRIMEROS ESCLAVOS NEGROS QUE LOGRARON LA LIBERTAD Y POR QUÉ DESAPARECIERON DE HUAURA

 En la organización del grupo de voluntarios que se presentaron en Huaura para luchar por la independencia el generalísimo don José de San Martín comprendió que los mejores hombres para la causa de la libertad, no solamente eran los descendientes de los incas, por siglos despojados de su libertad y de sus bienes, sino también los negros, esclavos a los cuales no se les reconocía ningún derecho humano. Ofreció libertad a todos los morenos que se presentaran voluntariamente a luchar por la independencia del Perú.

De la multitud de esclavos negros que se presentaron, de las haciendas vecinas, fueron escogidos cien fornidos morenos, que integraron las guerrillas que sitiaron por hambre a la capital virreinal. Grupo que llegó a ser conocido como los "Inocentes".

Español que encontraban conspirando ipso-facto lo ajusticiaban, colgándolo. Represalias por sus 300 años de opresión. Luego, manifestaban ser inocentes de estos hechos.

Después de sellada la Independencia, cumpliendo el ofrecimiento hecho por el Libertador San Martín, los sobrevivientes de esta magna epopeya, al llegar a Huaura fueron dejados libres.

Estos libertos y sus familiares, dejando las haciendas, se establecieron a un lado del río, en el extremo sur de la calle Real de Huaura. Relatan los abuelos haber oído contar a los viejos que desde esa fecha este lado del río comenzó a oscurecerse antes del tiempo previsto.

Con el advenimiento de la libertad la población de Huaura quedó integrada de blancos, indígenas y negros. Cada raza inició su vida, según su propia idiosincrasia. Sin credos ni falsos pergaminos, a quienes rendir culto o pleitesía: "Sólo a Dios y a la Ley". Exclamaciones bulliciosas y cajoneras a todo dar se escuchaban hasta el amanecer los fines de semana en los barrios de los negros, adonde poco a poco fueron concurriendo los blancos en pos de las morenas salerosas. Pero éstas, fieles a su raza y sobre todo resentidas por el abuso del amo blanco, no querían saber nada con sus antiguos opresores. Lo que dio lugar a que en pocos años aumentaran los mandigas, "oscureciendo" aún más la calle Real. Pero en menos de lo que canta un gallo y como por arte de magia desaparecieron.

Como todo tiene su razón de ser, veamos lo que pasó: Desde la época de la Colonia se tenía una tradición en la celebración de la fiesta de Cuasimodo. Después de carnavales culminaba con solemne procesión al Señor.

Los negros del lugar se sumaron a esta fiesta con un festejo. Un grupo de bailarines cubiertos de máscaras que representaban a toda la diablería.

El año 1840, siguieron contando los viejos abuelos, comenzó a celebrarse en Huaura la fiesta de Cuasimodo. Con el baile de negros, que tomó el nombre de “Danza de los Diablos".

Ese día, siguiendo la tradición, amaneció la calle Real cubierta de floridos laureles, verdosos sauces y plantas de plátanos. Todo sembrado al frente de cada casa, aromatizando el ambiente por donde iba a pasar la procesión.

Desde muy temprano, para no perderse nada de la fiesta, la negrería copó parte de la plaza mayor donde estaban las vivanderas, no dejándoles ni anticuchos ni picarones. Así todos se sumaron a esta festividad, que recién se vivía en Huaura: La procesión seguida, por la "Danza de los Diablos".

Con gran recogimiento avanzaban las beatas implorando al Señor la salvación de su alma, que creían perdida por los pecados cometidos durante los carnavales, ofreciendo no volver a caer en tentación. Pero, detrás de ellas venían los diablos tentadores. Danzando al son de las quijadas de burro, que las hacían sonar fuertemente al frotarlas una con otra. Produciendo un ritmo característico: chaca... chaca...

El diablo mayor, un fornido y horripilante demonio avanzaba a prudente distancia de la procesión, dando grandes saltos y haciendo restallar en el aire la punta de un largo látigo. Siguiéndolo como su sombra, iba un diablito bailando al son de los chasquidos. Al pasar la imagen por la plaza mayor, algunas morenas siguieron la procesión con gran recogimiento, pero la mayoría se quedó a ver pasar a los diablos. Al llegar éstos, corrieron a verlos estrechando la calle, pero luego huyeron despavoridas al ver de cerca las horripilantes máscaras, cachos y rabos de los diablos. Dando grandes saltos pretendieron cogerlas. Al ingresar la imagen al templo, los diablos en el atrio iniciaron una frenética danza.

El diablo mayor, seguido del diablillo, pretendía ingresar al templo. Entre exclamaciones de estupor de la multitud. Rechazado por un halo de luz, cubriéndose los ojos, lanzó un horrible grito. Pegando un tremendo salto de varios metros hacia atrás. Salvándose el diablillo de no ser aplastado, que, chillando, se desplazó a sitio más seguro. Temerosos todos los diablos cesaron de tocar y bailar preparándose a huir, mirando a su jefe. Envalentonado el diablo mayor, chasquiando el látigo, se abría paso. En los momentos que las campanas comenzaron a repicar "Gloria al Señor en las alturas". Esta vez sí, despavoridos y a grandes saltos, desaparecieron...

Mientras bailaban con frenesí los diablos en el atrio de la iglesia de San Francisco, entre un grupo de mujeres había una agraciada morena abandonada, con un negrito en brazos. Implorando que volviese su marido, escuchó la voz del hijo que le pregunta:

-Mamá, mamá, donde está mi papá que tú dices que viene con la danza.

-Entre tanta gente, no lo veo -respondió la madre.

-Tía Franchica ¿tú ves a mi papito?

-Cuál de los diablos será tu padre -le respondió la tía.

-Pero mi papito no es diablo -exclamó lloroso el negrito.

-Claro que no, pero tampoco es un santo -respondió mortificada la tía.

-No fastidies a tu tía, deja de preguntar y mira la danza -dijo la madre; "Que todos somos hijos de Dios".

-La abuela que estaba cercana, sentenció: "Hecho a su imagen y semejanza pué".

Un blanquiñoso era el único que blanqueaba en esa esquina de la plaza. Pretendía a esta soberbia morena. Siendo siempre rechazado en sus pretensiones. Al escuchar a la negra que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, protestó fuertemente para que todas las mujeres ahí presentes lo escucharan:

"El diablo que todo lo que hizo Dios lo quería imitar, al ver que nos hizo a nosotros de barro, cogió también un poco de tierra, la amasó y le dio forma humana. Apurado estaba porque el día se le venía encima, puso el muñeco a secar al pie de una fogata. Al regresar al amanecer, el fuego le había chamuscado y ensortijado el pelo y el humo lo negreó. Rápido comenzó a despintarlo frotándole la cara de arriba abajo. Pero no logró hacerlo. Se le acható la nariz y le sacó bemba, porque el barro estaba fresco. Lo único que pudo blanquearlo fue la palma de la mano y la planta de los pies, donde el barro estaba seco. Soplándole en la boca se la dejó roja y le dio vida. Y así, quedó formado el negro, a su imagen y semejanza.”

Asombradas las negras por lo que acababan de escuchar. Incrédulas se santiguaban, diciendo:

-¡Jesú... Jesú... Jesú...! ¡no blasfeme uté!. Parece verdad, pero no pué ser.

-Sí puede ser, y así fue… Si no porqué el negro tiene más calor que el blanco y además apesta a azufre.

Estas palabras las acabó de convencer y corrieron espantadas ante tanta evidencia. Creyeron en verdad, que el negro era hechura del mismo diablo.

Las negras para purificarse, se entregaron a los brazos de los blancos. Los negros abandonados, huyeron a lugares más placenteros. En esta forma, desaparecieron los negros de Huaura.

De Alberto Bisso Sánchez (1992).

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