Comunista, espiritista, profanó capillas… su odio propició su fulminante conversión.
El padre Thibaut experimentó una conversión
fulminante y pasó del satanismo al sacerdocio.
El padre Jean-Christophe Thibaut, de la diócesis de Metz, es un sacerdote francés
de largo recorrido. Hijo de padres ateos y profundamente marxistas, desde niño
empezó a coquetear con el esoterismo y el ocultismo hasta
que en la adolescencia y juventud se introdujo
completamente en el satanismo y la magia
negra. Con un profundo espíritu anticatólico intentó
arrebatar la fe a un compañero creyente, pero fue él quien sucumbió y
experimentó una conversión relámpago que transformó su vida. De las garras del demonio pasó a las manos
de Dios hasta
llegar a enamorarse hasta tal punto que acabaría siendo sacerdote.
En estos
momentos, el padre Thibaut se dedica entre otras
cosas a atender espiritualmente a jóvenes, a los que también ayuda con su experiencia pasada
y su conocimiento del mal que puede provocar el esoterismo. Pero además es
escritor de varias novelas fantásticas, eso sí, completamente blancas, bajo el
pseudónimo de Michael Dor.
Este
sacerdote está espiritualmente muy vinculado al Hermano Marcelo Van, del que en ReL hemos ofrecido mucha información,
y que se encuentra en proceso de beatificación. De hecho, en Ars, donde fue
párroco San Juan María Vianney, este sacerdote francés fundó en 1999 la Fraternidad
de los Misioneros del Amor de Jesús, según la
espiritualidad del Hermano Van.
“Crecí en una familia de maestros ateos y simpatizantes comunistas. Mi
padre era profesor de inglés, marxista-leninista; mi madre, pintora y profesora
de arte, era maoísta. Sin embargo, nací en una maternidad católica
en Lille en 1960 porque estaba cerca de casa. Y me bautizaron muy rápido como
era habitual”, recuerda
sobre su infancia.
Sus
padres eran unos idealistas y convencidos marxistas. Su catecismo ya
no fue el de la Iglesia sino que le hacían aprender de memoria la doctrina
comunista. Y así fue
creciendo. En su habitación tenía un gran póster del Ché Guevara y otro con un
puño en alto cerrado que decía: “El pueblo unido
jamás será vencido”.
En 1965
sus padres querían reconquistar la tierra y se fueron a una finca en medio del
campo sin agua potable ni calefacción. Allí experimentó una profunda soledad e
incluso tuvieron que llevarle a un psiquiatra.
EL
MAYO DEL 68 Y SU INICIACIÓN EN EL OCULTISMO
Pero
llegó Mayo del
68 y sus padres enloquecieron con la “revolución”. “Mientras mis padres protestaban y levantaban
barricadas, yo leía pues su biblioteca era muy diversa. Me hacía
muchas preguntas existenciales, porque si Dios no existía, y sólo era una
proyección del inconsciente del hombre, según me decían mis padres, y la religión
era el ‘opio del pueblo’, yo tenía que encontrar respuestas en otra parte”,
relata en su testimonio.
Este fue
el momento en el que el pequeño Jean-Christophe Thibaut comenzó
siendo niño a curiosear y a acercarse a ciencias oscuras. Empezó
con la adivinación con el péndulo a través de la radiestesia.
De ahí
pasó a la metempsicosis, según la cual el alma puede estar en varios seres, y
de ahí a la hipnosis para querer volver a vidas pasadas. Sin saberlo se estaba
introduciendo en caminos peligrosos y junto a un amigo empezaron a
hipnotizarse el uno al otro llamando a los espíritus. Y éstos respondieron. “Los espíritus nos atravesaron, y surgieron poderes.
Estábamos divididos entre el miedo y la fascinación”, reconoce.
Pero
entonces, un día su amigo comenzó a hablar con voz adulta, Jean-Christophe le
grabó y al reproducírsela se quedó pálido. Esta voz decía: “cualquiera que
sea mi nombre…” y que según este
sacerdote es una firma del diablo.
Así se
fueron introduciendo en la magia. “Nos rendimos a
su poder cuando, por boca de mi amigo, con los ojos cerrados y en la oscuridad de la
habitación, adivinó las palabras que había escrito yo en una hoja de
papel metida en un sobre cerrado”, recuerda.
Ya con 18
años estos espíritus malignos les dijeron que debían hacer un viaje. “Iríamos y vendríamos en el día, sólo tenía que levantar
el pulgar para que un coche se detuviera y nos recogiera. Por orden de ellos profanamos
una capilla. ¡Qué el Señor me perdone! Estos recuerdos todavía hoy
me despiertan por las noches”, afirma el ahora sacerdote.
ESCLAVO
DE LOS ESPÍRITUS MALIGNOS
Tras
concluir el Bachillerato, Jean-Cristophe Thibaut querría haber estudiado
Literatura pero afirma que estos espíritus “me exigieron
que me matriculase en Psicología. ‘Es parte de un plan’, me explicaron”. Y obedeció.
“Cuando te introduces en la espiral del espiritismo te atraviesa por
completo. Por eso digo a los jóvenes: ‘no la toquéis nunca’. Los espíritus se volverán tiránicos
incluso en los más pequeños detalles de tu existencia, hasta el punto de
prohibirte, por ejemplo, ¡cruzar una línea blanca en la calle!”, recalca el religioso.
Ya en la
universidad se unió a la Liga Comunista Revolucionaria,
porque en el plan de su vida la destrucción era necesaria también en el ámbito
político y social. Era tal su punto de fanatización que incluso fue expulsado
de esta organización por extremista.
Pero
justo en ese momento estaba en pleno proceso de un encargo muy especial y que
él acogió con gusto. La sala de esta organización comunista se encontraba justo
encima de la capilla católica. “Esto nos irritaba
especialmente porque había más gente entre los católicos que entre los
nuestros. Como yo quería luchar el jefe me mandó ‘destruir lo católico’ pero con
delicadeza, por infiltración…”.
Tras
estudiar a sus enemigos católicos elaboró el plan. Entre ellos había un antiguo
compañero del instituto llamado Christophe. Él se haría pasar por alguien
que está en búsqueda y una vez en contacto con él le arrancaría su fe.
“Este chico tenía (eso creía yo) un defecto y lo sabía: su padre había
muerto en un accidente automovilístico unos años antes. Sería fácil para mí
atacarlo en este punto: ‘¿Dices que Dios es bueno cuando mató a tu
padre?’. Si Christophe perdía la fe, todo el grupo la perdería. Iba
a ser un trabajo rápido: este Dios que se hace hombre es bueno para los idiotas
y las ancianas que necesitan tranquilizarse antes de morir. No será difícil
hacerlo tambalear”, explica.
Así llegó
este contacto. Un encuentro semanal de algo más de media hora con él. Tras
prepararse todos sus argumentos anticatólicos se lanzaba en tromba contra él.
Pero cada día tras este debate, el joven católico le contestaba: “Lo siento, todavía tengo fe”. Y esto irritaba a
Jean-Christophe.
UNA
CONVERSIÓN TUMBATIVA
Siguiendo
esta línea de acabar con el enemigo acabó en un campamento, porque cabe
recordar que se hacía pasar por un joven que estaba en búsqueda. En aquel
campamento lograba escaparse de los tiempos de oración y de la
misa. Pero el 17 de
julio de 1979, nunca olvidará esa fecha, algo ocurrió en su interior.
“No sé exactamente por qué, pero me quedé en la oración de la tarde. Ya
de noche, a las 22.30, recuerdo haber pensado: ‘¡estoy cansado de estar
atrapado por los espíritus!’. Y luego: ‘hay algo hermoso y que transmite paz en estos
cristianos’. Y de repente me encontraba de rodillas. Esta brecha en mi muro interior fue sin duda suficiente para el Espíritu
Santo porque se precipitó por ella. ¡Estuve arrodillado dos horas! Cuando me levanté, era un creyente, un católico, creía
todo lo que profesa la Iglesia, y ¡mi corazón rebosaba de alegría!”, confiesa
en su impresionante testimonio.
El propio
padre Thibaut asegura que su conversión fue “tan
brutal como el camino a Damasco” de San Pablo, “pero
el resto tardaría un poco más”. De hecho, explica que tuvo que “descubrir la Iglesia, desde la A hasta la Z: ¡ni siquiera sabía hacer la señal de la cruz! También
necesité romper con ciertos hábitos mentales, como por ejemplo, dejar de buscar
mensajes secretos en los Evangelios… Finalmente, debía renunciar claramente a
los poderes mágicos. Me deshice de todos los grimorios (libros de magia) y
objetos relacionados con las prácticas esotéricas”.
Además, acudió al sacramento de la confesión, “muy eficaz contra las ataduras”, y
recibió una oración de liberación completa
puesto que “a Satanás no le gusta que se le escape un alma que ha atado, por lo
que hace todo lo posible por recuperarla jugando con sus debilidades…”. Por
ello, este sacerdote recomienda “ponernos en los
brazos de Cristo –en los sacramentos de su Iglesia-
y estar acompañado por un sacerdote familiarizado con este tipo de prácticas”.
Finalmente,
Jean-Christophe hizo la comunión a los 24 años y la confirmación a los 28. Mientras se producía todo esto se mudó con su familia a Metz y
en la universidad se matriculó en secreto en Teología.
Llevaba
una doble vida pues sus padres eran comunistas y profundamente anticatólicos. Decía que se iba al cine cuando en realidad acudía a misa.
Hasta que lo confesó todo y les dijo: “Soy
cristiano, hago Teología y he elegido a Cristo para siempre”.
La
respuesta de sus padres estuvo llena de desprecio y además dejaron de
pagarle los estudios. Pero él se puso a trabajar y
continuó con Teología. Mientras tanto, el antiguo satanista caminaba en todo
momento con una Biblia en su mano.
Las
preguntas no tardaron en llegar: "¿No quieres
ser sacerdote?". No, respondía siempre él resistiéndose a una llamada
que sintió durante cinco o seis años. Finalmente, su vocación se impuso aunque antes de ingresar en el seminario contó a su obispo todo su pasado, sin
ocultarle absolutamente nada, incluso la profanación de la capilla.
Y así fue como tras estudiar varios años en Roma fue ordenado sacerdote en
1992.
Desde
entonces ha sido un auténtico ciclón de la evangelización, especialmente entre los más jóvenes sabiendo lo vulnerables que
pueden ser en ese momento y la ayuda que necesitan para vencer la tentación.
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