miércoles, 20 de enero de 2021

"ALEJANDRINA GIANETTI CHINCHAY: LA DAMA DE PAMPA DE ÁNIMAS" por Julia del Prado (1991).

 En esta tierra de Huacho, más concreto en Pampa de Ánimas, hay una casa hacia el lado norte del Comedor del Cacique (fortaleza preincaica), casa bordeada de hermosos árboles frutales, donde se goza del follaje y se recuerda el pasado bucólico. Es la casa del cacique de Pampa de Ánimas, Juan de Mata Chinchay, ahí vivió hace muy poco, la señorita Alejandrina Gianetti Chinchay.

 Alejandrina, matrona de 93 años, vive cuidada por su sobrina, en la urbanización Lever Pacocha. La aproximación es con cariño y cuidado, como si se tratara de una tía abuela. Habla serenamente, me gustaría seguir viviendo allá. ¡Qué años! El abuelo era muy recto... otras épocas. La huerta de la casa muy grande entre los de 1920 a 1930 con variedad de melocotones, duraznos, higos. Los pavos reales, las gallinetas, los patos, los pavos se paseaban orondos en esta casa, época de oro y esplendor... mi abuelo era amiguero y organizaba excelentes corridas de toros.

Mi padre fue Samuel Gianetti, llegamos a ser siete hermanos. Las mujeres estudiaríamos primaria por el año de 1917, en el colegio Santa Rosa de las Madres Dominicas, íbamos a caballo, era un largo recorrido, percibíamos a nuestro trote una hermosa ciudad, tranquila, contemplábamos el mar, la arena, la serenidad. Vienen a mí varias madres del colegio tan amado... las madres: Dolores, Visitación, Asunción, Magdalena, Presentación

Recuerda Alejandrina, la Iglesia de Luriama regentada por los padres descalzos, quienes también visitaban la casa. Al pronunciar -la casa- se le mojan los párpados. En 1866 estuvo Miguel Grau, -así nos contaba mi abuelo-, su voz era fina de soprano medio. Y luego vino Ramón Castilla, incluso cuando era presidente, muy amigo de mis abuelas María del Pilar Ramos y Manuel Chinchay. el cacique de Mata Chinchay era bastante pintoresco como algunos personajes de la época, a su caballo preferido lo bautizó con el nombre de el Gran Diablo, era negro, retinto, chivillo, soberbio, bien inteligente y educado. El cacique iba donde Marcenaro y otros amigos, con éste su querido rocín.

Nosotros jugábamos con los animales y correteábamos en la huerta, las gallinetas eran bravas. Los gansos se colocaban junto a las acequias y escuchábamos el piar de la abuela para atraerlos. Se criaba ganado en las lomas... En octubre nos divertíamos con la fiesta del rodeo, en esta época seca el pasto. Nos visitaban José Bisso, Pedro Roldán, Casimiro Chilet Flores, Alfredo Luna y Peralta, Pedro Portillo Silba, Manuel Velázquez, Luis Izasi (Pico de Oro). Un día Gianetti desaparecería y el abuelo diría «se fue el gringo y dejó la cría». La bella viejecita me dice: ¿conoce usted el Sanú? Si, el cerro que está por Colorado ¿no? Mi abuelo recitaba: “Pobre de ti Perú, si se descubre la riqueza del Sanú. En ese entonces y hoy todavía, se cree que el tesoro de Lima están enterrados en el Centinela y en el Sanú.”

En los santos de ambos abuelos, de la madre, de las tías, en la Pascua, en las fiestas de las cruces se preparaba sopa huachana, arroz con pato, pavo horneado, -sabor de comilonas, de sopas... la chicha-.

El abuelo elaboraba vino con los indios, ellos se lavaban los pies y pisoteaban las uvas. También traía de las ruinas preincas trozos de oro, ropa. Un día halló un cántaro lindo de loza negra, cuando se llenaba de agua, el llanto del indio invadía nuestros oídos. Mis ojos apreciaron keros de madera con dibujos típicos, de hilos concertados.

Las apariciones, los fantasmas, los cuentos de terror, los cuentos alrededor del fogón, los cuentos de la naturaleza, del cerro del Toro producían en los nietos un mundo de encanto, magia y fantasía. Cuando mi padre estaba en mi casa, se jugaba el briscán.

Alberto Bisso Sánchez ha seguido la conversación, conocedor de una historia romántica de Alejandrina, pícaramente le extrae de sus labios, aquello de que el novio después de cuarenta años le ofreciera matrimonio, aquel bandolero, aquel hombre suyo: Federico del Solar, personaje de El último Taita, del narrador peruano José Diez Canseco.

Al terminar el diálogo, se vuelve al Huacho de la niñez y juventud de Alejandrina Gianetti Chinchay, de ese lugar que entre «Chancay y Barranca se encontraba el Paraíso Terrenal». Ciudad apacible de artesanos, pescadores, sastres y zapateros, donde los perros se amarraban con salchichas. Y en la campiña -alma de campo, en voz de caserita. Fresca oferta de alfalfas y de flores-, al decir del poeta.

Julia del Prado

En: Educación. Huacho, 12 de Set. 1991. Publicado en el libro: “Encuentro con Huacho y allende los mares” de Julia del Prado Morales (2001). Libro del Fondo editorial de la Biblioteca Nacional. Lima, Perú.Alejandro Smith Bisso

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