martes, 15 de diciembre de 2020

"EL TESORO DEL CERRO DEL TORO -LO QUE SE PUEDE HACER CON UN TESORO" de Alberto Bisso Sánchez (1988).

 En la campiña de Huacho corre una leyenda de un tesoro escondido en la Pampa de Ánimas en el "Cerro del Toro". Cuartel general en los albores de la República de famosos salteadores de caminos, como Perico Alcántara y Rosso Arce. 

Semejando a un toro, en esta pampa se ubican dos cerros, en la entrada de la quebrada se encuentra el lomo y el resto del cuerpo al fondo, todo labrado en la roca: cabeza, morrillo, cachos, pezuñas, en color rojizo.

Cuando irrigábamos esta pampa por el año 64, publiqué un relato respecto a este tesoro. Nuestro asociado de la Cooperativa Pampa de Ánimas, al tener conocimiento de esta leyenda me buscó, informando -ingeniero Jorge Hoyle- que un médico de su familia llegado de Norteamérica había traído un detector de tesoros que alcanzaba los cuatro metros, me manifestó si deseaba participar.

Una mañana se presentó el doctor con una hermosa rubia y un sobrino estudiante de ingeniería, estábamos preparados así que emprendimos la búsqueda, dejamos a la bella rubia en compañía de la señora de Hoyle. En la pampa quedó el carro hasta donde la arena nos permitió llegar, luego trepamos médanos hasta alcanzar el famoso "Cerro del Toro". Emocionado el doctor por este monumento de la naturaleza y la de ubicar el tesoro, empezó con el detector a catear los contornos del cerro sin éxito, pensó podría estar en la otra parte de la quebrada. Dejó el aparato al sobrino, trepamos al lomo del Toro para desde esta perspectiva ubicar el resto del cuerpo.

Con un sol abrasador y remolinos que levantaban nubes de arena de los médanos no divisábamos nada, en ese momento escuchamos la voz delirante del sobrino indicando haber localizado algo. Bajamos y en el lugar señalado por el sobrino, el doctor pasó el detector y una luz empezó a centellear. -¡Aquí está!-, exclamó alborozado. Nos abrazamos, festejamos el hallazgo, marcamos el sitio con piedras y regresamos.

El doctor contó a las damas lo hallado. Por los destellos el tesoro debía ser fabuloso, bailando de alegría manifestaron lo que se puede hacer con un tesoro En la tertulia narré leyendas de cuando hay mucha ambición por disfrutarlo, el tesoro se corre a otro sitio y nunca lo vuelven a encontrar. También la del "Cerro del Toro" que dicen ser que es la guarida del diablo, donde avezados brujos van a hacer pactos para sus maléficos fines.

Narré el caso de un guardián de un viñal y su propietario, éste una madrugada vio a un hombre entre los parrales apuntándole con la escopeta, lo siguió esperando cogiera un racimo para disparar y cuando iba a hacerlo se hizo humo. Le sucedió lo mismo en otra oportunidad. Le contó lo sucedido al propietario indicando el sitio, entusiasmado le respondió: -si es un entierro dejado por antiguos dueños, nos lo repartiremos. A la luz de la luna cavaron esa noche y al chocar la barreta con algo metálico vibró. -¡Lo encontramos!-, exclamó el guardián, debe ser un cofre de monedas y joyas. Pero la ambición siguió al dueño del vinal, exclamando: -¡Soy el dueño de todo, el propietario!, te daré una parte. Cuando se pusieron de acuerdo, al seguir cavando no hallaron nada. Por la ambición el tesoro se corrió a otro lugar.

Hay leyendas que narran que cuando esto sucede, para encontrarlo hay que hacer un pacto con el diablo, entregar a cambio su alma e invocarlo en el lugar respectivo, a medianoche hasta que se presente.

Esa noche partimos a Pampa de Ánimas provistos de herramientas, las señoras entusiasmadas decidieron acompañarnos. Por el camino hacían planes de lo que debía hacerse con el tesoro, viajar a París a la Casa Dior para adquirir vestidos elegantes, lo último en moda; además de perfumes, carteras, sombreros, guantes y zapatos. Luego visitar Londres, Berlín, Roma. -¡Basta ya!-, exclamó el sobrino, no hay que ambicionar nada, el tesoro se puede correr.

En el carro llegamos hasta donde la arena lo permitía, empezamos a trepar médanos, divisando al "Cerro del Toro". Era una noche clarísima, sin viento, parecía que emitía luces y su imagen se reflejaba en una nube; admirados por lo que apreciábamos, el doctor exclamó: -¡debe ser un gran tapado de monedas!, que de tiempo en tiempo emiten gases de amonio en forma de luces, deben ser muchas para que sus reflejos sé vean en esa nube.

Las señoras que habían prometido no hacer planes ante esta fabulosa riqueza, su alegría se convirtió en euforia. Ya no viajarían sólo a Europa, sino a todo el mundo. Al llegar al "cerro del Toro", en el lugar marcado las piedras brillaban. La barreta vibró una y otra vez, al penetrar al suelo, a un metro de profundidad. El doctor descendió al hoyo, al pasar el detector no sólo emitía luces sino chispazos eléctricos. -¡El tesoro está cerca!- exclamó. La euforia de las damas se convirtió en locura, bailando sobre la falda del cerro. No hay que ambicionarlo, el tesoro se puede correr. Y así sucedió. Cavando a mayor profundidad, el detector enmudeció.

Quedamos paralizados, estupefactos. Incrédulos bajamos todos al pozo. Por ningún sitio el detector emitía luces. -¡El tesoro se corrió!-, exclamé, -pero no importa vamos a recuperarlo-. Poniéndome al lado de las mujeres les dije: -Haremos un pacto con el diablo aquí, en su guarida. Y que él elija a quien quiere llevarse. Empecé a invocarlo a grandes voces. El eco retumbaba en la quebrada, el cielo se oscureció, las lechuzas chillando salían volando de sus madrigueras y en la lejana campiña, se escuchaban los ladridos de los perros. Un viento helado nos envolvió. La angustia de las mujeres, se colmó. Lloraban temerosas, implorándome: -¡No lo llamé...no lo llamé! -¿Cómo?- repliqué, no quieren este tesoro, esta riqueza que les va a dar viajes, vestidos y perfumes. Continué invocándolo. -¡Por el amor de Dios no lo llame, ya no queremos nada, nada!-

Esa madrugada esta rubia hermosísima al despedirse me manifestó: -Ha sido un verdadero placer el conocerlo. He vivido la emoción de encontrar un tesoro y no lo olvidaré nunca-.

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