viernes, 27 de noviembre de 2020

5 FORMAS DE ORAR

La oración es tratar de amor con quien nos ama.

Por: P. Sebastián Rodríguez, LC | Fuente: elblogdelafe.com

 La oración es tratar de amor con quien nos ama (Sta. Teresa), es buscar Aquel que nos busca. Cuando Jesús le dice a Pedro: “Simón, ¿tú duermes?, ¿no has podido velar conmigo una hora?” (Mc 14,37), podemos confirmar que Cristo nos busca, toca la puerta de nuestro corazón y espera que hablemos con Él. Son palabras que son “suaves en su sonido, pero penetran como el pinchazo de un aguijón” (Sto. Tomás Moro). ¿Cómo es posible que Pedro, su apóstol, su gran amigo, el primer Papa se haya dormido ante el dolor y sufrimiento de Cristo horas antes de la Pasión? Jesús no busca nada para Él, sólo piensa en el bien de Pedro y le aconseja: “vigilad y orad para que no caigáis en la tentación”.

Cada uno de nosotros nos podemos identificar con Pedro. ¿Quién de nosotros no ha ofendido a Cristo? Escuchemos a Jesús diciéndonos esas mismas palabras: vigilad y orad. Nos dice que recemos constantemente. No sólo presenta la oración como utilidad, sino como algo necesario para nuestra vida. Y cabe preguntarnos: ¿cómo es nuestra oración?, ¿la tengo realmente como algo necesario, como prioridad en mi día a día?

Los beneficios de la oración son muchos. Nos une más a Dios, nos ayuda a conocerlo y por lo tanto, a amarle más. Nos ayuda a escucharle y ver cuál es la voluntad de Él para nosotros. Cuando hablo de voluntad de Dios no sólo me refiero a lo que Él quiere que seamos, sino lo que Dios quiere que hagamos en cada momento. La oración es tomar decisiones con Dios. Es como cuando nos acercamos a un amigo para pedirle consejos al no saber cómo reaccionar o qué decidir frente a un problema o acontecimiento. ¿Qué quiere Dios de mí?, ¿qué quiere de esto?, ¿cómo quiere que reaccione?, ¿qué quiere que haga? La oración nos ayuda también a desapegarnos de las cosas materiales y enfocar nuestra mirada en lo sobrenatural (lo único necesario para la felicidad). Nos ayuda también a pensar, actuar y amar más a como Dios piensa, actúa y ama. Todo esto lo vemos reflejado en María, nuestra madre. Ella acepta ser madre de Dios en oración y es capaz de ponerse en sus manos: “hágase en mí según tu Palabra” (Lc 1). Cuando dice esto no tiene un futuro claro, no sabe qué va a pasar, ni cómo acontecerá todo lo que el ángel le ha anunciado, pero ella, mujer de oración, confía en Dios y se lanza con gran confianza a un sí de amor y dispuesta a cumplir lo que Dios le pide.

EN LA ORACIÓN CRISTIANA ENCONTRAMOS 5 FORMAS DE HACER ORACIÓN.

Está la oración de Bendición, que es pedir a Dios que nos llene de gracias. Toda bendición procede de Dios. Un padre de familia puede trazar la señal de la cruz en la frente de su hijo. Dios ve ese gesto y bendice. Pero el sacerdote, gracias a su ministerio, bendice expresamente en nombre de Jesús.

Otra forma de oración es la Adoración, es reconocer humildemente al Todopoderoso. Cuando adoramos a Dios nos damos cuenta de su poder, grandeza y santidad.

También tenemos la oración de Petición, con la cual le rogamos a Dios las cosas que necesitamos. Sabemos que Él lo sabe todo, pero de igual forma Él quiere que le pidamos con insistencia, con fe y estando abiertos a lo que Dios vea mejor para nosotros. Por ejemplo, Dios veía y sabía cómo su pueblo Israel sufría en el desierto, pero no actuó antes de haber escuchado el grito de su pueblo. Grito que significa oración, petición, aclamación a Dios.

Otro tipo de oración de petición es el de la intercesión. Rezar por los demás. Acordémonos todos los días de ganar gracias y pedir por los que nos rodean. Cuando vemos un accidente, por ejemplo, ¿suelo rezar por la pronta recuperación del afectado? Cuando veo a un mendigo pidiendo limosna, ¿rezo por él? Cuando veo a alguien que ofende a Cristo, ¿rezo? ¿O me contento con juzgarlo internamente?

Otra oración es el de Acción de gracias. Como diría san Pablo: ¿tienes algo que no hayas recibido? Todo lo que tenemos lo hemos recibido de Dios. Podemos pensar que hay cosas que las tenemos gracias a nuestro esfuerzo, está claro, pero ¿quién nos dio la voluntad para esforzarnos?, ¿quién nos dio los pies, las manos, la inteligencia, para conseguir lo deseado? Agradecer a Dios significa amar y ser humildes al darnos cuenta que somos su criatura.

Y por último, está la oración de Alabanza. Sabemos que Dios no necesita aplausos, pero nosotros sí necesitamos reconocerle como Dios. Debemos demostrar nuestra alegría de ser hijos de Dios.

Invitémonos en este periodo de Pascua a reforzar nuestra oración con Dios, nuestro diálogo con Él. Aprendamos a saber “perder tiempo con Dios”, a reservar tiempo para la oración cada día. Cuesta creerlo al inicio y sólo se confirma cuando se realiza, pero cuando uno es capaz de ir a Adoración 30 minutos cada día, a pesar del trabajo que uno tenga, de lo agobiado que uno esté por intentar sacar los pendientes, Dios no deja de bendecir. Vamos a la oración a pedir a Dios su bendición, a adorarle, a pedirle lo que necesitamos, a pedir por los demás, a darle gracias y a alabarle. Cuando uno es capaz de dejar tiempo para eso cada día vivimos mucho más tranquilos, más serenos y sin duda, nos irá mejor.

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