sábado, 17 de octubre de 2020

LA IMPORTANCIA DE HABLAR SOBRE SEXO EN EL MATRIMONIO. UNA REFLEXIÓN PARA LEER EN PAREJA

 La intimidad entre los esposos es sin duda muy importante. Se trata de un aspecto fundamental del matrimonio, que ayuda a fortalecer el amor y la complicidad entre ambos. Sin embargo, a pesar de su importancia, hablar de sexo en el matrimonio no sucede tan abiertamente.

Esta falta de apertura en la comunicación hace que muchas veces las cosas que no se dicen se terminen convirtiendo en tabú —temas de los que se nos hace difícil hablar—. Incluso lleva a llenar los vacíos que deja la falta de diálogo con las propias suposiciones, de modo que termino asumiendo que la otra persona piensa lo que yo creo que piensa.

En este artículo, me gustaría plantear algunas consideraciones que pueden ayudar a hablar sobre sexo en la pareja.

¿QUÉ TAN IMPORTANTE ES EL SEXO PARA NOSOTROS?

En un matrimonio puede ocurrir que una de las personas —o ambas— no se sientan lo suficientemente amadas por su cónyuge. Lo interesante es que muchas veces el problema no está en la falta de amor, sino en la manera de expresarlo. Es decir, hay amor, pero uno no logra manifestarlo de una forma que sea significativa para la otra persona. Y como pasa cuando no se habla el mismo idioma, al final, no se recibe el mensaje.

Esto puede ocurrir con el sexo. Ciertamente, las relaciones sexuales son un aspecto importante de la vida de la pareja. Sin embargo, el valor que cada uno le asigna no necesariamente es el mismo. De ahí que es muy importante ser conscientes no solo del valor que el sexo tiene para mí, sino de la importancia que tiene para la otra persona.

En una escala del uno al diez, ¿qué importancia le doy? ¿Qué importancia le da la otra persona? ¿Nuestras valoraciones coinciden? Si una persona le da una alta valoración, seguramente se trata de un ámbito que tiene un gran potencial para hacerla sentirse amada y valorada en la relación. Si no nos sentamos a hablar de sexo en nuestro matrimonio jamás conoceremos estas apreciaciones.

¿CUÁNDO ACCEDER Y CUÁNDO NO?

Con relación a cuándo acceder a tener relaciones y cuándo no, la idea es plantear algunos principios generales, cuya aplicación dependerá de cada pareja. Aquí entra en juego no solo la importancia que cada uno le da al sexo, sino también otros factores, como la intensidad del deseo del momento, la maternidad, el estrés del trabajo, o alguna otra situación particular. Conocer esto no va a suceder si ambos no se sientan a conversar.

En un mundo ideal, los esposos estarían siempre “sexualmente armonizados”, de forma que siempre coincidirían a la hora de desear tener relaciones. Sin embargo, esto no es así. Si se tratara de algo mutuo, no habría mayor problema. Pero si no lo es, la persona que recibe el pedido debe ser capaz de identificar cuán importante es en este momento para la otra persona tener relaciones.

Le toca valorar los distintos factores que influyen en su cónyuge —algunos de ellos señalados en el párrafo anterior—. Para esto, hay que aprender a leer al otro, prestando atención no solo a lo que expresa con sus palabras, sino también a lo que no expresa verbalmente.

Por su parte, la persona que formula el pedido debe ser también consciente de cuán difícil le resulta a la otra persona en este momento tener relaciones. Esto teniendo en cuenta cómo se conjugan en esa persona los factores antes mencionados. Aquí también es fundamental que sepa leer a su pareja en lo verbal y en lo no verbal.

¿Hasta dónde puedo insistir? ¿Hasta qué punto puedo negarme? Es algo que ambos tendrán que valorar en el momento. Y es una valoración que tienen que hacer juntos. Hablar sobre sexo es entonces una tarea para la pareja.

SABER COMPENSAR AL OTRO

Cuando los deseos de ambos no están armonizados, sea que decidan tener relaciones en ese momento o abstenerse de ellas, uno de los dos habrá terminado cediendo. Es decir, habrá renunciado al deseo del momento, o habrá accedido a poner todo de su parte para tener relaciones sin estar muy motivado. Esto no debe ser en absoluto pasado por alto.

Si finalmente ambos accedieron a tener relaciones, el cónyuge que propuso hacerlo debe ser consciente de que la otra persona está haciendo un esfuerzo para tener ese momento de intimidad. Por eso, le corresponde esforzarse también para que la otra persona se sienta cómoda, y no utilizada. Y en otro momento, buscar compensarla de una manera que sea significativa para ella.

Por otro lado, si la decisión fue de no tener relaciones, la persona que no cedió debe ser consciente del sacrificio que hace la otra persona al renunciar a sus deseos. Ese sacrificio constituye una expresión de su amor. Por eso, también debe buscar compensarla en otro momento de una forma que sea significativa para ella. Este ceder o privarse debe constituir o aportar siempre al crecimiento del amor en la pareja.

«…a través del «lenguaje del cuerpo», se constituye el signo visible de la participación del hombre y de la mujer en la alianza de la gracia y del amor, que Dios ofrece al hombre»
(San Juan Pablo II – Teología del Cuerpo)

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Escrito por Daniel Torres Cox

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