En lo que sigue hacemos algunas reflexiones sobre el proyecto de ley de eutanasia que actualmente se tramita en el Parlamento uruguayo.
EN LA EXPOSICIÓN DE MOTIVOS DEL PROYECTO
DE LEY DE EUTANASIA Y SUICIDIO ASISTIDO SE DICE LO SIGUIENTE:
“Toda persona
adulta es dueña de su propia vida y debe poder disponer de ella, mientras no
haga daño a otros. Este criterio radicalmente liberal impregna nuestras leyes,
que no castigan la tentativa de suicidio. Si alguien está sufriendo tanto como
para preferir la muerte a seguir sufriendo, nadie tiene derecho a atarlo a su
sufrimiento e impedirle liberarse de él. La libertad de la persona, atributo inseparable de la dignidad inherente
a su condición de tal, comprende el derecho a determinar el fin de la propia
vida.”
Contra eso, decimos nosotros,
que nunca se tiene libertad moral para hacer el mal. Entendemos
por “libertad moral” la ausencia de una
obligación moral en sentido contrario.
Lo que decimos, entonces, es
que estamos siempre moralmente obligados a evitar el mal moral. Pero el suicidio es un mal moral. Por tanto, estamos siempre moralmente obligados a
evitar el suicidio, es decir, no tenemos libertad moral para
suicidarnos.
La respuesta “liberal” a esta
argumentación sería que el suicidio no es un mal moral,
precisamente porque es un ejercicio de la libertad.
Si al hablarse aquí de “libertad” se hace referencia solamente a la capacidad física de hacer
algo, no es argumento válido, porque también se tiene capacidad física para
cualquiera de los delitos que nuestra ley prohíbe y
castiga.
Si se habla, por el contrario,
de “libertad moral”, en el
sentido ya dicho, esto, como respuesta a nuestra argumentación, envuelve una petición de principio, porque nuestro
argumento es justamente que no tenemos libertad moral para
el suicidio, porque éste es un mal moral.
O sea que el partidario de la
licitud moral del suicidio dice que es lícito, porque es libre, con
libertad moral, mientras que nosotros decimos que no es libre con
libertad moral, porque no es lícito.
La única forma de resolver la
contienda es determinar si, independientemente del solo
tema de la libertad del que se suicida, se puede determinar que el suicidio es o no
es un mal moral.
Y AHÍ LA RESPUESTA ES CLARA: el suicidio
es el acto
por el cual se quita voluntariamente la vida a una persona
inocente, es decir, que no tiene
por qué estar cometiendo ninguna de las graves violaciones de los derechos de
los demás que pueden justificar en algunas situaciones que se la prive de la
vida.
Por lo cual es suicidio es claramente malo desde el punto de vista moral, porque no es
otra cosa, en definitiva, que un homicidio en primera persona.
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En el “suicidio
asistido”, por tanto, el
médico coopera con la mala acción de otra persona, en
materia grave.
Esa cooperación puede
ser inmediata,
si el médico participa en la acción misma por la que la otra
persona se quita la vida, o mediata, si
solamente le suministra a esa persona los medios para que pueda hacerlo.
La cooperación al suicidio que
se autoriza en este proyecto de ley es en principio formal, es
decir, voluntaria y libre de parte del médico, implicando un
consentimiento con la mala acción del que se suicida, pues el proyecto no
establece la obligación del médico a participar en esos casos.
De hecho, aún en los casos de
cooperación mediata, el médico, que actúa libremente
al no estar obligado por lo que se prevé en este proyecto de ley, debe buscar los medios más eficaces para hacer posible que efectivamente
el paciente se quite la vida, y
debería considerar como un “fracaso” el
hecho de que por “culpa” de una instrucción
suya “errónea” el paciente no pueda matarse.
De donde que sigue que, tal
como lo prevé y presenta el proyecto de ley al menos, el médico en
estos casos busca voluntariamente la muerte del paciente, realizada por el
paciente mismo. Y entonces, se
trata de cooperación formal.
La
cooperación formal al mal es siempre moralmente ilícita, porque, por lo ya visto,
implica una voluntaria participación en la acción mala del
otro, en este caso, una participación voluntaria del médico en una
acción intrínsecamente mala, y en materia grave, del paciente.
Por tanto, el proyecto de ley
de “suicidio asistido” quita el carácter de “delito”
a una acción deliberada del médico que se realiza en perjuicio de la
vida de un ser humano inocente, es decir, que no es un injusto agresor.
Al hacerlo así, ese proyecto
de ley promueve la desprotección legal de la vida humana.
Se trata por tanto del proyecto de una ley injusta, que por lo
mismo, no puede nunca ser lícitamente votada ni aprobada ni promulgada.
Al promover o votar este proyecto de ley, por tanto, no sólo se
colabora con el mal que realizará el que se suicida, sino que se realiza directamente el mal de privar a nuestro sistema jurídico de un medio necesario para la protección
legal de la vida humana.
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LA EXPOSICIÓN DE MOTIVOS DEL PROYECTO DE LEY
CONTINÚA DICIENDO:
“La realidad
muestra que hay situaciones en las que quien quiere consciente y
deliberadamente dejar de vivir para dejar de sufrir, necesita ayuda para hacerlo, sea porque le resulta físicamente
imposible suicidarse, sea porque no quiere emplear métodos violentos para
hacerlo y no tiene acceso a otros, sea porque quiere que la ayuda médica le dé
la absoluta certeza de lograr el fin perseguido, sea por cualquier otra razón
de similar naturaleza.
La
respuesta mínima que el Estado debe dar a estos casos de dolor y angustia
consiste en no castigar a los médicos
que libremente acepten ayudar a
quienes, en las circunstancias y con arreglo a los procedimientos que la ley
determina, les piden asistencia para
dejar de vivir.”
Aquí, a partir de un supuesto
derecho al suicidio que como ya vimos no existe, se da otro salto, porque ahora ya no se trata de suicidio,
sino de matar a otra persona, es decir, de que el médico mate al
paciente.
Incluso con el “suicidio asistido”, por lo que ya dijimos, se está dando un salto,
porque tampoco en el “suicidio asistido” se
trata ya solamente del que quiere morir, sino que ahora se involucra al médico
al que se le pide que colabore con el mal.
En la eutanasia, al contrario de lo que sucede con el suicidio, el mal está ante todo y principalmente en lo que hace el médico, no
en lo que hace el paciente.
En la eutanasia no se trata de “asistir para dejar de vivir”, lo que en todo caso se podría decir del suicidio
asistido, sino de “matar”, lisa y llanamente.
En ese sentido, el artículo 1º del proyecto de ley es más claro, aunque por eso mismo, no queda cubierto por
la fundamentación que se hace en la exposición de motivos:
“Artículo 1º.- Está exento de responsabilidad el médico que, actuando
de conformidad con las disposiciones de la presente ley y a solicitud expresa
de una persona mayor de edad, psíquicamente apta, enferma de una patología
terminal, irreversible e incurable o afligida por sufrimientos insoportables, le da muerte o la ayuda a darse
muerte.”
Incluso admitiendo lo que es
falso, o sea, que la persona tiene derecho a quitarse la vida, eso no quiere
decir que tenga derecho a pedirle a otra persona que cometa un
homicidio.
Además, si se acepta esa
premisa y esa consecuencia, hay que aceptar necesariamente que el valor de
la vida humana es algo relativo, que depende de las voluntades de algunos.
Si puedo lícitamente atentar
contra mi propia vida, y si, más aún, puedo lícitamente pedir a otro que me
mate, y en ese caso él puede lícitamente hacerlo, entonces el valor de la
vida humana, de mi vida, queda reducido a ser algo subjetivo, que depende de la
estimación que se haga de él.
Y si mi supuesto y falso “derecho de propiedad” sobre mi vida me autoriza a
destruirla cuando quiero hacerlo ¿por qué no se
podrá encontrar otros “derechos”, en realidad, pretextos, que autoricen a otros
a destruirla aún contra mi voluntad?
Y una vez negado el derecho a
la vida ¿cuál es el derecho que queda en pie,
lógicamente hablando?
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Este proyecto de ley,
entonces, incluye el “suicidio asistido”, entre
otras razones, porque la estrategia argumentativa que
emplea a favor de la eutanasia se basa en el supuesto derecho al suicidio,
mediante el salto o pase de manos
que consiste en empezar hablando de alguien que se quita la vida para terminar
hablando de alguien que mata a otra persona.
Es decir, en cierto modo muestra a la eutanasia como un caso de suicidio, para poder
extender a la eutanasia la aparente “justificación”
del suicidio basada en la libertad.
Contra lo cual es claro que, ni tenemos libertad moral para suicidarnos, ni la eutanasia es un caso de
suicidio.
Néstor
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