La tradición nos enseña que el mundo se encontraba en tinieblas hasta el nacimiento de la Virgen María. Su llegada a este mundo es respuesta a las promesas de Dios y su amor infinito, que inmediatamente después de la caída, nos muestra un camino de redención, de vuelta a Él y a su misericordia.
María es esa puerta que deja
entrar la luz que todo lo ilumina, la luz de Cristo. Numerosos himnos y
oraciones han sido (y aún son) escritos para alabar la obra de Dios en nuestra
santa Madre y venerarla desde el inicio del cristianismo.
Entre la muchas oraciones y
alabanzas que existen hoy he querido escoger la «Salve
Regina». La elegí porque es una oración que nos acompaña siempre.
Culmina nuestros días en la liturgia de las horas, completa el rosario y es
nuestra oración de súplica frecuente y que desde niños aprendemos.
Es una oración tan especial e
intensa, pero pareciera que la hemos repetido tanto que sus estrofas nos
hubieran dejado de hablar. Es por eso que como recurso les dejamos esta hermosa
versión de la Salve, hecha por «Canto Católico».
Una canción hermosa que nos
permitirá siempre unirnos a María. Ojalá puedas disfrutar de ella en silencio,
en un espacio donde nadie te interrumpa o en tu momento de oración.
LA HISTORIA DE ESTA CANCIÓN A LA VIRGEN MARÍA
La historia atribuye esta
hermosa oración a la autoría de Hermann von Reichenau (1054) o Hermann
Contractus (Hermann el contrahecho), un monje benedictino que sufría de grandes
discapacidades físicas, pero de una inteligencia y dones muy grandes.
«Salve
Regina» brota de alguien que conocía el dolor físico y espiritual de cerca. Alguien muy consciente de su condición frágil y necesitada de la
misericordia de Dios. En unas breves frases nos deja
una oración para toda la vida y que perdurará en el tiempo:
«Dios te salve, reina y madre de misericordia Vida,
dulzura y esperanza nuestra. Dios te salve.
A ti clamamos los desterrados hijos de Eva.
A ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle
de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a
nosotros esos tus ojos misericordiosos;
y después de este destierro muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
Para que nos hagamos dignos de alcanzar las
promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén»
Es impresionante cómo esta
oración aunque tenga tantísimos siglos de historia nos permita hablar con tal
vigencia e intensidad a nuestra Madre. «Salve
Regina» es una oración de súplica, tan necesaria.
Cuántas veces olvidamos lo
mucho que necesitamos suplicar por la intercesión de María.
Nuestro paso por este mundo ciertamente es atravesar un valle de
lágrimas. Y quién mejor que aquella que libremente nos adoptó al pie de la cruz
para interceder por nosotros, sus hijos.
Escrito por Silvana Ramos
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