¿Cómo puedo sentirme más cerca de Dios, ¿cómo mejorar mi relación con Él?, ¿cómo sentirlo de verdad? Estas son preguntas que a veces surgen en medio de nuestra rutina, cuando pasamos por un momento difícil o cuando nos sentimos sumergidos en un desierto espiritual.
Puede que
tratemos de tener una relación más estrecha con Él, pero sintamos que nuestros
esfuerzos no dan un verdadero fruto. Por eso hemos querido compartir contigo
tres claves que te ayudarán a llevar una vida más eucarística.
Una en la que el
amor de Dios que inunda nuestros corazones cada vez que comulgamos, sea el
espejo de la misericordia del Señor.
1. ESTAR HAMBRIENTO DE DIOS
Descubrirnos
necesitados y cultivar la humildad son dos actitudes que hacen que tengamos hambre y
sed de Dios. De este modo vamos a buscar a Dios con deseo y a querer
alimentarnos del Señor.
La persona que
no se descubre hambrienta no va a buscar el alimento espiritual, la Eucaristía
le parece aburrida y monótona. Pero cuando estamos hambrientos de Dios, vamos
con gozo a recibirlo, sabiendo que necesitamos alimentarnos de Alguien que es
más que nosotros.
Si leemos los
Evangelios, vemos que las personas a las que Dios les mostraba mayor cariño y
cercanía, eran los niños, las viudas, los pecadores y los enfermos, ¿que tenían
todos en común? Eran personas necesitadas que buscaban a Jesús y Él
les daba todas sus bendiciones, simplemente
porque se dejaban amar y tenían el corazón abierto.
Por otro lado,
Jesús fue duro con los fariseos porque se creían tan buenos por sí mismos que
el amor de Dios se resbalaba por su soberbia y se volvieron impermeables a su
Dios. Jesús dijo: «Bienaventurados los pobres de Espíritu, los que se
sienten hambrientos y necesitados, porque de ellos es el Reino de Dios».
¡Qué hermoso es
poder repasar las Bienaventuranzas! Si tenemos hambre de Dios vamos a abrirle el
corazón a la Eucaristía, vamos a dejar que el permee y transforme toda nuestra
existencia.
2. SER AGRADECIDOS
Participar de la
Eucaristía nos ayuda a ser más agradecidos en la vida. La gratitud a Dios
conduce al amor a Dios, estas dos actitudes están íntimamente unidas. Hay
muchas maneras de agradecer a Dios y entre todas esas, la más grande y más elevada, la
que Jesús nos dejó es justamente la Eucaristía.
«Eucaristía» es una palabra
griega que significa «acción de gracias». Dios quiere que le demos
gracias porque sabe que si somos agradecidos, también seremos fieles a
Él.
Todos recordamos
ese pasaje bíblico en el que Jesús cura a diez leprosos y solo uno regresa a
dar gracias, ¿y
qué sucede? Jesús
alaba a esta persona. El que está agradecido sabe que ha recibido un don
gratuito y un regalo por amor.
A ti y a mí,
Dios nos ha colmado de bendiciones, de regalos inmerecidos y de un amor que no
conoce límites. ¿Ya diste gracias hoy por todo lo que te ha dado?
3. PRACTICAR LA CARIDAD
Uno de los
efectos fundamentales de la Eucaristía en nosotros es que nos hace vivir en
común unión con Dios y con nuestros hermanos.
Vivir la
caridad, el amor y la misericordia es el signo visible de que la Eucaristía
está surtiendo efecto en nosotros, que nos está transformando. El pan de vida
tiene que llevarnos a vivir la caridad fraterna, a vivir en comunión, a
preocuparnos por los otros.
San Pablo
reprendió a los cristianos de Corinto que se reunían a celebrar la Eucaristía
en medio de riñas, porque la Eucaristía es un signo de nuestra unidad como un
cuerpo. Si vas a presentar tu ofrenda en el altar, primero reconcíliate con
tu hermano.
En el Padre
Nuestro decimos: «Perdona nuestras ofensas, como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden», porque justamente la actitud Eucarística nos lleva
a estar en comunión con nuestros hermanos. Cuando Jesús se entrega tanto a
nosotros, debería surgir también en nuestro corazón el deseo de entregarnos a
los demás.
Por eso, el
comulgar nos lleva a un compromiso de amor al prójimo. La actitud Eucarística,
nos permite vivir esa entrega y sacrificio con los demás, ¿no es hermoso?
Si quieres
aprender aún más sobre la Eucaristía y cómo acercarte a ella, te recomiendo el
curso online «Conocer la Misa para amar la Eucaristía». Estoy seguro de que no te arrepentirás.
Recuerda que
para estar más cerca de Él el primer paso es ¡abrirle el corazón! Confiésale a
Dios en la oración tu deseo de conocerle, no quedarás defraudado.
Escrito por Silvia Ordoñez
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