La causa principal de la desobediencia del niño es que los padres no les mandamos correctamente.
Fuente:
www.hacerfamilia.com
Para que la obediencia sea realmente una virtud,
debe apoyarse en el reconocimiento de una autoridad. Lo que mandemos a los
niños debe ser poco y concreto, pero debe cumplirse, ya que si creemos que el
niño no va a ser capaz, mejor no pedírselo. Obedecer a última hora, con
mala cara y después de repetirle la orden no es obedecer, sino
doblegarse.
Entre los 6 y los 12 años tenemos que
esforzarnos en enseñar a nuestro pequeño a obedecer de forma inteligente, y no
por miedo a la amenaza de un enfado nuestro. Sin intención de encontrar
culpables, debemos tener en cuenta que entre las claves de la
desobediencia infantil, el papel que jugamos los padres es fundamental y
conviene reflexionar sobre la manera en que estamos enseñando a obedecer a
los niños
¿POR QUÉ NO OBEDECEN LOS NIÑOS?
En ocasiones, la causa
principal de la desobediencia del niño es
que los padres no les mandamos correctamente. Los fallos que cometemos los
adultos en el ejercicio de la autoridad suelen ser bastante usuales y suelen
responder a causas tan variadas como lógicas.
1.
Órdenes claras. Debemos
cuestionarnos si nuestras órdenes responden a una lógica o si, por el
contrario, no logran más que confundir a nuestro hijo: ayer
le exigimos que se terminase las lentejas y hoy, en cambio, le permitimos no
acabarse el filete porque tenemos prisa.
También, debemos tener en cuenta, con sinceridad,
si mamá y papá suelen coincidir en lo que le piden al niño. Quizá sea
bueno que intentemos llegar a un acuerdo entre nosotros, pues es realmente
importante que los puntos de exigencia educativos en casa sean siempre los
mismos. Solo así evitaremos confundir al niño con órdenes opuestas.
2.
Autoridad y voluntad. La obediencia no es la anulación de la
personalidad, ni el sometimiento ciego de la voluntad. Para que la obediencia
sea realmente virtud, debe apoyarse en el reconocimiento de una autoridad.
Por lo tanto, para lograr que nuestro hijo nos
obedezca "bien", en primer lugar
tendremos que conseguir que reconozca nuestra autoridad, que debe ir acompañada
de un prestigio. Si el niño percibe en ella un deseo de hacer bien las cosas,
de conseguir lo mejor para él, y es algo que puede razonar con su nivel de
entendimiento, tenderá a querer cumplir lo que se le manda, aunque luego su
voluntad haya que reforzarla con recuerdos y exigencias.
La autoridad también ha de ser fuerte. El primer
enfrentamiento entre nuestra autoridad y su voluntad tendrá lugar al poco
rato de depositar al niño en la cuna, y durará toda la vida, por lo que la
primera debe ser firme y persistente: si deseamos
que nuestros hijos recojan su cuarto a diario, será imprescindible insistir durante
el tiempo necesario hasta lograr que se acostumbren. Si lo arreglamos nosotros,
habremos perdido el tiempo.
También hemos de ser fiables, y no prometer nada
que no vayamos a cumplir, ni amenazar con nada que luego no se
mantenga. Otro requisito indispensable que debe cumplir nuestra autoridad
es la confianza en sí misma. La ausencia de autoridad en los padres
desconcierta a los hijos y les hace sufrir mucho más que la negativa a un
capricho.
APRENDIENDO A OBEDECER SEGÚN LA EDAD DEL NIÑO
A estas edades no podemos pretender una
obediencia ciega. Lo fundamental no es tanto que el pequeño haga absolutamente
todo lo que le digamos, sin más, si no que, poco a poco, vaya aprendiendo a
obedecer.
1.
De 6 a 8 años. En
esta primera etapa, nuestros mandatos tendrán que centrarse, fundamentalmente,
en actos concretos de los que el niño pueda desarrollar hábitos y virtudes.
2.
A partir de los 8 ó 9 años, la exigencia será también en el pensar, hasta
que el niño aprenda a tomar sus propias decisiones apoyándose en los valores
adquiridos.
De acuerdo con esta evolución, los padres debemos plantearnos con toda seriedad
los puntos en que iremos exigiendo a nuestro hijo en cada momento, procurando
que el esquema sea coherente y flexible, para que se adapte realmente a sus
necesidades.
CUANDO LOS NIÑOS OBEDECEN MAL
Es posible que en ocasiones nuestro hijo nos
saque de nuestras casillas, aunque cumpla nuestras órdenes. Sin ser un
desobediente nato, podemos percibir que su "obediencia"
no es precisamente una virtud, pues presenta alguno de estos fallos:
- Cumple con nuestras exigencias de forma rutinaria, pero no se plantea hacer las cosas bien.
- Su ley es la del mínimo esfuerzo.
Quiere tenernos contentos a nosotros y a su propia comodidad, así que hace
estrictamente lo que se le pide: mete las piezas del puzzle en la caja, pero
deja ésta tirada en el suelo.
- Obedece refunfuñando, con mala
cara. No quiere o no sabe buscar el gusto a actuar bien, prefiere criticar
nuestras órdenes.
- No sólo refunfuña, sino que
además busca el apoyo de sus hermanos para reforzar su oposición.
- La otra cara de la moneda:
dice que va a cumplir, pero luego no lo hace.
- Se escuda en excusas de cualquier
tipo, o esquiva su responsabilidad para justificar su
desobediencia.
- Cumple, pero no por virtud,
sino para buscar méritos que le reporten otros beneficios o premios.
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