FUERON ESCONDIDAS POR EL SACERDOTE PARA EVITAR SU PROFANACIÓN POR LOS MUSULMANES
Daroca, un pueblo medieval de Aragón que fuera aldea celta y
posteriormente ciudad romana, situado a unos 80 km de Zaragoza, fue escogido
por Dios para ser custodio de un portentoso milagro eucarístico. Aun hoy, a
pesar de la descristianización generalizada, en Daroca se celebra con
solemnidad la Semana Santa y el Corpus Christi, escribe el P. Rafael Ibarguren,
Consiliario de honor de las Obras Eucarísticas de la Iglesia, en Guadium Press.
EL
PADRE ENCONTRÓ LAS HOSTIAS EMPAPADAS EN SANGRE
Los
musulmanes, en su empeño de conquistar toda la península ibérica, merodeaban
por las cercanías de Daroca. Las tropas cristianas de Aragón se organizaron
entonces para defender y reconquistar sus tierras. Católicos de
Daroca, Teruel y Calatayud se disponían a la batalla; era el 23 de febrero de
1239.
El cura de Daroca celebraba la Misa y consagraba seis hostias destinadas
a la Comunión de los capitanes de aquellas tropas. De
pronto, un ataque del enemigo obligó a suspender la Misa, teniendo el sacerdote
que salir presuroso a un monte cercano, para esconder las formas ya
consagradas, envueltas en unos corporales.
En este
ataque los cristianos fueron victoriosos, y los comandantes pidieron al
sacerdote recibir la Comunión en acción de gracias por la victoria obtenida. El
Padre del lugar, Mateo Martínez se llamaba, fue hasta donde había escondido el
Santísimo Sacramento para evitar que fuese profanado, y encontró a las
seis Hostias empapadas en sangre y pegadas a los corporales.
CON
LOS CORPORALES MANCHADOS EN SANGRE Y CONVERTIDOS EN ESTANDARTES, NUEVAS
VICTORIAS
Los jefes
de guerra se encantaron a la vista del milagro, y lo tomaron como una señal de
que iban a ser victoriosos en embestidas futuras. Pidieron al clérigo
que levantara los corporales manchados de sangre en un marco, y erigirlos cual
estandarte. Con él volvieron a batalla, obteniendo nuevas victorias.
Los seis
comandantes eran de diferentes lugares y, naturalmente, cada uno deseaba que
los corporales fuesen a su propia ciudad, para ser honrados en la respectiva
Catedral o templo. Discutían y discutían… nadie cedía, y no se ponían de
acuerdo. Decidieron entonces hacer un sorteo. Y acabó siendo escogida la propia
ciudad de Daroca para ser la sede de aquel tesoro tan valorado.
LOS
CORPORALES SE QUEDAN EN DAROCA
Pero… dos
de los jefes no aceptaron. Entonces, fue propuesta una singular solución: se
pondrían los corporales en el lomo de una mula árabe, capturada en la
conquista, que nunca antes había pisado tierras cristianas. La dejarían vagar
durante el tiempo y los lugares que quisiese, y donde se detuviese
definitivamente sería el lugar escogido para la permanencia de las reliquias.
Se ejecutó ese plan.
La mula
con el tesoro a cuestas se puso en marcha y anduvo durante doce días una
distancia de cerca de doscientos km, bordeando ciudades, sin entrar en ninguna.
Por fin, cayó exhausta ante la Iglesia de San Marcos… ¡en
la ciudad de Daroca a la que retornara!
Allí quedaron entonces los corporales que más tarde fueron llevados a la hoy
Basílica de Santa María de los Sagrados Corporales, donde se veneran en una
capilla ornada con pinturas que evocan el milagro.
Hay
interesantes tradiciones que se han ido transmitiendo por generaciones sobre al
viaje de la mula; cuentan que en su travesía sucedieron varios milagros:
cánticos de ángeles, demonios que abandonaban posesos, conversiones, etc.
URBANO
IV RECIBE OTRA SEÑAL PARA INSTAURAR LA FIESTA DEL CORPUS CHRISTI
Pocos años después del milagro, en 1261, una comitiva de Daroca viajó a
Roma para informar a Urbano IV –Papa muy amante de la Eucaristía– sobre el
milagro eucarístico de su ciudad. Este
Pontífice era contemporáneo de la religiosa Santa Juliana de Cornillón, de
Lieja, Bélgica, que tanto trabajó por la institución de una fiesta propia para
el Santísimo Sacramento. Por entonces, Urbano IV, que antes había sido canónigo
en Lieja, se encontraba en Orvieto, donde declaró auténtico otro famoso milagro
eucarístico, el de Bolsena, e instituyó, en 1264, la Fiesta
del Corpus Christi. El milagro eucarístico de Daroca fue considerado
como una señal más del Cielo para que la Fiesta de Corpus, hoy Solemnidad,
fuese establecida.
Santo Tomás de Aquino, que providencialmente estaba en la ocasión con el
Papa, compuso himnos para la Misa propia del Corpus. Más tarde, el docto santo dominico sería nombrado
patrono de la ciudad de Daroca. Y en 1444, el Papa Eugenio IV concedió
indulgencias y jubileos a ser celebrados en Daroca. Fue este Pontífice que
declaró auténticos otros milagros eucarísticos: el de Walldurn de Alemania, y
el de Ferrara de Italia. Eran épocas de Fe ardiente…
LA
RELACIÓN FE Y MILAGROS
Alguno
podrá preguntarse, ¿por qué en
tiempos de fe robusta se daban portentosos milagros con relativa frecuencia, y
en la sociedad materialista de hoy, los milagros son tan escasos, o casi
inexistentes? ¿Acaso los milagros
no tocarían los corazones y avivarían la fe adormecida de las personas?
Claro que
no. Porque los milagros son, precisamente, regalos de Dios para las almas que
tienen fe, que están dispuestas a creer. “Si no escuchan a
Moisés y a los Profetas, aunque alguien resucite de entre los muertos, no
creerán” dijo Abrahán al
rico de la parábola que se quemaba en el infierno (Lc, 16, 31).
En todo
caso, cada día, a toda hora y en miles de lugares, sucede un milagro mucho más
grande e impresionante que todos los demás sumados: la transubstanciación. En la Misa, por las palabras de la
Consagración dichas por el propio Cristo a través de la voz del Sacerdote, y
por obra del Espíritu Santo, el pan y el vino se convierten en el Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor.
¡No
se valora debidamente este milagro supremo y se pretenden otros que serían
inútiles!
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