Para
conocer una realidad, ayuda no solo saber qué es, sino también qué no es. El día de hoy,
trataremos de entender un poco más qué es la castidad desde ambas perspectivas.
La caracterizaremos, pues, como un punto de equilibrio entre dos extremos, los
cuales constituyen sus vicios opuestos.
1. LA ACCIÓN PRECISA: LA QUE «DA EN EL BLANCO»
¿Por
qué muchas veces pareciera ser más fácil hacer el mal que hacer el bien? Aristóteles respondía diciendo
que el mal puede hacerse de muchas maneras, el bien, en cambio, solo de una.
Por ejemplo, en el tiro al blanco, uno puede errar golpeando cualquier parte
del target. En cambio, la única
manera de acertar es dando en el blanco. Y acertar no es lo más sencillo.
Esta idea muchas veces está
implícita en expresiones con las que se quiere indicar que una acción ha sido
buena: «Me diste un consejo acertado», «tuviste el
gesto preciso», etc. Una acción buena es, una acción que «da en el blanco».
Cuando actuamos, hay muchas
formas de «no dar en el blanco», las cuales pueden reducirse a dos: por exceso o por defecto. Por ejemplo, la justicia
implica dar a cada quien lo que le corresponde. Y uno puede ser injusto dando
más de lo que corresponde —exceso— o dando menos —defecto—. De ahí que toda
acción justa requiere un equilibrio: ese es el «blanco»
al
que se apunta. Lo mismo ocurre con la castidad.
que se apunta. Lo mismo ocurre con la castidad.
2. LA CASTIDAD COMO VIRTUD
En cuanto virtud, la castidad
es un hábito bueno. Como todo hábito, se forma a partir de la realización
libre, consciente y permanente de ciertos actos. Si los actos son buenos, el
hábito se denomina virtud. Si son malos, se denomina vicio. Todas las virtudes
me perfeccionan en cuanto ser humano en el ámbito en el cual se desarrollan sus
actos. De ahí que la castidad es la virtud que me
perfecciona en el ámbito del amor.
La virtud de la castidad
consiste en ordenar las fuerzas del mundo de la sexualidad hacia el amor. No es una
renuncia al mundo de la sexualidad, sino un uso equilibrado del mismo, un «dar en el blanco». ¿Y cuál es ese «blanco»? El amor. Amor entendido aquí no como un sentimiento, sino como la búsqueda del
bien y lo mejor para la otra persona.
3. CUÁNDO UNO NO «DA EN EL BLANCO» EN TÉRMINOS DE
CASTIDAD
Así como ocurre con los demás
ámbitos de la vida, en el ámbito de la sexualidad, uno puede «no dar en el blanco» de dos maneras: con un exceso en la intensidad —errar por exceso—,
o con una falta de intensidad —errar por
defecto—. De ahí que la castidad se encuentra en un punto medio entre dos
extremos. Y en la medida que los actos de dichos extremos se sostienen en el
tiempo, dan origen a vicios. Es importante conocerlos, pues esto nos ayuda a
caracterizar mejor la virtud de la castidad.
El
vicio por exceso es la lujuria. Implica ordenar las fuerzas
del mundo de la sexualidad hacia el placer, no el amor. Reconoce que el placer
es algo bueno, pero exagera su valor, convirtiéndolo en el fin supremo de la
vivencia de la sexualidad. El placer es
algo muy bueno, sí, pero la lujuria exagera su bondad y
la absolutiza.
El
vicio por defecto es la insensibilidad. Reconoce que el placer no es
el único fin de la vivencia de la sexualidad, pero se equivoca al considerarlo
algo malo. A diferencia de la lujuria, que accede desmedidamente a la energía
sexual, la insensibilidad trata de anularla, por considerarla algo malo.
4. UN PUNTO DE EQUILIBRIO
La
castidad supone un punto de equilibrio entre ambos extremos. Reconoce
que el placer es algo bueno —en esto corrige a la insensibilidad—, pero no se
trata del fin supremo de la vivencia de la sexualidad —en esto corrige a la
lujuria.
El placer, así como las demás
fuerzas del mundo de la sexualidad son buenas precisamente porque son un insumo
para el amor. Y la castidad consiste en ordenarlas a dicho objetivo, que es su
fin propio. La castidad, busca «dar en el blanco» con las
fuerzas de la sexualidad, y ese «blanco» es el amor.
Escrito por Daniel Torres Cox
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