“LA MEDIOCRIDAD ES EL ARTE DE NO TENER
ENEMIGOS” (Sofocleto)
No es un
autor de culto, tampoco figura en los textos escolares, apenas asoma en la
crítica canónica; sin embargo, Luis Felipe Ángel de
Lama, más conocido como Sofocleto, es
el escritor humorista más importante del siglo XX. Él es el último
representante de una rica tradición iniciada en la Colonia por Mateo Rosas Oquendo y Juan del Valle Caviedes, y
continuada en la época republicana por Larriva,
Pardo, Segura, Atanasio Fuentes, Palma y Leonidas Yerovi, entre otros.
Había
nacido en la calurosa ciudad de Paita el 12 de abril de 1926. Apenas cuando
tenía cuatro años fue llevado por su familia a la capital, donde estudió en colegios
importantes como los Hermanos Maristas, La Merced,
La Inmaculada (regentada por los jesuitas), San Agustín y San Andrés. A
juzgar por los estudios realizados es de presumir que tuvo una sólida formación
cristiana; pero en la práctica jamás mostró obediencia o tolerancia a los
dogmas, la rígida disciplina y la sinuosa moralidad. Estos colisionaron contra
su temperamento irreverente y contestatario, y debido a ello fue muchas veces
expulsado (en cierta ocasión, cuando tenía doce
años, fue expulsado por haber difundido una hoja escolar donde atacaba a los
curas).
EN
LOS MARISTAS DE HUACHO
Hay un
pasaje poco conocido de su formación escolar y este tiene que ver con su paso
por el colegio San José de los Hermanos Maristas de Huacho. Se conserva una
foto de él, cuando tenía 8 años de edad, al lado de sus compañeros, a raíz de
una ceremonia religiosa (Primera Comunión). Todo parece indicar que aquí empezó
a escribir sus primeros versos, y ello como consecuencia natural de su temprana
pasión por la lectura, acrecentada por las dos grandes bibliotecas que le
dejaron en herencia sus tíos abuelos. Cuando estaba cursando el 2° de primaria,
obtuvo el premio “Percentil”, “con cero errores,
entre mil palabras de ortografía difícil…” (1).
Su paso
por Huacho Sofocleto lo recordaría años más tarde en un artículo publicado en
una revista de la Universidad Católica de Lima. Fiel a su agudo ingenio lo tituló
“¿Está torcido el Derecho?”: “La primera vez que
tuve conciencia de lo que era el Derecho fue en Huacho, a los doce años, cuando
- por festejar a la hija del comisario - me acogotaron dos guardias y me
llevaron “derecho” a la comisaría” (2).
No
sabemos a ciencia cierta si a esa edad Sofocleto había concluido la primaria e
iniciado la secundaria, y si aquí lo expulsaron por haber atacado a los curas a
través de un panfleto, del cual hemos hecho referencia líneas arriba. Lo cierto
es que estuvo donde estuvo siempre se vio envuelto en problemas, no solo en su
etapa escolar sino principalmente en la adultez de su vida, ya que por su
cáustica pluma y su irreverencia contra políticos y gobernantes de turno, fue desterrado en cuatro oportunidades y encarcelado más de tres años. No hubo político o
autoridad de alguna nombradía que escapó de sus pullas y apodos. Son célebres
los endilgados, por ejemplo, a Luis Bedoya Reyes
(“El Tucán”), Juan Velasco Alvarado (“Chipi Nopo”), Héctor Cornejo Chávez
(“Corneto”), Fernando Belaúnde Terry (“Architecto”) y Javier Alva Orlandini
(“Lechuzón”).
Algunos
de su blanco eran atrabiliarios y no estaban dispuestos a tolerarle sus
majaderías y tomadura de pelo. Por eso Velasco lo deportó y Héctor Cornejo Chávez
pensó seriamente en victimarlo, según cuenta Augusto Zimmerman en su libro “Camino al socialismo” (3).
TALENTO
Y FECUNDIDAD
Sofocleto,
que se valió del trágico griego Sófocles para construir su célebre seudónimo,
fue un manantial incontenible de creación, tanto así que Francisco Miró Quesada
Cantuarias decía que el humorista había escrito más que Lope de Vega, Calderón,
Quevedo, Bécquer y sus contemporáneos. Más allá de si esta afirmación pueda
parecer hiperbólica (y de hecho lo es), libros más y libros menos, Sofocleto
escribió más de un centenar de ellos, superando incluso al mismísimo Luis
Alberto Sánchez, y convirtiéndose así en el escritor más fecundo de nuestras
letras.
De su copiosísima producción merecen
destacarse sus frases de antología incluidas en sus “Silogismos”:
• El alcohol mata las neuronas. Las neuronas que mueren son las más
débiles. Si mueren las más débiles quedan las más fuertes e inteligentes.
Conclusión: cuanto más alcohol bebo más inteligente me hago.
• Nada sale tan caro como un enemigo gratuito
• El verbo lavar no se conjuga, se enjuaga
• Nunca subo a una balanza porque sé que me va a pesar
No podemos ignorar tampoco sus definiciones
ingeniosas incluidas en su “Diccionario loco”:
• Arpía: suegra que toca el arpa
• Alienadas: locas en fila
• Antílope: enemigo de Lope de Vega
• Ánfora: especie de bacinica donde los electores depositan su
ingenuidad
• Budín: hijo menor de Buda
Pero
donde posiblemente descuelle en todo su esplendor su talento e Ingenio impar
sea en “Los cojudos” (1970), considerada con
justa razón su mejor obra y que tuvo un impresionante éxito en el Perú y
Latinoamérica. En ella, Sofocleto distingue tres tipos de cojudos:
1. Cojudos por nacimiento
2. Cojudos por contagio y
3. Cojudos por trauma cerebral (el más terrible, sin duda alguna).
De esta
obra ha dicho Enrique Planas que es “una feliz
parodia del lenguaje académico y su impostura” (4). Fiel a su estilo provocador,
ni siquiera lugares conocidos por nosotros se salvaron de su irreverencia. En
efecto, Sofocleto incluyó en el apartado “Lugares
cojudos” a las Salinas de Huacho y las Pampas de Medio Mundo. A
continuación, incluimos algunas perlas de su talento excepcional: “En el Perú, repetimos, la Cojudez tiene categoría de
religión, de himno, de leyenda, mito y casi de tabú. Lo Cojudo es sagrado,
extraterreno y místico. Lo Cojudo es nuestro. total, y definitivamente nuestro,
como la coca, el charqui, el maíz y la uta” (5).
“El cojudo llega a su clímax sobre los treinta años y alcanza la
apoteosis a los cincuenta y nueve. De los sesenta para arriba es lo que se
llama “un viejo cojudo”, lo cual significa que no le falta sino cometer la Gran
Cojudez Final, que cierre con broche de oro su carrera, antes de que algún vivo
(6) de la familia consiga meterlo en el manicomio bajo los cargos de
Arteriosclerosis Generalizada” (7).
“Al cojudo de profesión le ponen cuernos, lo estafan, lo asaltan, le
embarazan a la hija y le devuelven a la hermana. Tiene tías solteronas y va al
circo solo, porque se encandila con el payaso, el trapecio y los leones. Es
siempre el último de la cola, el que pierde la lotería por un número y camina
como pato porque sufre escaldadura crónica...” (8).
Ni su
propia familia estuvo exenta de sus mordacidades (¡Quién
podía librarse de él!). En la dedicatoria del libro estampó estas
imperecederas líneas: “A mi abuelo, don José de
Lama y Arizmendi, quien perdió los yacimientos de La Brea y Pariñas de puro
Cojudo”.
Este
hombre de pluma socarrona y estatura desbordada (medía cerca de 2 metros), que
aparte de periodista y escritor fue también diplomático y políglota culto
(hablaba inglés, portugués, francés e italiano y algo de latín y ruso),
falleció en Lima el 18 de marzo de 2004, a los 77 años de edad. Un año antes de
morir, tuvo la enorme dicha de que en su tierra lo declararan “Hijo predilecto de Paita”, y le erigieran una
estatua en su honor. Aquella vez soltó unas lágrimas de sincera emoción y
seguramente en su memoria, cual películas caóticas, se agolparon una serie de
recuerdos intensos como los destierros, las prisiones… y las expulsiones de
colegio.
Huacho, 27 de julio de 2020
NOTAS:
(1)
“Sofocleto: apuntes iniciales”, blog de Raúl Moscol León, 2 de diciembre de
2008
(2)
“¿Está torcido el Derecho?”, Sofocleto, revista Ius et veritas, N° 15 [en
línea]
(3) La
anécdota se evoca en “La dictadura velasquista amordaza a la prensa”, César
Reátegui, “Expreso”, Lima, 24 de noviembre de 2019 [en línea]
(4) "'
Los cojudos', el libro que nos recuerda las categorías en que se clasifica a
los peruanos más resistentes"', El Comercio, 29 de abril de 2020 [versión
digital]
(5)
“Enciclopedia de la conducta humana. Los cojudos”, tomo primero, Sofocleto, p.
31 [versión digital]
(6) Se ha
usado el vocablo vivo en reemplazo de otro, más fuerte y crudo
(7)
“Enciclopedia de la conducta humana. Los cojudos”, op.cit., p. 124
(8) Citado por Raúl Mendoza Cánepa en “El
chispeante e inteligente humor de Sofocleto”, El Comercio, Lima, 24 de marzo de
2014 [versión digital]
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