El satanismo es la
práctica del culto a Satanás. Más precisamente satanista es quien
explícitamente decide darse, es decir, consagrarse en cuerpo y alma a través de
un rito a Satanás, en el que normalmente se solicita de éste, placeres, éxito,
sexo y riqueza.
Estamos asistiendo en nuestra
Sociedad a una rápida disminución de la fe en Dios, lo que supone como
consecuencia que muchísima gente viva consciente y deliberadamente como si Dios
no existiera, prescindiendo y olvidándose totalmente de Él. Llevado por el
deseo de ser libre, se le ve como un enemigo de la libertad y se rechaza
cualquier dependencia de Dios, incluida cualquier norma o principio moral.
Dios me ha creado para hacerme
eternamente feliz, pero respeta mi libertad y no quiere obligarme. En el
Evangelio leemos: «El que no está conmigo está
contra mí» (Lc 11,23). Es decir, estamos con Jesucristo o estamos con
Satanás y no existe un camino intermedio. El rechazo a Dios y a Jesucristo deja
la puerta abierta para que Satanás pueda ocupar el espacio que queda vacío de
Dios y con mucha mayor razón si lo que se busca es el contacto directo con
Satanás y los espíritus malignos. Cuando desaparece la fe se produce un giro
hacia las potencias maléficas. Dios quiere que seamos sus hijos por la vía del
amor; Satanás en cambio nos ofrece una libertad desenfrenada, en cualquier
sentido de la palabra, para poder de ese modo controlarnos más fácilmente y
hacernos así sus esclavos.
El satanismo es la práctica
del culto a Satanás. Más precisamente satanista es quien explícitamente decide
darse, es decir, consagrarse en cuerpo y alma a través de un rito a Satanás, en
el que normalmente se solicita de éste, placeres, éxito, sexo y riqueza. Éstos
llevan una vida de pecado y siguen al pie de la letra las enseñanzas del
Príncipe de las Tinieblas. No son muchos en número, pero extremadamente
peligrosos y dañinos. Además no es preciso hacerse forzosamente satanista para
convertirse en servidores y seguidores del diablo, pues basta para ello seguir
de hecho los principios fundamentales diabólicos, por lo que sus almas corren
un serio riesgo de perdición.
Hay una serie de prácticas con
las que se intenta domesticar las potencias ocultas para ponerlas a nuestro
servicio. Entre ellas, la peor es la Misa negra, parodia de nuestra Misa, en la
que se adora y exalta a Satanás, y en cuya celebración no es infrecuente se
cometan pecados gravísimos. Esto sucede también en la magia, cuando se intenta
modificar el curso de los acontecimientos humanos y naturales recurriendo para
ello a las potencias demoníacas, es decir, cuando es una práctica utilizada
para hacer el mal o para influir sobre las personas o la realidad por medio del
demonio. Aquí sí hay que decir que muchísimas personas recurren a los magos y
que hay que invitarles a que se arrepientan, se confiesen y hagan el propósito
de no volver a hacer tonterías semejantes.
El espiritismo trata de la
evocación de los espíritus a través de un médium. Es muy conocida la anécdota
que cuenta Trochu en su biografía sobre el santo cura de Ars. Un día se le
acercaron tres militares y le preguntaron. «¿Existe
el Demonio?» El cura de Ars se dirigió a uno de ellos y le dijo: «Demasiado sabe Ud. que existe y que si no hubiese hecho
Ud. lo que hizo, las consecuencias hubiesen sido mucho más graves». El
hombre se quedó blanco, por lo que los otros entendieron que el Santo no
hablaba por hablar y le pidieron una explicación. El otro les dijo: «Aunque soy católico, fui a una sesión espiritista, y al
llegar a casa, tuve la clara sensación que en mi habitación estaba el Demonio.
Me asusté y fui a la parroquia y rocié toda mi casa, y especialmente mi
habitación, con agua bendita».
Estas prácticas, todas ellas
muy peligrosas, aunque es cierto que se da también en ellas mucho fraude,
pueden provocar serias perturbaciones espirituales, y han crecido de forma
proporcional al descenso generalizado de la fe. Incluso los aparentemente más
inofensivos, como el juego del vasito, son peligrosos. Recuerdo algo que me dijo
hace ya muchos años el Padre Pilón S.J., que de esto sabía mucho: «Dile a tus alumnos que no se les ocurra jugar al juego
del vasito, que mi amigo, el Dr.Tal, y me dio el nombre de un psiquiatra
bastante afamado, está hasta las narices de este
juego, porque tiene la consulta a rebosar de adolescentes como consecuencia del
juego del vasito.
Pedro Trevijano
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