La envidia nos puede
arrebatar tanto en tan poco tiempo. Este creativo corto animado nos permite
entender de una manera bastante simple cómo funcionan nuestros sentimientos, en
especial los negativos.
Aquellos que nos llenan de
rencor y odio contra otras personas y que con el pasar del tiempo (muchas veces
sin darnos cuenta) crecen desmesuradamente hasta que ya no sabemos ni
encontramos la forma de detenerlos, de enfrentarlos o sencillamente de dejarlos
ir.
El odio es un sentimiento que nos consume,
nos quita un pedazo de lo que verdaderamente somos. Nos arrebata la felicidad,
la sonrisa, el brillo en los ojos, la espontaneidad, nos roba la dulzura del
corazón.
Nos hace seres fríos y
distantes, llenos de rabia, queriendo contagiar a los demás de eso que nos
quema por dentro. Nos duele más que nada en el mundo, pero nunca le decimos a
los demás que en el fondo hay más tristeza que resentimiento.
LA ENVIDIA Y EL ODIO SOLO NOS LASTIMAN A NOSOTROS
Imaginemos que cada vez que
sentimos envidia o celos por esa otra persona, se clava en nuestro corazón una
puntilla. Nos atraviesa, no volvemos a ser los mismos y llega un punto en el
que ya no hay lugar en el corazón para más puntillas.
Se ha colmado la
paciencia, se agotaron
las fuerzas, y el odio (sigilosamente) ha llenado por completo tu corazón… ¿habrá cura? Para algunos puede resultar molesto
que otras personas hablen de perdón, porque esa persona que está llena de odio
se ha cerrado a la posibilidad de imaginar otro escudo más efectivo que el
mismo resentimiento.
Pero la verdad es que la cura para el odio y la envidia es el amor de Dios. Ese amor reconfortante que todo lo
sana por imposible que parezca. Si bien, la mayor parte en el proceso de aprender a perdonar es de Dios, la tarea
no se la podemos dejar toda a Él.
Y menos si tenemos una postura
desafiante, esa en la que no oramos ni pedimos con humildad sino en la que le
exigimos: «¿Tú eres el Dios que todo lo puede no?»,
«sácame de esta» o «si de verdad existes,
¿dónde estás para ayudarme?».
NO ES FÁCIL PERDONAR, PERO PODEMOS DAR EL PASO DE
DESEARLO
Aunque suene sencillo cuando
viene de la boca de otra persona que trata de aconsejarnos, perdonar no es
fácil. Y el primer paso que se debe dar es querer
perdonar, querer sanar las heridas del corazón, querer seguir adelante dejando
de lado todo aquello que nos lastimó.
Luego del «querer» sí podemos pedirle ayuda a Dios. El
segundo paso es sincerarnos en un diálogo abierto con Él, dejándole claro que a
pesar de no sentirnos capaces de perdonar, existen las ganas, existe el deseo.
Es en ese instante en el que
Dios deposita en nosotros la fortaleza suficiente para ir sacando del corazón
todo eso que nos lastima. Lo que muchas personas no entienden es que el perdón
no se da de un día para otro, todo depende de qué tan profunda sea la herida.
Algunos podrán hacerlo en
apenas unos días, otros tal vez necesitarán meses, y a otros les llevará años
llegar a perdonar por completo. Y es normal, la carga se hace más ligera si nos
refugiamos en Dios.
ENTRÉGATE A DIOS Y CONFÍA
Un día alguien me compartió
una analogía que me pareció muy acertada. Empezó diciendo: «Piensa que cuando odias a otra persona ese odio se
transforma en rocas ardientes en tus manos, te arden, te pesan, te lastiman, te
queman, pero solo a ti, no a la otra persona. No pierdas el tiempo odiando, no
vale la pena».
Qué cierto es esto ¿no? No malgastemos nuestra vida con sentimientos
que solo nos hacen sufrir a nosotros. Abandonémonos en Dios y
confesémosle en la oración que somos débiles, que no nos sentimos capaces de
avanzar, pero que queremos dar el paso de perdonar con su ayuda.
Hoy te invito a orar por esa
persona que te ha hecho mal o por ese amigo o familiar al que sabes que le
cuesta la vida entera entrar en el proceso del perdón. ¡Yo
rezo por ti!
Escrito por Nory Camargo
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