Como,
cuando escribo aquí, alguna vez me lee la persona adecuada que está en el
puesto adecuado, voy escribir un post un poco rollo, pero que creo que es una
aportación.
Hay
varias universidades que ofrecen distintos tipos de cursos de teología que los
podríamos denominar diplomas. Que ninguno piense que, en mis críticas, me voy
a referir a la Universidad de san Dámaso por el hecho de ser mi diócesis
sufragánea de Madrid. Tengo la mejor de las consideraciones por la Universidad
de Navarra y por la de san Dámaso.
Pero es
un hecho que la formación teológica, en muchas facultades, es esencialmente
memorística; que, durante las clases, el profesor dicta y los alumnos copian;
que hay profesores que saben muchísimo, pero que no tienen la facultad de
transmitir. Podría continuar con los defectos y ser mucho más específico. Pero,
entonces, empezaríamos a decir no el pecado, sino el pecador.
Y en las
facultades teológicas hay mucho pecador suelto. No me refiero a pecados
morales, sino al gran pecado para un profesor de no saber trasmitir el placer
de la teología.
Ya
dediqué otros posts al tema de las
facultades de teología y sus estudios para el sacerdocio. Hoy quiero centrarme
en los diplomas, en los cursos para personas que no van a acceder al sacerdocio
y quieren emplear dos o tres años en profundizar en la teología.
PRIMER
PUNTO: ¿Para qué se dan conocimientos tan extremadamente especializados a
gente que solo busca profundizar en la teología? Alguien me dirá que es que son unos cursos de gran
altura y tal. FALSO. La gente que está en
esos cursos las he conocido durante años y hay un total desfase entre
los que se sientan en las mesas y el señor que se pone a enseñar (dictar) en el
estrado.
De no
saber teología, el pobre alumno pasa a cuestiones de mera erudición que,
muy a menudo, son las más áridas de la ciencia teológica.
Este
punto puede ser el más polémico de los que diga, pero estoy bien seguro de lo
que hablo. Y tengo muchos ejemplos concretos.
SEGUNDO
PUNTO: En mi
opinión, los cursos de diplomatura deberían espiritualizarse al máximo.
Deberían transformarse en una lectio sacra en grupo que ofreciera una visión de conjunto de la teología. Lo
esencial sería eso: la visión global, armónica, de
la ciencia acerca de Dios y las cosas de Dios.
Todos
sabemos lo que es la lectio divina,
el modo espiritual, orante, tranquilo, de leer las Sagradas Escrituras. Pues
con la teología (en los cursos de diplomatura) habría que hacer una especie de lectio sacra de
los santos padres, de los doctores de la Iglesia, de los místicos.
Un
recorrido de dos o tres años a través de la moral, la dogmática, la liturgia,
la Biblia, los concilios, etc. Habría que plantear ese curso como un “recorrido”. Y como un periplo en grupo.
Por
supuesto, no debería haber ni exámenes ni trabajos para hacer en casa. Si uno
dedica tres horas, por ejemplo, tres días a la semana, se puede leer en clase y
después comentar.
Ya sé que
algunos dirán: “Con ese sistema, no van a saber
nada”. Desde luego, lo que sepan lo sabrán para siempre y de un modo que
calará en sus almas. En el otro sistema, se memoriza mucho y se olvida pronto.
La misma
aula es bueno que tenga las mesas formando un cuadrado, para dejar claro el
carácter de diálogo que tienen esas “clases”. Clases
que ya no están monopolizadas por el profesor. Están centradas en él, pero son
un lugar de conversación. Conversación del alumno con el texto, de los alumnos
entre sí, de todos con el profesor.
TERCER
PUNTO: Esas tres
horas estarían organizadas para imbricar en ellas tiempos de oración. Desde el
principio, se les dejaría claro que no se está allí solo para estudiar mucho y
sacar un buen examen. Sino para que la ciencia de Dios penetre en sus mentes y
corazones.
Se podría
empezar con el rezo de nona. Una hora de lectio
sacra: lectura, comentarios entre todos,
preguntas, exposiciones del profesor. Rezo de vísperas después. Estos
rezos mejor en una iglesia bonita, con toda solemnidad, con máxima solemnidad: sintiendo la necesidad de unir el conocimiento a la
adoración. Después otra hora de lectio sacra. Se puede acabar con la misa
..........................................................
En fin,
esto son sugerencias. Todo se puede organizar de varias maneras. Es cierto que
con este sistema estaríamos reduciendo la tarde a dos horas lectivas. (Con otra
reorganización, podrían ser tres y sin misa.) Pero lo importante que hay que
entender es que, en este nuevo sistema, lo esencial es el Espíritu. Es decir,
esto querría revivir el modo en el que se enseñaba y aprendía la teología en
las escuelas de Antioquía o en Alejandría en las épocas de los santos padres.
Sinceramente, creo que el estudio de la teología se
puede espiritualizar mucho más.
P. FORTEA
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