«¿Qué
es el hombre? Un itinerario de antropología bíblica»
La Pontificia
Comisión Bíblica ha publicado un manual que realiza una reinterpretación de la
Sagrada Escritura sobre el matrimonio, la sexualidad, la guerra, la violencia y
la relación entre padres e hijos en algunos casos en contra de la Tradición de
la Iglesia Católica.
(InfoCatólica) La Pontificia
Comisión Bíblica, órgano exclusivamente consultivo y que forma parte
de la Congregación para la Doctrina de la Fe, acaba de publicar un manual de
300 páginas: ‘¿Qué es el hombre? Un itinerario
de antropología bíblica’.
El libro ha sido presentado
por Piero Bovati, secretario de la Comisión, en medios vaticanos y según Bovati
deseo del Papa Francisco:
«El
Papa quería que este tema se tratara precisamente sobre la base de la
Escritura, que es el fundamento y el alma de toda la reflexión cristiana»
El manual pretende ser una
explicación que ofrezca claves bíblicas y teológicas sobre el matrimonio, la
sexualidad, la guerra, la violencia y la relación entre padres e hijos. Aunque
el texto recoge la doctrina clásica, presenta para varias cuestiones una «reinterpretación» de la Sagrada Escritura, en
algunos casos en contra de la TRADICIÓN DE LA
IGLESIA CATÓLICA.
LAS RELACIONES
HOMOSEXUALES
Así, por ejemplo, según
informa la revista Vida Nueva, llega a afirmar en el
asunto de la «atención pastoral» a las uniones
homosexuales que «la relación erótica homosexual no debe ser condenada».
Y aunque no
puede ocultar lo que la Biblia dice y el texto manifiesta que «la institución
del matrimonio, constituida por la relación estable entre marido y mujer, se
presenta constantemente como evidente y normativa en toda la tradición
bíblica», no tiene problemas en afirmar que hay «ejemplos de unión legalmente reconocida
entre personas del mismo sexo». Por ello se pide la aceptación de
«la homosexualidad y las uniones homosexuales como expresión legítima y digna
del ser humano».
UNA RELECTURA BÍBLICA
Como en los textos modernistas
del siglo pasado, el manual no niega: reinterpreta,
pide una «relectura». El manual quiere ofrecer una nueva visión de cómo la
Biblia y la tradición de la Iglesia han transmitido su doctrina al respecto:
«Una mentalidad
arcaica e históricamente condicionada», se afirma, que debe dar paso a los
datos de otras ciencias hacia «una nueva y más adecuada comprensión
de la persona humana, que impone una reserva radical a la promoción exclusiva
de la unión heterosexual en favor de una aceptación análoga de la
homosexualidad y de las uniones homosexuales».
Por ejemplo, reinterpreta la
condena de la homosexualidad reduciéndola a una condena de la pedofilia. En
este sentido, se lee, que «ciertas formulaciones de
autores bíblicos, como las directrices disciplinarias de Levítico, requieren
una interpretación inteligente que salvaguarda los valores que el texto sagrado
pretende promover, evitando así repetir al pie de la letra lo que también conlleva
los rasgos culturales de la época».
Como en el pre y post concilio
vuelven a salir a la palestra términos como «reinterpretación
inteligente», «adulta», «adaptarse a la época», …
Por ello, pide el libro que «será necesaria la atención pastoral, sobre
todo en lo que se refiere a las personas, para llevar a cabo
el servicio del bien que la Iglesia ha de asumir en su misión para con los
hombres».
EL DIVORCIO O EL FIN
DEL AMOR
Otro tema que se trata con
bastante desacierto es la cuestión del divorcio. Como en recientes textos,
afirma el sentido de la enseñanza de Jesús sobre la indisolubilidad del
matrimonio, pero señala que «el cónyuge que,
observando que la relación conyugal ya no es una expresión de amor, decide
separarse de aquellos que amenazan la paz o la vida de la familia, no realiza
por ello un acto contrario al matrimonio» sino que, prosigue el
texto, «paradójicamente atestigua la belleza y la santidad del vínculo
precisamente al declarar que no se da cuenta de su significado en condiciones
de injusticia e infamia».
LO QUE DICE LA
IGLESIA CATÓLICA (CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA)
CASTIDAD Y HOMOSEXUALIDAD
2357 La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que
experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del
mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas.
Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la
Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19,
1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición
ha declarado siempre que «los actos homosexuales
son intrínsecamente desordenados» (Congregación para la Doctrina de la
Fe, Decl. Persona humana, 8). Son contrarios
a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una
verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en
ningún caso.
2358 Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias
homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente
desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben
ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos,
todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar
la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de
la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su
condición.
2359 Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante
virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces
mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia
sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección
cristiana.
EL DIVORCIO
2382 El Señor Jesús insiste en la intención original del Creador que quería
un matrimonio indisoluble (cf Mt 5, 31-32; 19, 3-9; Mc 10, 9; Lc
16, 18; 1 Co 7, 10-11), y deroga la tolerancia que se había introducido
en la ley antigua (cf Mt 19, 7-9).
Entre bautizados, «el matrimonio rato y consumado no puede ser disuelto por
ningún poder humano ni por ninguna causa fuera de la muerte» (CIC can.
1141).
2383 La separación de los esposos
con permanencia del vínculo matrimonial puede ser legítima en ciertos casos
previstos por el Derecho Canónico (cf CIC can. 1151-1155).
Si el divorcio civil
representa la única manera posible de asegurar ciertos derechos legítimos, el
cuidado de los hijos o la defensa del patrimonio, puede ser tolerado sin
constituir una falta moral.
2384 El divorcio es una ofensa
grave a la ley natural. Pretende romper el contrato, aceptado libremente por
los esposos, de vivir juntos hasta la muerte. El divorcio atenta contra la
Alianza de salvación de la cual el matrimonio sacramental es un signo. El hecho
de contraer una nueva unión, aunque reconocida por la ley civil, aumenta la
gravedad de la ruptura: el cónyuge casado de nuevo se halla entonces en situación
de adulterio público y permanente:
«No es lícito al
varón, una vez separado de su esposa, tomar otra; ni a una mujer repudiada por
su marido, ser tomada por otro como esposa» (San Basilio Magno, Moralia, regula 73).
2385 El divorcio adquiere también su carácter inmoral a causa del desorden
que introduce en la célula familiar y en la sociedad. Este desorden entraña
daños graves: para el cónyuge, que se ve abandonado; para los hijos,
traumatizados por la separación de los padres, y a menudo viviendo en tensión a
causa de sus padres; por su efecto contagioso, que hace de él una verdadera
plaga social.
2386 Puede ocurrir que uno de los cónyuges sea la víctima inocente del
divorcio dictado en conformidad con la ley civil; entonces no contradice el
precepto moral. Existe una diferencia considerable entre el cónyuge que se ha
esforzado con sinceridad por ser fiel al sacramento del Matrimonio y se ve
injustamente abandonado y el que, por una falta grave de su parte, destruye un
matrimonio canónicamente válido (cf FC 84).
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