La tesis tradicional es que
Jesucristo supo desde el primer instante de su concepción que Él era Dios.
Por: P. Miguel A. Fuentes, IVE | Fuente: TeologoResponde.org
PREGUNTA:
Estimado Padre: ¿Desde
cuándo supo Jesucristo que Él era el Mesías? Me
dicen algunos que desde niño, otros que cuando fue bautizado en el Jordán por
Juan, o desde antes de nacer, etc. Por favor, le agradecería que pusiera luz en
este tema. Desde ya muy agradecido. Lo saludo en Cristo Jesús (Buenos Aires,
Argentina).
RESPUESTA:
Estimado:
La tesis tradicional es que Jesucristo supo
desde el primer instante de su concepción que Él era Dios; por fuerza también
conoció su legación divina, o mesianismo.
Me refiero con esto no al conocimiento que
Cristo poseyó en cuanto Dios sino al que poseyó en cuanto verdadero Hombre.
Esta ciencia, por la cual conoció en su inteligencia humana su divinidad y
mesianidad, es la llamada ‘ciencia beatífica’.
La ciencia beatífica es aquel conocimiento que corresponde a los ángeles y
bienaventurados que contemplan en el cielo la esencia divina. Esta doctrina es
común y cierta en teología. Los argumentos que se aducen son:
a) En la Sagrada
Escritura no se dice explícitamente (si así fuera, sería
de fe) pero se insinúa al menos su ciencia beatífica. Así por ejemplo: ‘nadie sube al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre, que
está en el cielo’ (Jn 3,13).
Esta afirmación es entendida en el sentido de que Cristo estaba en el cielo
(por tanto era comprehensor como los bienaventurados y ángeles y tenía ciencia
beatífica) mientras estaba en al tierra (siendo así también viador). También se
entienden de la ciencia humana de Cristo los textos que dicen: ‘Yo hablo lo que he visto en el Padre’ (Jn
8,38) y ‘El que viene del cielo da testimonio de lo que ha visto y oído’ (Jn
3,31-32). Aunque estos últimos textos podrían ser interpretados del
conocimiento divino de Cristo.
Bíblicamente no podemos ir más allá.
b) El Magisterio no ha
definido explícitamente el tema. Pero es importante tener en cuenta que el
Santo Oficio, el 7 de junio de 1918, declaró que no podía enseñarse con
seguridad que Cristo no haya poseído esta ciencia mientras vivió entre los
hombres (cf. Dz 2183). Pero sobre todo es clarísimo el texto del Papa Pío XII en la encíclica Mystici corporis: ‘Aquel amorosísimo conocimiento que, desde el primer
momento de su encarnación, tuvo de nosotros el Redentor divino, está por encima
de todo el alcance escrutador de la mente humana, toda vez que, en virtud de
aquella ciencia beatífica de que disfrutó apenas recibido en el seno de la
Madre divina, tiene siempre y continuamente presentes a todos los miembros del
Cuerpo místico y los abraza con su amor salvífico… En el pesebre, en la cruz,
en la gloria eterna del Padre, Cristo ve ante sus ojos y tiene unidos a Sí a
todos los miembros de la Iglesia con mucha más claridad y mucho más amor que
una madre conoce y ama al hijo que lleva en su regazo, que cualquiera se conoce
y ama a sí mismo’ (Mystici corporis, n. 34).
Se habla aquí: 1º)
de ciencia beatífica; 2º) desde el primer instante de la encarnación; 3º) por
la cual Cristo conoce su dignidad de cabeza del Cuerpo Místico. Por tanto, con
mayor razón se diga que conoce su cualidad de Dios y de Mesías.
c) Desde el punto
de vista teológico se debe argumentar por el lado de la unión
hipostática. En efecto es este modo de unión que se da entre las dos
naturalezas (divina y humana) en la sola Persona del Verbo el que plantea la
necesidad de esta ciencia. Entre las dos naturalezas debe darse la máxima
proporción posible; ahora bien, el máximo acercamiento del entendimiento humano
a Dios se establece en la visión beatífica. Si de Cristo-hombre se puede y se
debe decir ‘Es Dios’, con mayor razón debe
decirse ‘Ve a Dios’ y ‘Conoce que es Dios’, pues es más ‘ser’ que ‘ver o
conocer’ a Dios.
El Padre Francois Dreyfus en su libro ‘Jesús, ¿sabía que era Dios?’, explica cómo si
bien no ha habido un pronunciamiento dogmático del Magisterio al respecto, debe
ser considerada esta verdad como un elemento de la Revelación que el pueblo
cristiano ha vivido siempre como una realidad en la que cree; la mayor parte de
los cristianos siempre ha pensado: ‘Si Cristo es
Dios, evidentemente lo sabe’.
En cuanto a que todo esto se dio desde el primer
instante de su concepción ya hemos visto el texto de Pío XII. Santo Tomás dedica una
cuestión al tema, titulada ‘Sobre la perfección de
la prole concebida’ (Suma Teológica, III, c. 34). Allí sostiene que
tratándose de la Encarnación de la Persona del Verbo divino, la naturaleza
humana por Él asumida debió estar adornada de excelsas prerrogativas desde el
primer instante de su concepción; en el artículo 2, al hablar de la perfección
del libre albedrío desde la concepción afirma: ‘la
perfección espiritual de la naturaleza humana que Cristo tomó no la fue
adquiriendo por grados, sino que la poseyó por entero desde el principio’.
Del mismo modo, la tradición ha entendido de
esta conciencia de Cristo el texto de Hebreos 10,5-7: ‘Por eso, al entrar en este
mundo, dice: Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo.
Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: ¡He
aquí que vengo – pues de mí está escrito en el rollo del libro – a hacer, oh
Dios, tu voluntad!’. Puede leerse en este
sentido, por ejemplo, el comentario de Santo Tomás (Lectura super Ad Hebraeos,
X, I, nn. 485-492.)
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