Según santo Tomás de
Aquino la fortaleza está en los hombres que están dispuestos a afrontar el
peligro y las adversidades por una causa justa.
Por: Silvana Ramos | Fuente: Catholic-link.com
La fortaleza es esa virtud que nos
llama a tener valor, a ser valientes. Tal vez cuando escuchamos la
palabra fortaleza lo primero que se nos venga a la mente es un hombre grande
fuerte, un luchador que no le teme a nada y es capaz de enfrentarlo todo. Y
puede que sí, parte de la fortaleza podría significar eso, porque si miramos un
poco alrededor, la mayoría no estamos ni medianamente cerca a esa imagen.
La fortaleza implica
decisión, conocimiento y confianza. Según santo Tomás de Aquino la fortaleza está
en los hombres que están dispuestos a afrontar el peligro y las adversidades
por una causa justa. Y qué hombre más valiente y fuerte que el mismo
Jesucristo, que afrontó todos los peligros y adversidades por la salvación de
la humanidad. Pero en nuestra vida también es importante reconocer que
nuestra fuerza viene de Dios.
A imagen de Jesús, que vino al mundo tan
pequeñito como un recién nacido, nosotros también tenemos la ocasión de ir
creciendo y creciendo en fortaleza. Acá te dejamos 7 maneras de hacerlo:
1. TENER VALOR NO QUIERE DECIR SER TEMERARIO
La fortaleza implica afrontar y sobrepasar el
peligro, así como situaciones de adversidad y esto es muy diferente a buscar
situaciones que pongan en riesgo la vida propia y ajena por el simple hecho de
ser arriesgados. Ser valiente requiere de un discernimiento que busca el bien.
Implica resistencia, paciencia, humildad y a la vez acción. El tener fortaleza
no es simplemente ser físicamente fuerte o buscar el peligro porque sí. Ser fuerte significa resistir la dureza de muchas situaciones cotidianas y esforzarse para conseguir aquello que es mejor.
2. APRENDE A DECIR QUE “NO” Y APRENDE A DECIR QUE “SÍ”
Muchas veces por la presión social y querer
quedar bien con todo el mundo “acondicionamos”
nuestras respuestas. No pocas veces nos encontramos haciendo cosas que
van en contra de lo que nuestra conciencia nos dice o no manifestándonos con
claridad frente a posiciones que van en contra de lo que creemos. A veces ni
siquiera hacemos lo uno o lo otro y simplemente nos quedamos en silencio, por
temor. Es importante que vayamos conquistando ese valor que nos
ayude a salir de la tibieza y manifestarnos con la verdad. Aprender a hacerle caso a nuestra recta
conciencia y no a la sociedad.
3. TEN EL VALOR DE EXPRESAR TU OPINIÓN FUNDAMENTADA
Relacionado con el punto anterior, cuántas veces callamos por evitarnos el mal rato, por no “gastarnos”,
y claro hay que ser prudentes (de la prudencia hablaremos la siguiente semana).
Escogemos las batallas, pero hay situaciones que ameritan que ser discutidas
con altura y fundamento. Hoy en día hay conceptos que confunden mucho y es
necesario que nos formemos y sobrepasemos ese miedo al rechazo y a ser
discriminados por nuestra posición. No nos olvidemos que hay mucha gente que
sostiene opiniones o posturas porque no sabe, porque no conoce las razones que
por lo menos le permitan afirmar o rechazar su posición en libertad. No tengas
miedo a decir que eres católico cuando te lo pregunten.
4. ANÍMATE A PARTICIPAR EN UNA CAUSA JUSTA
Y, ¿cómo se
relaciona esto con la fortaleza? Ayudar en un asilo de ancianos, ir a
contar cuentos en un hogar de niños, llevar comida a los necesitados nos pone
frente a situaciones muy difíciles (muchas de ellas incluso inimaginables): ver
de cerca la miseria y el abandono a los que puede llegar el ser humano. Estos
momentos nos hacen crecer en fortaleza y confianza en Dios, nos ayudan a aprender a sobrellevar situaciones difíciles por conseguir el bien de los
demás. Así que, animémonos a hacer alguna ayuda
solidaria que nos permita conocer otras realidades. No solo estaremos ayudando
sino también aprendiendo a valorar nuestras vidas y creciendo en fortaleza.
5. EMPIEZA HACIENDO PEQUEÑAS RENUNCIAS
Esperar un poco más, dejar de comer algo que te
gusta, ordenarle la cama al hermano, contarle un cuento más a tu hijo antes de
dormir. Estas son pequeñas acciones del día a día que aunque puedan parecer
insignificantes empiezan a preparar el terreno para conquistar renuncias
mayores. Si no empezamos por lo pequeño, lo mayor nos será aún más difícil. Lo cotidiano constituye la escuela de virtudes por excelencia. Podríamos entrar al ejército, entrenarnos con
los escuadrones de soldados más valerosos y aun así no ser fuertes. La
resistencia viene desde nuestro interior de lo que seamos capaces de soportar o
sobrepasar cuando el fin es noble.
6. ENSEÑA A TUS HIJOS A HABLAR CON LA VERDAD
La verdad requiere valor. Miremos a nuestros
niños cuando hacen una travesura, causa ternura, pero también es importante que
reforcemos esa conducta: que a pesar del miedo o de
la vergüenza digan la verdad. Así cuando sean grandes estarán
acostumbrados a esta manera de actuar. Miremos cómo nosotros, los adultos, no
pocas veces antes de decir la verdad o de asumir alguna
responsabilidad nos llenamos de excusas que colindan con la mentira. Es tan
frecuente que hasta se ha vuelto una actitud socialmente aceptada. Ayudemos a
que nuestros hijos no crezcan con estas costumbres y así también nosotros
aprendamos a decir la verdad siempre. No hay mejor enseñanza que el
ejemplo.
7. Y LO MÁS IMPORTANTE… ¡PÍDELE A DIOS QUE TE AYUDE A SER
FUERTE!
Quién más valiente que el mismo Jesús, que tuvo
que sobrepasar todos los peligros. Siendo tan pequeño tuvo que huir con sus
padres a Egipto, se quedó solo en el Tempo para hablar de la verdad. Sufrió las
injusticias más grandes y pasó por las situaciones más dolorosas hasta el punto
de morir clavado en una Cruz. Todo por el bien de la humanidad. Quién mejor que Él como modelo de fortaleza. Pidámosle siempre con insistencia que nos ayude a crecer en
fortaleza y a cargar nuestra cruz.
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