Yago Solá tiene 22
años y es religioso con votos temporales en la congregación de los Legionarios
de Cristo. Es el mayor de 4 hermanos. Natural de Barcelona, actualmente está
cursando sus estudios en Roma.
En esta entrevista nos habla
de su vocación y de su experiencia como seminarista. Tenía una vida muy cómoda
en el mundo pero lo dejó todo para seguir al “Todo”,
al Dios Uno y Trino, siendo otro Cristo en medio del mundo. Hoy es el
joven más feliz del mundo y esa felicidad rebosante la quiere irradiar entre
ustedes. Espero que este testimonio les edifique y les ayude en su vida
espiritual, independientemente de la vocación que ustedes tengan.
¿CÓMO NACE SU INQUIETUD POR EL SACERDOCIO Y CÓMO
FUE SU PROCESO DE DISCERNIMIENTO? ¿OYÓ CON CLARIDAD EL LLAMADO PARA TOMAR LA
DECISIÓN?
Vengo de una familia católica,
aunque no por ello perfecta. Mis padres me educaron en la fe desde pequeño. En
casa siempre hemos procurado vivir con Cristo en la familia. Recuerdo con
cariño que cuando yo era un enano, mientras desayunábamos los sábados y los
domingos, mi madre nos contaba historias de santos que me encendían el corazón.
También recuerdo que desde muy pronto, cada noche rezábamos el rosario en
familia. No era fácil, nos costaba, todos estábamos cansados, pero creo que la
Virgen empezó a preparar mi corazón sacerdotal desde allí. Yo siempre había
estado rodeado de curas desde que era muy pequeño.
La primera inquietud me vino
en un campamento de verano en el que uno de los religiosos que nos acompañaban
me preguntó un día si yo había pensado en ser sacerdote. Yo tenía 10 años. Le
dije que no lo había pensado, pero en aquel momento sentí como un “algo” que me ardía dentro y que me entusiasmó por
el sacerdocio. No duró mucho… Dos años después, un sacerdote de mi colegio me
invitó a una convivencia en el seminario menor de los Legionarios. Yo fui
porque mis amigos iban y me lo quería pasar genial. Estuvimos cuatro días allí
conviviendo con los seminaristas, y esa experiencia me marcó. Fue allí estando
con ellos cuando sentí que Dios me quería allí. ¿Cómo
lo supe? Ni idea, no sé cómo explicarlo. Simplemente lo sentí, lo supe.
No escuché ninguna voz que me hablara, ni se me apareció ningún ángel. Yo sólo
sabía que quería entrar en el seminario porque quería ser como esos chavales,
tan feliz como ellos, y tan feliz como los sacerdotes que había conocido. Fui
allí en esa convivencia donde casi sin querer, tomé la decisión de entrar en el
seminario. Después de esa convivencia yo le comenté esto al sacerdote que me
había invitado a la convivencia. Empezamos a hablar en dirección espiritual.
Recuerdo que él venía al colegio, me sacaba de clase y hablábamos durante un
ratillo sobre la vocación, el seminario, el sacerdocio…
Todo parecía ir bien, pero
faltaba un pasito, decirles a mis padres que quería irme con doce años al
seminario… Recuerdo el momento en el que se lo dije y los dos se quedaron
alucinando, no sabían qué decir. Los dos me dijeron que lo pensara con calma,
que ya veríamos… La realidad era que no me dejaban ir, pero me lo dijeron de
manera elegante. Tengo que decir que entiendo perfectamente su postura. Siempre
he sido muy primario, irreflexivo y muy emotivo. Ellos debieron pensar: “A este le ha dado un subidón de campeonato, ahora quiere
ser cura, pero ya se le irá”. Su sorpresa debió ser que no se me iba la
ilusión. Ellos también tuvieron su camino de acompañamiento con el mismo
sacerdote que me acompañaba a mí. Hasta que Dios también les llamó a ellos.
Ellos recibieron su vocación de ser padres de un seminarista, futuro sacerdote.
¿HUBO ALGÚN EJEMPLO DE ALGUIEN QUE LE MARCÓ?
Tengo que decir que tuve
varios ejemplos. Como ya he dicho, desde pequeño estuve cerca de muchos
sacerdotes y monjitas. Siempre me sorprendieron dos cosas: Su alegría constante y su capacidad brutal para pensar
constantemente en los demás. Lo mismo vi en los sacerdotes que
trabajaban en mi colegio. No paraban de trabajar, nos organizaban convivencias,
nos daban charlas… Tenían una paciencia infinita con nosotros, y no tenían
miedo de exigirte para que dieras lo mejor de ti. Nunca les vi tristes,
quejándose, siempre preocupados de ti, de tu salud, de tu familia, y obviamente
tu relación con Jesús. En concreto, me acuerdo de una vez en una convivencia.
¿POR QUÉ LOS LEGIONARIOS?
Es una pregunta que yo también
me he hecho muchas veces. La respuesta que daría ahora no tiene nada que ver
con la que hubiera dado hace diez años cuando entré al seminario. Dios sabe lo
que hace. Él hizo que yo conociera el seminario menor de los Legionarios y no
el de otra congregación.
MUCHOS PUDIERAN PENSAR QUE ESTUDIAN DEMASIADOS
AÑOS…14 SI MAL NO RECUERDO… HÁBLENOS DE LA IMPORTANCIA DE IR AL SACERDOCIO BIEN
FORMADO…
Los años de formación depende
de cada uno. La mayoría hacemos entre 12 y 14 desde que entramos al noviciado,
primera etapa del seminario mayor. A estos años hay que sumar los del seminario
menor, que depende de la edad con la que cada uno entra. Son muchos años de
formación, pero creo que es clave estar muy bien formado en todos los sentidos
para poder evangelizar nuestro mundo. No solo formado a nivel intelectual, sino
especialmente a nivel espiritual, durante todos esos años uno crece en su
relación con Cristo, su amistad con Él, que es el motor de nuestra vida
religiosa y sacerdotal. Otra cosa que yo diría es que nosotros somos religiosos
además de estar formándonos para el sacerdocio. Yo considero que ya estoy
viviendo mi vida religiosa, aunque aún no soy sacerdote. Ser religioso quiere
decir vivir 100% para Jesús en pobreza, castidad y obediencia, y esto ya lo
vivimos mientras estudias, haces apostolado… aunque no eres sacerdote todavía.
Y DE TENER CELO POR LA SALVACIÓN DE LAS ALMAS…
Este punto es clave. Hay un número
en nuestras constituciones que dice que toda la formación del legionario debe
tener un enfoque apostólico. Es uno de los que más me gusta. Todo en nuestra
vida es para la salvación de las almas, sea la oración, el estudio, la vida
comunitaria o el mismo apostolado. El celo por la salvación de las almas es un
fruto del amor a Dios. Cuanto más uno ama a Dios, cuanto más profunda es la
experiencia de él, más arde en nuestro corazón el deseo de que todos le
conozcan y puedan hacer la experiencia que nosotros hemos hecho. Al inicio del
día hacemos el ofrecimiento de obras, momento de oración en el que renuevas tu
consagración a Dios y pones en sus manos todo lo que vas a hacer durante el día
para que Él te use para seguir instaurando su Reino en el mundo.
¿QUIÉNES SON LOS SANTOS DE SU DEVOCIÓN?
Tengo tres santos a los que
les tengo mucha devoción por diversas razones. El primero es San Francisco
Javier, que me inspira mucho precisamente su celo por la salvación de las
almas. No tuvo ningún miedo, su amor a Dios le empujó a irse a la otra punta del
mundo, un amor sin límite ni barrera. El otro es San Juan Pablo II como ejemplo
de sacerdote santo, admiro su deseo de ayudar a la juventud. Ya como sacerdote
era muy cercano a ellos, y como papa no se quedó corto tampoco, y aún tenemos
su legado, las JMJ. La tercera es la madre Teresa de Calcuta. Tengo un hermano
pequeño que le tiene mucha devoción, y un día me hablo del “impacto del discreto”. Hoy en el mundo todos
queremos brillar, ser grandes, cambiar el mundo… La Madre Teresa solo quería
servir a los pobres, no ser vista, solo servir…
¿QUÉ TAL FUE LA EXPERIENCIA COMO SEMINARISTA MENOR?
Fue una experiencia increíble,
una pasada. Fueron cinco años que me ayudaron a ir madurando mi decisión de
seguir a Jesús. Durante esos años poco a poco aprendí a rezar, allí empezó mi
relación con Jesús. Durante esos años también entablé relaciones con algunos de
los seminaristas que han sido claves para mí en mi vida. Hermanos con los que
compartes cientos de experiencias, en los que te apoyas en momentos de dificultad…
Y, ¿QUÉ SUPONE PARA USTED ESTUDIAR EN ROMA?
Es un regalazo poder estar
cerca del Vaticano, cerca del Papa, poder participar en celebraciones de la
Iglesia. Otro regalazo es poder compartir con seminaristas de todo el mundo que
vienen a Roma a estudiar, conocerlos, intercambiar experiencias… Una pasada.
¿QUÉ ES PARA USTED SER SACERDOTE?
Ser sacerdote es ser Otro
Cristo, Alter Christus. Es básicamente lo que dice San Pablo: Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí. Es
un trabajo que dura toda la vida. Aprender a tratar a querer lo que quiere
Jesús, aprender a tratar a los demás como los trataría Jesús… Como dice San
Juan Bautista: Conviene que Él crezca y yo
disminuya. Las almas, no me necesitan a mí, necesitan a Jesús. Yo no
tengo nada que darles más que Jesús.
USTED LO TENÍA TODO EN LO MATERIAL, ¿MERECE LA PENA
SACRIFICAR ESA VIDA PARA ENTREGARSE PLENAMENTE?
100%. Jesús no se deja ganar
en generosidad, esta ha sido mi experiencia. Parece absurdo que cuanto más uno
renuncia a los bienes materiales para que Cristo sea nuestra única riqueza,
seamos más plenos y felices, pero es la verdad. Pero esta es una experiencia
que todos tenemos que creer. Es una de estas cosas que aunque te digan miles de
veces que es así, no te lo crees hasta que lo vives. Lo único que puedo decir
es que en mi vida ha valido la pena, y en la vida de muchos otros también.
¿QUÉ PAPEL JUGÓ AQUÍ LA EDUCACIÓN RELIGIOSA QUE LE
SU DIO FAMILIA?
En casa gracias a Dios nunca
nos ha faltado de nada. Hemos tenido la oportunidad de disfrutar de muchas
cosas, viajes en familia… experiencias increíbles, hemos estado en Perú todos
juntos, en Londres, Marruecos, Estados Unidos, Canadá… Pero mis padres siempre
nos han ensenado dos cosas. La primera es que tenemos todas estas oportunidades
por don de Dios, que ha sido un regalo poder tener todas esas experiencias y
comodidades, y la segunda, que nos han ayudado a ver que mucha otra gente no
tiene las mismas posibilidades, y que nosotros tenemos el deber y
responsabilidad de ayudarles. Y mis padres han sido los primeros que nos han
dado ejemplo en este sentido. Y con su ejemplo nos han ayudado a valorar lo que
tenemos.
EL SACERDOCIO ES CRUZ, PERO SOBRETODO ES ALEGRÍA SI
SE ACEPTA POR AMOR.
Así es. Es otro de los
aparentes absurdos en el seguimiento de Cristo. Jesús salvo al mundo y nos
redimió de nuestro pecados con su cruz y su muerte. Con su cruz vino su
salvación y felicidad eterna. Es difícil de entender y vivir porque a nadie le
gusta sufrir. Pero las cruces que hay en nuestra vida son el camino a la
felicidad y a la salvación. En la vida sacerdotal hay momentos de cruz y
dificultad, como en la vida de cualquier persona. Hay enfermedades, hay
cansancio… Pero esos son los momentos más bonitos, son las oportunidades para
unirse de manera más plena con Jesús en la salvación de las almas, en su misión
redentora. Pero como ya he dicho, Jesús no se deja ganar en generosidad. Él nos
prometió el ciento por uno en esta vida y la vida eterna, y Jesús no miente.
Javier Navascués Pérez
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