domingo, 3 de noviembre de 2019

MÁS REFLEXIONES SOBRE EL SÍNODO DE LA AMAZONIA


Todo lo que hemos vivido estas últimas semanas —¡la Iglesia entera lo ha vivido!— me lleva a preguntarme qué es un sínodo. ¿Qué debería ser, de modo ideal, un sínodo? Históricamente, se han dado todo tipo de sínodos desnaturalizados. La cuestión no es tanto qué han sido, de hecho, muchos sínodos, sino qué es un sínodo en la mente de Dios.

El sínodo no es tanto una serie de votaciones, como un fluir de diálogo. Sucesión de intervenciones no es lo mismo que diálogo. Tampoco el número de intervinientes asegura la característica del diálogo. Un sínodo puede ser poco sinodal, aunque se conceda la palabra a centenares de individuos.

La imposición teológica es siempre una pobreza para la Iglesia. La fe se impone por la misma característica de su carácter revelado. Pero ninguna teología lícita puede ser desarraigada lícitamente. Hay pecados eclesiológicos.

Os puedo asegurar que, durante las semanas del sínodo, no me he sentido tan inclinado a darle vueltas al contenido de sínodo, como a la necesidad de repensar el mismo camino sinodal por el que se andaba.

Existe un reto planteado acerca de los límites lícitos de la interacción entre la teología progresista en relación al núcleo irreformable de las verdades teológicas directamente vinculadas al núcleo de la fe. Y ese reto es tan formidable que es el mismo tema del camino para lograr un camino común el que se halla en el centro de la solución de ese debate.

Nos hemos centrado en el objeto teológico y deberíamos centrarnos más en el camino para lograr ese objeto, porque el riesgo de imposición teológica se puede dar bajo la aparente necesidad de promover la diversidad y la tolerancia.

Lo que digo es válido ahora y en la época de san Juan Pablo II. Precisamente, si algo no deseo ser en estos pensamientos es partidista. La búsqueda de lo pastoral, de lo mejor para las almas, está íntimamente relacionado con la verdad. Nunca hay una lucha entre la verdad y la pastoral. Lo mejor para la pastoral es la verdad. Y la búsqueda y profundización en la verdad nunca puede ser partidista.

P. FORTEA

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