jueves, 3 de octubre de 2019

UN DÍA COMO HOY SAN JOSEMARÍA VIO EL/AL OPUS DEI


Ha habido momentos, a lo largo de la historia de la Iglesia llamada católica, que han sido importantes. Unos más que otros, claro está. Sin embargo, el que hoy traemos aquí no es poco importante porque supuso mucho.
Aquel cura era un joven cura. Se encontraba en Madrid, en plenos ejercicios espirituales en la Residencia de los misioneros de San Vicente de Paul. Algo o, mejor, Alguien, se le cruzó en el camino: Dios. Y, desde aquel momento su Camino fue el que fue y, por muchos que critique a su Obra no es poco cierto que fruto ha dado y da más que mucho.
De todas formas, ya sabemos que envidia hay mucha, también, en el seno de la Esposa de Cristo…
En fin…
Pues bien, un día como hoy, 2 de octubre, aquel joven cura tuvo una revelación, digamos, particular, e hizo lo que la misma le dictó…
A muchas personas les hubiera gustado que cuando aquel 2 de octubre de 1928  el joven sacerdote Josemaría Escrivá recibió, estando en Madrid, como decimos, la inspiración del Espíritu Santo y supo qué hacer con su vida de hombre de Dios, se hubiera ido a la cama y que, al día siguiente, hubiera continuado con su vida de sacerdote y que ahí hubiera quedado la cosa.
Esto lo dice el mismo joven cura, luego San JosemaríaY lo hace en una anotación en sus Apuntes íntimos (en noviembre de 1933):
“Recibí la iluminación sobre toda la Obra, mientras leía aquellos papeles. Conmovido me arrodillé -estaba solo en mi cuarto, entre plática y plática- di gracias al Señor y recuerdo con emoción el tocar de las campanas de Nuestra Señora de los Ángeles (…) recopilé con alguna unidad las notas sueltas que hasta entonces venía tomando. (…) Desde aquel día el borrico sarnoso se dio cuenta de la hermosa y pesada carga en el Señor, en su bondad inexplicable, había puesto sobre sus espaldas. Ese día el Señor fundó su Obra.”
Sin embargo, no quedó ahí la cosa sino que, como sabemos, fundó la Obra de Dios, más conocida por su nombre en latín Opus Dei y, desde aquel mismo momento, podemos decir que no paró ni un segundo en continuar con aquello que él había entendido como un mandato de Dios a través de la Tercera Persona de la Santísima Trinidad.
Muchos, los mismos de arriba que hubieran querido lo imposible, no saben, ignoran porque quieren, que el Opus Dei ha hecho mucho por el ser humano y que hace mucho por el hombre. Por eso, desconocer algo, al menos, de hasta dónde ha llegado la Obra con su obra humana y espiritual, ni está mal y, además, puede servir para abrir algún que otro ojo y corazón que están cerrados, con siete candados, a la comprensión hacia lo que el ahora santo de la Iglesia católica hizo pero, sobre todo, inspiró para que se hiciera.
Muchos años trascurrirían hasta que el 28 de noviembre del año 1982, el Cardenal Casaroli, a la sazón y entonces Secretario de Estado y Sebastián Baggio, entonces Prefecto de la Sagrada Congregación para los Obispos pusieran sus nombres (bajo el del mismo Pontífice, Juan Pablo II, ahora San Juan Pablo II) en el pie del documento llamado Ut sit(Constitución apostólica mediante la que se erigió en Prelatura personal el movimiento creado por aquel entusiasta sacerdote aragonés) Se había cumplido, seguramente, uno de los sueños del Fundador del Opus Dei: su hijo espiritual se había convertido el Prelatura personal de la Iglesia católica (así lo dice, por ejemplo, el mismo documento aquí referido: “Nuestro Predecesor Pablo VI, acogiendo benignamente la petición del Siervo de Dios Josemaría Escrivá de Balaguer /…/ se ocupase de iniciar el estudio para una transformación del Opus Dei, de acuerdo con su naturaleza y con las normas del Concilio Vaticano II”)
Por eso, cuando dice San Josemaría, en “Conversaciones” (62) que “Querer alcanzar la santidad —a pesar de los errores y de las miserias personales, que durarán mientras vivamos— significa esforzarse, con la gracia de Dios, en vivir la caridad, plenitud de la ley y vínculo de la perfección. La caridad no es algo abstracto; quiere decir entrega real y total al servicio de Dios y de todos los hombres; de ese Dios, que nos habla en el silencio de la oración y en el rumor del mundo; de esos hombres, cuya existencia se entrecruza con la nuestra”, está fijando un modo de ser, un ser consciente de lo que supone la filiación divina (somos hijos de Dios y eso ha de tener consecuencias en nuestra vida)
Tal es el espíritu de la Obra; tal la esencia de su mismo ser: la santidad como algo posible en un mundo turbulento como el que nos ha tocado vivir.
Dice entrega real y total al servicio de Dios y de todos los hombres”. Por eso resulta necesario e importante preguntarse cómo es posible que se puedan enarbolar banderas punzantes contra el Opus Dei si se lee y se comprende esto; hasta dónde ha de llegar el acoso a la Obra de Dios por mentes alejadas de la comprensión de su historia, vida y siembra de futuro.
Y, si tal es el espíritu y lo que conduce al Opus Dei, nada de lo dicho hasta ahora se ha quedado parado ni, como suele pensarse, supone un anclarse en el pasado para no reconocer el presente y, menos, el futuro. Muy al contrario es la verdad. 
De aquí que con motivo de la celebración del 80 aniversario de la Fundación del Opus Dei (corría, entonces, el año 2008), el entonces Prelado, Javier Echevarríadirigió unas palabras que eran una llamada al futuro de la Obra: Al cumplirse ahora ochenta años de la fundación del Opus Dei, pido a Dios que esta pequeña parte de la Iglesia, que es la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei, cumpla siempre en el seno de la sociedad civil la misión que El mismo le confió en 1928: realizar en las almas una siembra generosa de la paz y la alegría del Evangelio, que impregne también las estructuras de la sociedad haciéndolas más humanas.
Algunos, seguramente, dirán del Opus Dei que no es más que una secta y que todo lo malo que pueda predicarse de una organización religiosa católica puede decirse de tal movimiento espiritual. Sin embargo, es bien cierto que ciegos y sordos siempre ha habido en el mundo. Y hoy también, claro.
Eleuterio Fernández Guzmán

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