Es
más que conocida la imagen de Jesucristo como Buen Pastor. Y es que, claro,
es Bueno pero también es Pastor que lleva a sus ovejas a comer buenos pastos
espirituales y, luego, las devuelve al redil de donde no deben escaparse para
no acabar perdidas por los montes del mundo.
Esto,
nosotros, los católicos, lo tenemos como parte muy importante de nuestra fe. Es decir,
sabemos que es básico considerar a nuestro hermano Jesucristo como el Pastor
que nos conduce por buenos caminos y no permite (si no queremos, claro está)
que nos perdamos.
Es
cierto, de todas maneras, que si nos perdemos sale a buscarnos y se alegra
mucho por un pecador que se ha convertido. Pero aquí no hablamos de eso sino de
otra cosa.
A sabiendas de que todo el mundo conoce el tema que está
acaeciendo en el Valle de los Caídos con el cuerpo allí enterrado del
Generalísimo Francisco Franco Bahamonde, nos hemos llevado
una sorpresa con esto que ha pasado.
Bueno,
en realidad, no ha habido sorpresa alguna porque sabemos de qué pie cojea más
de uno…
El
caso es que nosotros, los católicos, esperamos de nuestros pastores (llamamos así, por ejemplo, a
los Obispos aunque también puede hacerse eso con los sacerdotes que no lo son)
que sean buenos pastores y que lleven a sus ovejas, nosotros, a pastar en
buenos pastos. Es decir, que no nos den de comer malas hierbas espirituales o
no nos dejen que nos cause daño en el corazón la ingesta de agua pútrida. Y en
esas estamos, al parecer.
Como
decimos arriba, los poderes del mundo han hecho, como pasa siempre, lo que les
ha dado la gana con el cuerpo del Generalísimo Francisco Franco Bahamonde. Y queremos decir que, vía
judicial, han hecho lo que han querido.
Todo
esto tiene, claro, un antecedente bastante vergonzoso y vergonzante. Y es
que como con la ley en la mano no se podía sacar del Valle de los Caídos a
quien legítimamente está allí enterrado (Franco y otras decenas de monjes
benedictinos, por ejemplo) ni con la intervención de la justicia, el Ejecutivo
del actual Presidente del Gobierno se sacó de la manga un añadido a la Ley de
(des)Memoria Histórica en el que, más o menos, se dice que no puede estar allí
enterrado (en el Valle, se entiende) quien no hubiera fallecido a consecuencia
de la Guerra Civil acaecida en nuestra patria entre los años 1936 y 1939.
Haciendo
tal añadido, que es claramente manipulador de una norma, en sí, manipuladora y
contra la historia, se ha conseguido que, claro, aplicando tal ley perversa y claramente
contraria todo derecho porque está dirigida a persona concreta (Francisco
Franco Bahamonde) y es “singular” propiamente
dicha, ahora los tribunales de justicia digan que sí, que ahora es posible
exhumar los restos del anterior Jefe del Estado, a la sazón, el Generalísimo
Francisco Franco Bahamonde.
Al
parecer, nuestros pastores jerárquicos más altos, a saber, los que constituyen
la Conferencia Episcopal Española, a través de su portavoz, dicen que sí, que
el Gobierno tiene razón y que, claro, pueden hacer lo que les venga en gana.
Lo
que les viene en gana es cerrar el Valle de los Caídos a cal y canto los días
que les venga en gana, dejar deambular a miembros de
la Guardia Civil (¡Qué vergüenza!) por lugar
sagrado como si estuvieran patrullando en plena calle y, en fin, conseguir
sacar de aquel lugar sagrado, vía helicóptero por si acaso, los restos del
Generalísimo Francisco Franco Bahamonde.
Al
parecer basta para justificar la exhumación de los restos del anterior Jefe del
Estado que haya una norma, que es “intrínsecamente perversa”, que permita que
eso se haga.
Decimos
que esta norma, este añadido a la ley, es intrínsecamente perversa porque se ha hecho, sólo y exclusivamente, por motivos políticos y por
motivos políticos se ha hecho. Y quien dude de eso es que vive en otro mundo o
ha sido abducido por la mundanidad.
Pues bien, según se nos dice
desde las más altas instancias espirituales españolas, todo está bien y más que
bien y que nada se puede decir en contra de eso. Y olvidan, al
parecer, que las leyes que son intrínsecamente perversas no deben ser acatadas
por un católico.
Al
parecer, la familia del fallecido no tiene nada que decir en el caso porque el Estado, según está
pasando, puede hacer lo que le venga en gana con el cuerpo de un muerto.
Al
parecer, que un lugar sea sagrado importa un pito y un pepino importa a quien
debería protegerlo. Eso está fuera de lugar cuando las instancias del mundo se ponen de pie
y arrodillan a lo más “granado” de nuestros
pastores.
Aquí,
a lo que se ve, el redil lo han equivocado más de uno que no sabe, exactamente,
que no es el tal redil, el del mundo, al que han de conducir a sus ovejas. No. Y, por tanto, allí sólo van a entrar los pastores que quieren
arrebatar a las ovejas al Buen Pastor y llevarlas por caminos de perdición y de
mundanas fosas.
Todo
esto da, francamente lo decimos, vergüenza y más que vergüenza. Y es
que vemos que, simplemente, nuestros pastores más elevados (los que se
consideran sabios) no defienden a sus ovejas sino que las dejan a merced de los
lobos que no es que tengan piel de oveja sino que son lobos, lobos, puramente
lobos, sin disimulos. Aunque ahora sabemos, a
ciencia y corazón cierto lo sabemos, quiénes son los que llevan pieles de oveja
pero no lo son. Y sabemos sus nombres y todo. Y no se nos van a
olvidar.
Y,
claro, que esto no lo olviden ellos: a Dios tampoco se le va a
olvidar ciertos comportamientos desagradecidos. Y es que es bueno, sí, pero, ¡Para desgracia de muchos!, justo.
Eleuterio
Fernández Guzmán
Panecillos
de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo,
“panecillos de meditación” (En “Las
golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos
pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento
espiritual del que podemos servirnos.
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