Texto de la Comisión Episcopal para la Doctrina de
la Fe de la CEE
La Conferencia
Episcopal Española ha publicado la nota doctrinal titulada «`Mi alma tiene sed
de Dios, del Dios vivo´ (Sal 42,3). Orientaciones doctrinales sobre la oración
cristiana», en la que, entre otras cuestiones, advierten contra determinadas
prácticas incompatibles con la fe católica.
(CEE/InfoCatólica) Los obispos miembros de la Comisión Episcopal para la Doctrina
de la Fe aprobaron en su reunión del pasado 3 de abril la nota
doctrinal titulada «Mi alma tiene sed de Dios, del
Dios vivo» (Sal 42,3). Orientaciones doctrinales sobre la oración cristiana.
Con esta nota se «quiere mostrar la naturaleza y la riqueza de la
oración y de la experiencia espiritual enraizada en la Revelación y Tradición
cristianas, recordando aquellos aspectos que son esenciales;
ofreciendo criterios que ayuden a discernir qué elementos de otras tradiciones
religiosas hoy en día muy difundidas pueden ser integrados en una praxis
cristiana de la oración y cuáles (…).
Con ello, queremos ayudar a
las instituciones y grupos eclesiales para que ofrezcan
caminos de espiritualidad con una identidad cristiana bien definida,
respondiendo a este reto pastoral con creatividad y, al mismo tiempo, con
fidelidad a la riqueza y profundidad de la tradición cristiana» (n.6). La Comisión Permanente de la CEE autorizó su
publicación en su CCXLIX reunión de los días
25-26 de junio de 2019.
En los puntos 6 y 7 de la
nota, los obispos señalan el peligro de acoger cualquier
método de oración y meditación ajeno a la fe
e indican que los errores teológicos ponen en
peligro también la genuina oración cristiana:
7.
Un antiguo principio teológico dice: “Lex
orandi, lex credendi”, o bien: “legem
credendi lex statuat supplicandi». La fe y la oración son inseparables,
ya que “la Iglesia cree como ora” y en
lo que reza expresa lo que cree. Por ello, si queremos afrontar adecuadamente
esta problemática, nos hemos de referir brevemente a algunas cuestiones
teológicas que tienen que ver con la cristología y con la comprensión de la
salvación. De hecho, ciertos planteamientos dentro
de la Iglesia han podido favorecer la acogida acrítica de métodos de oración y
meditación extraños a la fe cristiana.
8. Durante las últimas décadas el
misterio de Cristo ha estado en el centro del debate teológico. Además de la
relación de continuidad entre el Jesús de la historia y el Cristo de la fe
planteada por la incorporación de los métodos histórico-críticos, ha tenido
gran trascendencia en la reflexión cristológica la realidad de la Encarnación y
la confesión de Jesucristo como Salvador único y universal. En relación con la
doble naturaleza de la única persona divina del Verbo, algunos autores
han cuestionado el carácter absolutamente singular del acontecimiento de la
Encarnación del Hijo de Dios, interpretando este hecho
histórico-salvífico como un símbolo de la presencia de Dios en todo ser humano.
Jesús de Nazaret no sería el Hijo único de Dios hecho hombre en la plenitud de
los tiempos, sino alguien en quien se habría dado la presencia de la divinidad
con mayor intensidad, pero no de forma cualitativamente distinta a cualquier
ser humano. Así, la Encarnación dejaría de ser un acontecimiento
único y Jesucristo perdería la singularidad que le confiere su constitución
divino-humana. Desde estos supuestos, Jesús no pasaría de ser un
gran maestro que habría abierto un camino espiritual para que sus seguidores
pudieran encontrar a Dios, igual que otros han iniciado tradiciones
espirituales distintas. De ese modo, la humanidad de Cristo como camino
concreto para llegar a Dios pierde su carácter único y su enseñanza no tiene
más valor que la de otros maestros fundadores de religiones, con los que queda
equiparado Jesús.
El tercer apartado
de la nota es una clara advertencia contra el sincretismo con el budismo zen
III. LAS ESPIRITUALIDADES QUE
SE DERIVAN DE ESTAS DOCTRINAS
1. ASIMILACIÓN DE LA METODOLOGÍA DEL BUDISMO ZEN
1. El deseo de encontrar la paz
interior ha favorecido la difusión de la meditación
inspirada en el budismo zen en muchos ambientes de nuestra sociedad.
No podemos entrar aquí en un análisis de las diferencias entre las distintas
corrientes. Aludiremos, más bien, a algunos elementos comunes. En primer lugar,
la reducción de la oración a meditación y la
ausencia de un tú como término de la misma convierten este tipo
de prácticas en un monólogo que comienza y termina en el propio sujeto. La técnica zen consiste en observar los movimientos de la propia mente
con el fin de pacificar a la persona y llevarla a la unión con su propio ser.
Entendida así, difícilmente puede ser compatible con la oración cristiana, en la que lo más importante es el Tú divino
revelado en Cristo.
2. Desde la idea de
que el sufrimiento tiene su origen en la no aceptación de la realidad y en el
deseo de que sea distinta, la meta
de la meditación zen es ese estado de quietud y de paz que se alcanza aceptando los
acontecimientos y las circunstancias como vienen, renunciando
a cualquier compromiso por cambiar el mundo y la realidad. Por tanto, si con este método la persona se
conformara solo con una cierta serenidad interior y la confundiera con
la paz que solo Dios puede dar, se convertiría en obstáculo para la auténtica práctica de la
oración cristiana y para el encuentro con Dios.
3. Además, frecuentemente el zen elimina la diferencia entre el propio yo y lo que está fuera, entre lo
sagrado y lo profano, entre lo divino y lo creado. Una
energía difusa anima toda la realidad visible e invisible que a veces adquiere
fisonomía panteísta. Si en algún momento se alude a la divinidad, no se puede
distinguir el rostro personal del Dios cristiano. Cuando la divinidad y el
mundo se confunden y no hay alteridad, cualquier tipo de oración es inútil.
4.
A veces la meditación zen es practicada por grupos
cristianos y organizaciones eclesiales. Algunos llegan incluso a
hablar de un supuesto zen
cristiano. En principio esto no supondría mayor dificultad si
se limitara a incorporar a la pedagogía de la oración cristiana ciertas
técnicas que predisponen el cuerpo y el espíritu al silencio necesario para la
oración, pero en no pocas ocasiones va más allá de esto, teniendo consecuencias
para la misma comprensión de la oración. Como criterio de discernimiento, es
bueno distinguir, en primer lugar, entre las técnicas concretas y el método. El
método, como itinerario completo de meditación, es inseparable de la meta a la
que se quiere llegar y de los supuestos antropológicos, religiosos y teológicos
en los que nace y se sustenta. En cambio, las técnicas concretas para alcanzar
ciertos estados de ánimo previos a la oración podrían aislarse del conjunto del
método y de sus fundamentos. No es posible
una oración propiamente cristiana que asuma globalmente un método que no esté
originado o se aparte del contenido de la fe. Tampoco se pueden aceptar acríticamente ciertos
planteamientos que interpretan algunos temas centrales de la fe cristiana desde
los esquemas de pensamiento propios del budismo zen, estableciendo
paralelismos, por ejemplo, entre el camino del zen y Jesús como camino; o entre
la kénosis de Dios (el Hijo de Dios que se vacía) y el
desapego y el desprendimiento radical que se practica en el budismo (el
vaciarse de uno mismo). Estos paralelismos llevan
frecuentemente a desvirtuar el contenido de la fe, porque olvidan que la universalidad salvífica de
Jesucristo «abarca los aspectos de su misión de
gracia, de verdad y de revelación».
En una de las notas de dicho
apartado se advierte que «muchas veces estas
técnicas de meditación, como el
mindfulness, intentan esconder su origen religioso y se difunden en
movimientos que se podrían reunir bajo la denominación New Age, por cuanto se
proponen en alternativa a la fe cristiana».
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