Como ciervo sediento en busca
de un río, así, Dios mío, te busco a ti.
Tengo sed de Dios, del Dios de
la vida.
¿Cuándo volveré a presentarme
ante Dios?
Día y noche, mis lágrimas son
mi alimento, mientras a todas horas me preguntan: ¿Dónde está tu Dios?
Cuando pienso en estas cosas, doy
rienda suelta a mi dolor.
Recuerdo cuando yo iba con la
gente, conduciéndola al templo de Dios entre gritos de alegría y gratitud.
¡Qué gran fiesta entonces!
¿Por
qué voy a desanimarme?
¿Por qué voy a estar
preocupado?
Mi esperanza he puesto en
Dios, a quien todavía seguiré alabando.
¡Él es mi Dios y Salvador!
Salmos 42:1-5
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