Se celebrará el III Domingo del Tiempo Ordinario
El Papa
Francisco ha instituido el «domingo de la Palabra de Dios», a través de la
Carta Apostólica en forma de Motu Proprio, titulada Aperuit illis,
estableciendo que el III Domingo del Tiempo Ordinario esté dedicado a la
celebración, reflexión y divulgación de la Sagrada Escritura.
(InfoCatólica) En su carta, el Pontífice
asegura que «la relación entre el Resucitado, la
comunidad de creyentes y la Sagrada Escritura es intensamente vital para
nuestra identidad».
El Papa recuerda que
ya sugirió la idea de instituir un domingo del año para el fin decretado con la
actual carta apostólica:
«Tras la
conclusión del Jubileo extraordinario de la misericordia, pedí
que se pensara en «un domingo completamente dedicado a la Palabra de Dios,
para comprender la riqueza inagotable que proviene de ese diálogo constante de
Dios con su pueblo» (Carta ap. Misericordia et misera, 7). Dedicar concretamente
un domingo del Año litúrgico a la Palabra de Dios nos permite, sobre todo,
hacer que la Iglesia reviva el gesto del Resucitado que abre también para
nosotros el tesoro de su Palabra para que podamos anunciar por todo el mundo esta
riqueza inagotable».
Igualmente recuerda que «el Concilio Ecuménico Vaticano II dio un gran impulso al
redescubrimiento de la Palabra de Dios con la Constitución dogmática Dei
Verbum» y, por tanto, «es bueno que nunca falte en la vida de nuestro pueblo esta
relación decisiva con la Palabra viva que el Señor nunca se cansa de
dirigir a su Esposa, para que pueda crecer en el amor y en el testimonio de
fe».
EN EL PUNTO 3 DE LA
CARTA APOSTÓLICA DECRETA:
«Así pues, establezco
que el III Domingo del Tiempo Ordinario esté dedicado a la celebración,
reflexión y divulgación de la Palabra de Dios. Este Domingo
de la Palabra de Dios se colocará en un momento oportuno de ese
periodo del año, en el que estamos invitados a fortalecer los lazos con los
judíos y a rezar por la unidad de los cristianos. No se trata de una
mera coincidencia temporal: celebrar el Domingo de la Palabra de Dios expresa
un valor ecuménico, porque la Sagrada Escritura indica a los que se ponen en
actitud de escucha el camino a seguir para llegar a una auténtica y sólida
unidad.
Tras recordar el
pasaje bíblico que describe a todo el pueblo de Israel escuchando la palabra de
Dios tras regresar del exilio babilónico, afirma:
«La Biblia
no puede ser sólo patrimonio de algunos, y mucho menos
una colección de libros para unos pocos privilegiados. Pertenece, en primer lugar, al
pueblo convocado para escucharla y reconocerse en esa Palabra. A
menudo se dan tendencias que intentan monopolizar el texto sagrado relegándolo
a ciertos círculos o grupos escogidos. No puede ser así. La Biblia es el libro
del pueblo del Señor que al escucharlo pasa de la dispersión y la división a la
unidad. La Palabra de Dios une a los creyentes y los convierte en un solo pueblo».
PAPEL DE LOS
PASTORES
El Pontífice recuerda que «los Pastores son los primeros que tienen la
gran responsabilidad de explicar y permitir que todos entiendan la Sagrada
Escritura. Puesto que es el libro
del pueblo, los que tienen la vocación de ser ministros de la Palabra deben
sentir con fuerza la necesidad de hacerla accesible a su comunidad».
Y añade:
«La homilía, en
particular, tiene una función muy peculiar, porque posee «un carácter cuasi
sacramental» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 142). Ayudar a profundizar en la
Palabra de Dios, con un lenguaje sencillo y adecuado para el que escucha, le permite al sacerdote mostrar
también la «belleza de las imágenes que el Señor utilizaba para estimular a la
práctica del bien» (ibíd.). Esta es una oportunidad pastoral que hay que
aprovechar».
El Papa advierte que «es necesario dedicar el tiempo apropiado para la
preparación de la homilía. No se puede improvisar el comentario de las lecturas
sagradas». Y respecto a los catequistas, dice:
«Es bueno
que también los catequistas, por el ministerio que realizan de ayudar a crecer
en la fe, sientan la urgencia de renovarse a través de la familiaridad y el estudio
de la Sagrada Escritura, para favorecer un verdadero diálogo entre
quienes los escuchan y la Palabra de Dios».
LA MUERTE Y
RESURRECCIÓN DE CRISTO NO SON UN MITO
El Santo Padre declara que
«puesto que las Escrituras hablan de Cristo, nos ayudan a
creer que su muerte y resurrección no pertenecen a la mitología, sino a la
historia y se encuentran en
el centro de la fe de sus discípulos».
BIBLIA Y FE
Igualmente explica que «es
profundo el vínculo entre la Sagrada Escritura y la fe de los creyentes. Porque la fe proviene de la escucha y la escucha está centrada en la
palabra de Cristo (cf. Rm 10,17),
la invitación que surge es la urgencia y la
importancia que los creyentes tienen que dar a la escucha de la Palabra del
Señor tanto en la acción litúrgica como en la oración y la reflexión personal».
BIBLIA Y EUCARISTÍA
Tras recordar «el inseparable vínculo entre la Sagrada Escritura y la
Eucaristía», el Pontífice constata que «la Sagrada Escritura y los Sacramentos no se
pueden separar. Cuando los Sacramentos son introducidos e iluminados
por la Palabra, se manifiestan más claramente como la meta de un camino en el
que Cristo mismo abre la mente y el corazón al reconocimiento de su acción
salvadora».
LA BIBLIA ES MÁS QUE
MERA HISTORIA
El Papa afirma que «la Biblia no es una colección de libros de historia, ni
de crónicas, sino que está totalmente dirigida a la salvación integral de la
persona. El innegable fundamento histórico de los libros
contenidos en el texto sagrado no debe
hacernos olvidar esta finalidad primordial: nuestra salvación».
UN TEXTO NUNCA
ANTIGUO
Francisco indica que «cuando la Sagrada Escritura se lee con el mismo Espíritu
que fue escrita, permanece siempre nueva. El Antiguo Testamento no es nunca
viejo en cuanto que es parte del Nuevo, porque todo es transformado por el
único Espíritu que lo inspira».
MARÍA, PRIMERA EN
CREER
Por último, el Pontífice
explica que «en el camino de escucha de la Palabra de Dios, nos acompaña la Madre del Señor, reconocida como bienaventurada porque
creyó en el cumplimiento de lo que el
Señor le había dicho». Y añade:
«Ningún pobre es
bienaventurado porque es pobre; lo será si, como María, cree en el cumplimiento
de la Palabra de Dios. Lo recuerda un gran discípulo y maestro de la Sagrada
Escritura, san Agustín: «Entre la multitud ciertas personas dijeron admiradas:
«Feliz el vientre que te llevó»; y Él: «Más bien, felices quienes oyen y custodian
la Palabra de Dios». Esto equivale a decir: también mi madre, a
quien habéis calificado de feliz, es feliz precisamente porque custodia la
Palabra de Dios; no porque
en ella la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros, sino porque custodia
la Palabra misma de Dios mediante la que ha sido hecha y que en ella se hizo
carne» (Tratados sobre el evangelio de Juan, 10,3)».
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