“Cuando
estaba en el Reformed Bible College estudiando para ser una misionera
protestante, recuerdo tristemente tirar un rosario que me habían regalado,
llena de miedo al verlo”, explica Amanda en un artículo del National Catholic
Register.
En ese episodio, menciona que aunque su corazón “se
desgarró al hacerlo”, tenía un profundo miedo a tener un rosario cerca,
debido a todos los argumentos doctrinales engañosos que “se oponían agresivamente a la oración del Rosario”, o
cualquier devoción mariana, que había escuchado durante su vida.
Incluso, meses después de entrar en plena comunión con la Iglesia
Católica y de servir como voluntaria para las Misioneras de la Caridad, estaba
aterrorizada de ofender al Señor si rezaba el Rosario.
“Estaba profundamente perturbada por el hecho de
que las hermanas siempre usaban un gran rosario completo alrededor de sus
cinturas, y rezaban el Rosario cada vez que podían, abrazando la enseñanza de
la Madre Teresa: ‘aferrarse al Rosario como la enredadera se aferra al árbol,
porque sin Nuestra Señora, no podemos soportar’, recordó.
Las hermanas de la Madre Teresa “tenían un
gran celo al rogar” a las familias que rezaban el Rosario. “Con coraje y sinceridad, tocaban puertas con rosarios en
sus manos, preguntando si podían rezar un rosario con la familia acurrucada
dentro. En medio de la cultura de la muerte, donde las familias son sacudidas
por las tempestades de confusión y angustia, el Rosario diario puede actuar
como un arca de salvación”, explicó.
Sin embargo, señaló que en algunas ocasiones escuchar a las hermanas
rezando la hacía llorar, “mientras luchaba por
descubrir la verdad real y cruda sobre los dogmas marianos”.
En ese sentido, comenzó a cuestionarse. “¿Estaba
diciendo que el Ave María realmente era una blasfemia como me habían dicho
desde la infancia, por tantas personas que amaba y en las que confiaba? ¿Qué
tenía de malo solo rezarle a Jesús? ¿Por qué uno ‘necesitaba’ rezar a la
Santísima Madre? ¿Dónde se mencionaba la devoción mariana en la Sagrada
Escritura?”, se preguntaba.
Es así que comenzó a leer diferentes libros con el objetivo de encontrar
respuestas a sus dudas. “Reflexioné sobre los
escritos de los primeros Padres de la Iglesia, Thomas Merton, Santo Tomás de
Aquino, San Benito, Santa Teresa de Ávila, el Cardenal John Neumann y muchos
otros”, afirmó.
Del mismo modo, “lee y relee libros” como “Sorprendido
por la verdad”; “Historia de conversión del Cardenal Newman”; “Nacido
fundamentalista, nacido de nuevo católico”; “Roma, dulce hogar”; e “historias
sobre la Sierva de Dios Dorothy Day”. Además, leía testimonios de los
primeros santos que apreciaron el rezo del Rosario, así como también lo
hicieron cristianos ortodoxos griegos, e incluso el mismo Martin Luther, lo
cual la dejó “perpleja”.
De acuerdo con Amanda, los devotos, conservadores anglicanos y
luteranos, así como algunos cristianos ortodoxos, mantienen la tradición de la
devoción mariana con todo su corazón. “¿Por qué
Calvino y Zuinglio lo abandonaron, y qué significó esto para mí?”, se
cuestionó.
En otro momento, recordó que la Santísima Virgen “curó sus temores y arrojó luz sobre las amenazantes mentiras que me
habían contado sobre la sagrada devoción del Rosario”.
“Poco a poco, principalmente rezando la hermosa y
venerable oración del Rosario mismo, encontré paz al rezarlo”, indicó Amanda, quien añadió que sus oraciones a la Virgen respondían
cada vez con más frecuencia.
Cada vez que recurría a la Virgen en busca de ayuda, Amanda comenzaba a “sentir un oasis de paz en su alma atribulada”.
Asimismo, poco a poco comenzó a comprender la profundidad, la autenticidad y el
poder luminoso de la devoción mariana, y más especialmente, del Rosario.
Indicó que tras las citas que fue leyendo de fuentes católicas sobre el
Rosario, esta oración “comenzó a tener sentido para
mí, por fin, y las gracias que fluyen de esta fuente contemplativa comenzaron a
inspirarme como nunca antes”.
"Como el Papa León XIII escribió una vez: ‘El
Rosario es la forma más excelente de oración y el medio más eficaz para
alcanzar la vida eterna. Es el remedio para todos nuestros males, la raíz de
todas nuestras bendiciones. Ya no hay una forma excelente de orar”’, recordó.
Asimismo, afirmó que el Rosario es una base de esperanza, una fortaleza
espiritual y un jardín de fecundidad etérea, al que recurren los peregrinos
católicos “a menudo golpeados por las pruebas de la
vida y arrojados por las tormentas de la tentación”.
Traducido y adaptado por Carla
Marquina García. Publicado originalmente en National
Catholic Register.
Redacción ACI
Prensa
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