NO ES JUSTO LLAMAR
FAMILIA A UNA ASOCIACIÓN DE ADULTOS QUE SIMPLEMENTE QUIERE RECIBIR LOS
BENEFICIOS QUE LA SOCIEDAD HA CONCEDIDO AL MATRIMONIO.
Por: Fray Nelson Medina, OP | Fuente: fraynelson.com
El otro día me quedé
escuchando a una religiosa que dijo que ella no se explica cómo algunas
personas no le llaman familia a una madre soltera con su hija, lo cual a mi
criterio tiene razón, por ejemplo, si un padre fallece, la madre con sus hijos
siguen siendo una familia. Pero me surge la duda con las uniones homosexuales,
estamos claros que no deberían llamarse matrimonio, pues el matrimonio es un
sacramento que pasa entre hombre y mujer de acuerdo al plan de Dios, pero ¿Debería hacerse alguna excepción al termino familia
cuando los padres adoptivos son homosexuales? -- MBQ
Las palabras en el lenguaje humano tienen siempre un sentido propio y
luego uno o muchos sentidos derivados, que también son llamados sentidos "por extensión". Por ejemplo, una casa,
en sentido propio, es el lugar estable de residencia de una o más personas.
Pero luego sucede que encontramos una persona que se ha refugiado debajo de un
puente. Se puede decir que ese puente es como su "casa"
y ponemos las comillas para indicar que estamos usando la palabra en un
sentido ampliado o extensivo porque no vamos a decir que cada vez que se
construye un puente se está haciendo también casas. Así que esto es lo primero:
ver la diferencia entre sentido propio y sentido
extensivo de las palabras.
Lo segundo es darse cuenta de que no toda extensión en el sentido de las
palabras es lícita. Imaginemos, por seguir con el ejemplo del puente, que un
habitante de la calle le dijera a otro que está buscando dónde resguardarse del
clima: "Este puente es mi casa; si quiere se
queda aquí pero me tiene que pagar arriendo." Uno se da cuenta que
el que pretende cobrar arriendo está abusando de un sentido extensivo de la
palabra "casa" porque propiamente
hablando esa no es su casa, sino que simplemente ha llegado a vivir ahí.
Estamos ante un abuso en el lenguaje porque aunque la extensión sea en cierto
modo lícita, la aplicación es desproporcionada y abusiva.
Consideremos otro caso: un cierto hombre pierde todo su dinero en el
juego, y como no puede pagar la hipoteca de su inmueble entonces saca a su
pequeña hija de la que era su casa y la pone a vivir con él, durmiendo en
lugares públicos de estacionamiento dentro de un carro. Cuando la policía le
dice que eso es un abuso contra al seguridad y el bienestar de la niña, el
señor dice que no es ningún abuso porque él sí le ha dado "casa" a su hija en el asiento de atrás
del carro en que la ha tenido ya por cuatro meses. Aquí estamos ante una
extensión abusiva e impropia del término "casa."
Algo así pasa con la palabra "familia."
Si una mujer queda viuda, o es cabeza de hogar y debe velar por los hijos,
el esfuerzo excepcional de ella puede corresponder muy bien con el significado
de la palabra "familia." Dentro de
sus circunstancias, que no son las que ella hubiera querido, trata de acercarse
todo lo que puede al ideal de estabilidad familiar que considera que es muy
importante para sus hijos. Ella está poniendo en primer lugar el interés de los
hijos, cosa que es vital en cualquier definición de familia, y está tratando de
acercarse todo lo que puede a lo que ella sabe que sí es una familia. Podemos
comprender su esfuerzo y apoyarla y diremos que ella tiene una familia, dentro
de sus circunstancias arduas y exigentes.
Pero eso no nos autoriza a llamar "familia"
a cualquier asociación de adultos que dicen quererse o desearse
sexualmente. Como ya hemos visto en Colombia, hay casos de tres hombres que
dicen amarse y que quieren ser considerados "matrimonio" o "familia." ¿No tiene ningún derecho la sociedad
a preservar el sentido de estas palabras, dada la importancia que tiene la
institución familiar para el futuro de toda la sociedad? ¿Es que cualquier
cosa, por cualquier motivación, puede ser llamada familia?
Lo mínimo que hay que exigir es que la estructura familiar esté al servicio
de los niños, y no simplemente que se sirva de ellos a modo de complemento
afectivo deseado por unos adultos. Una vez que uno entiende que hay diferencias
vitales en la estructura emocional del hombre y de la mujer, y una vez que uno
comprende el bien inmenso que esta complementariedad trae a los hijos, uno se
da cuenta que no es justo llamar familia a una asociación de adultos que
simplemente quiere recibir los beneficios que la sociedad ha concedido al
matrimonio entre hombre y mujer por una razón: por el bien que esa unión está
llamado a crear en favor de la sociedad.
Los que tratan de estirar y luego reventar la definición de matrimonio o
de familia, luego no tienen razones lógicas claras para detener su proceso de
estiramiento semántico. Si dos mujeres pueden ser llamadas familia, ¿por qué no tres? Si la razón que se da es que no
hay que discriminarlas, ¿no sería entonces
discriminación prohibir los tríos, o los incestos, o el sexo con menores? Estas
posibilidades, cada vez más aberrantes no son hipótesis abstractas: son
realidades sociales que tratan de imponerse por el mismo camino legal que en
muchas partes ha dado estatuto legal de "matrimonio"
a las uniones entre personas del mismo sexo.
En resumen: si una persona o personas, sin responsabilidad suya, se
encuentran en una situación en que sólo parece haber un modo de preservar el
bien de los niños, manteniendo claridad sobre cuál es el punto de referencia en
el que creen y al que buscan, lo de ellos podría considerarse familia, en
sentido extensivo, por vía de excepción y mientras dure tal excepción. Lo demás
es posponer el bien de los niños y el bien de la sociedad, que queda sometida a
los intereses de grupos de poder con sus propias agendas: las de la ideología
de género.
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