Oana María Coca es
filóloga y doctoranda en Historia. Está convencida de que en el gnosticismo
están las bases de una profunda rebeldía contra Dios y la Iglesia Católica, de
cuyo veneno se nutrirán el resto de herejías y revoluciones que vendrían
después. Comprender en profundidad lo que es el gnosticismo y su malicia nos
ayuda a entender gran parte de las ideologías de la historia, que están en las
antípodas de la recta moral católica y que quieren socavar los mismos cimientos
de la cristiandad.
¿EN QUÉ CONSISTE LA HEREJÍA DEL GNOSTICISMO?
Diríase que no es más que la rebelión del hombre contra Dios, ya que
tiene como finalidad última la desvinculación de la criatura de su Creador.
El nombre, cuya raíz
etimológica procede del griego “gnosis” (conocimiento),
se debe a que sus miembros se quieren salvar a través de un conocimiento oculto
al que llegarían gradualmente, puesto que se consideran autosuficientes. De
esta manera, el hombre se supera a sí mismo hasta el punto de no necesitar más
al Salvador.
Ya a finales del siglo XIX, el
historiador Marcelino Menéndez Pelayo la consideraba la herejía más peligrosa
de todas puesto que se basa en “el orgullo
desenfrenado” del hombre. Y es, precisamente, esa arrogancia ilimitada
la que constituye el eje central de sus doctrinas.
Así se explica su anhelo de
librarse tanto de la Verdad (de Cristo) como del mundo que la rodea. Y, en este
sentido, “la virtud de la gnosis” les
ayudará a “librarse del mundo malo” en el
que viven y actuar según “sus propios deseos”
llegando a formar parte de una “élite” y,
por lo tanto, estar por encima del bien y del mal. Pero no se detuvo aquí su
doctrina, antes decidió atacar la Santa Escritura. Aparte de negar el Antiguo
Testamento en su conjunto, interpretan libremente el Evangelio y quieren pensar
que Jesucristo ha revelado “una historia secreta”, diferente
de la verdadera, a unos pocos hombres que el Salvador había “iniciado” en el ocultismo. Sin embargo, el Señor,
anticipando la aparición de dicha herejía, afirma: “Te
doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas
cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí,
Padre, así te ha parecido bien” (Mateo
11, 25-30). Coexisten en este versículo dos mensajes claros: Dios se hace hombre en medio de los humildes y sencillos,
que son los que le seguirán, mientras que la clase dirigente judía junto a sus
sumos sacerdotes rechazan tanto al Señor como el Evangelio. Por lo tanto,
el orgullo elitista de los gnósticos contraviene las enseñanzas de
Cristo.
¿CUÁLES SON LOS ANTECEDENTES DE ESTA PERVERSA
DOCTRINA?
Este pensamiento esotérico
tiene como precedentes la mitología antigua de Irán, India, Egipto o el
platonismo. Añádanse también como origen de dicha secta las prácticas de
adivinación y magia de Simón el Mago, mencionadas por las Actas de los
Apóstoles. Considerado uno de los primeros caudillos de la secta gnóstica,
quiso pagar con dinero el don que Dios había regalado a San Pedro. Y es,
precisamente, a raíz de este episodio que nace la palabra “simonía” que consiste en la intención de negociar
con cosas divinas.
Entre sus orígenes un lugar
privilegiado lo ocupa la Cábala, que es judía. Sus miembros creen en un rey de
la luz llamado En-Soph, es decir el Ser Supremo. Durante la Revolución
Francesa, los republicanos van a profanar las iglesias y las catedrales para
dar culto a este dios traducido en francés por L’Être Suprême, hijo de la Diosa
Razón, celebrado el 8 de junio de 1793 y al cual le dedican el siguiente himno:
“¡O, Dios del
pensamiento/Ya no necesitas altares, curas o incienso…/Tus legisladores han
destronado a los reyes …/O, Nación, por fin libre de tus sacerdotes/Quiso que
tuvieras un Dios que santifique tus derechos” (haciendo así referencia a los Derechos Humanos) (Le Moniteur,
tome XX, p.523, 1793.)
¿DÓNDE RADICA LA MALICIA MÁS PROFUNDA DEL
GNOSTICISMO?
El pensamiento gnóstico hunde
sus raíces en el Antiguo Testamento, más precisamente, en el pecado original de
la arrogancia que conduce a Lucifer a tomar la decisión de rebelarse contra
Dios: “Yo seré semejante al Altísimo” (Isaías,
14:13-14). De esta manera, la obediencia de toda criatura hacia su Creador se
ve reemplazada por la rebelión contra el poder constituido por Dios. Este
episodio bíblico tiene un mensaje claro: el
Príncipe de las Tinieblas proclama el derecho de insurrección contra la
potestad divina, desvinculando la creatura de su Creador. Por esta misma
razón lleva el nombre de diablo que
etimológicamente significa el que desune, el que separa.
Esta rebeldía cuyo objetivo
consiste en librarse de Dios para poder ser Dios pone las bases del principio
de libertad entendido como autonomía del poder constituido. Y en nombre de
dicha libertad, el hombre va querer ocupar el lugar de Dios, proceso entendido
como DEIFICACIÓN DEL HOMBRE, y declarar la
guerra a todo que tiene origen en Dios (la fe, lo espiritual, el altar y el trono).
Así se explica el principio generador de la Revolución Francesa que acaba con
catorce siglos de Cristiandad (siglo IV-XVIII) o el protestantismo que impone
monarquías de origen pagano. Aún más, la Revolución Francesa, madre de todas
las demás insurrecciones llamadas liberales, impone dicha libertad, entendida
como liberación de toda potestad civil y espiritual establecida por Cristo, y
pronto la transforma en dictadura a nivel europeo, puesto que el clero francés,
español o los campesinos vandeanos no han elegido libremente dicha autonomía,
más bien les ha sido impuesta a través del genocidio, inter alia.
Este es el mensaje del himno
antes mencionado que los republicanos dedican al Dios del Pensamiento y de la
Libertad, L’Être Suprême. Dice un historiador francés que no hay peor déspota que él que lleva la
máscara de la libertad y es así
como los regímenes comunistas, liberales o socialistas impuestos pronto se
vuelven dictaduras del HOMBRE.
¿POR QUÉ ES SEGÚN USTED LA RAÍZ DE TODAS LAS
HEREJÍAS QUE VENDRÍAN DESPUÉS?
Porque tienen como objetivo la
DEIFICACIÓN DEL HOMBRE y querrán poner al HOMBRE en el altar del Señor de la misma manera
que lo hizo el gnosticismo. Más precisamente, a partir de dicho dogma, la
Verdad (Cristo) empezará a ser negada y por tanto perseguida.
Es la herejía más peligrosa de
todas puesto que nunca ha desaparecido del panorama histórico de la humanidad,
sino más bien se ha ido afianzando a través de su vigor camaleónico. Por lo
tanto, a nivel dogmático, el gnosticismo,
basado en esa idea de DEIFICACIÓN DEL HOMBRE,
toma en la Edad Media la forma de nominalismo que separa la fe de la razón, el cuerpo del
espíritu o lo material de lo espiritual, armonía que los Padres de la Iglesia y
la escolástica habían logrado cimentar a lo largo de los siglos. William of
Ockam, uno de sus fundadores, guarda solamente lo material, lo carnal y declara
la guerra a la potestad divina a través del rechazo a la Iglesia, queriendo
obtener, de esta manera, la dichosa libertad o liberación de todo lo espiritual.
Su pensamiento es el generador de la Ilustración y, por ende, del laicismo,
base ideológica del sistema político actual.
Más tarde, en el Renacimiento,
el gnosticismo y nominalismo toman la forma del protestantismo que consiste en
la misma negación de la Verdad y la instauración del Reino del Hombre. Lutero,
su fundador, sube en el altar de Dios y decide salvarse, esta vez a través de
la fe sola (sola fide), rechazando los instrumentos de salvación de Cristo. Aún
más, al igual que el demonio bíblico, proclama la libertad de pensamiento y el
derecho de insurrección, esta vez, contra el altar y el trono. Hundiendo sus
raíces en el Fundador del Mal, su libertad de
pensamiento es una contradicción en sí misma puesto que la impone a través de
la Inquisición protestante, anglicana, calvinista, etc., (es el nombre de las
distintas sectas que se originaron en el protestantismo).
Asimismo, es precisamente el
luteranismo el primer dogma de la Época Moderna, que abre la puerta a la
dictadura del libre pensamiento de hoy conocido como PENSAMIENTO ÚNICO.
¿QUÉ ENTENDEMOS POR PENSAMIENTO ÚNICO?
Es conocido bajo el nombre de único puesto que si las personas, a las cuales se les
ha impuesto a lo largo de los siglos, no razonan según la libertad de
pensamiento de los ideólogos que las gobiernan, van a sufrir el martirio como
en tiempos de la Inquisición Protestante o de todas las Revoluciones empezando
por la francesa. Aparte de esto, Lutero proclama el derecho de rebelión contra
el Rey y el Papa y todos los príncipes y reyes que le seguirán llegarán a ser,
a la vez, tanto jefes de estado como cabecillas de sus iglesias. Ya en el siglo
XX, el Santo Padre Pío X considera el protestantismo la herejía más peligrosa
porque engloba todas las demás herejías anteriores y posteriores a él,
refiriéndose a la Ilustración o Iluminismo. Ésta última es el apogeo del
gnosticismo, puesto que irrumpe con una fuerza aterradora, imponiéndose a
partir del siglo XVIII hasta hoy como PENSAMIENTO ÚNICO. Al igual que los gnósticos, que piensan que se
salvan a través de la gnosis o los protestantes a través de la fe sola (sola
fide), de la misma manera, los ilustrados franceses, que se autoproclaman LES PHILOSOPHES, piensan que la razón sola existe,
tomando como hijo de la Diosa Razón al Ser Supremo de la Cábala, L’ÊTRE SUPRÊME. Además,
la Ilustración, que hunde sus raíces en el gnosticismo y por lo tanto en la
arrogancia humana es el puente que separa definitivamente el hombre siervo de
Dios del hombre hecho Dios, la religión católica de la religión del hombre. Si
bien empieza como movimiento filosófico, pronto se vuelve ideológico, puesto
que proclama desde el principio su odio contra todo orden religioso y social
existente.
A nivel político, el
gnosticismo toma la forma de revolución religiosa en el caso de Lutero o de
Revolución Francesa, madre de todas las demás revoluciones llamadas liberales.
Diría un historiador francés que la Revolución es la apoteosis del hombre. Para
poder subir en el altar del Señor, el HOMBRE
tiene que descristianizar Europa y fundar sobre sus ruinas, SU SOBERANÍA. El objetivo de los revolucionarios
franceses es bastante claro desde un principio. Los documentos republicanos de
finales del siglo XVIII, en ningún momento intentan esconder su odio hacia
Cristo y hacia la religión católica.
Por ende, el presidente de la
Asamblea Nacional, Vernier, expone públicamente el objetivo de los
revolucionarios: “La Revolución es el combate de la
Razón contra los prejuicios (la fe católica), del entusiasmo sagrado de la
libertad contra el fanatismo y la superstición (la religión católica): ésta es
la Revolución que vamos a jurar en adelante” (Discourso de Vernier,
presidente del Consejo de los Quinientos, la Cámara Baja de la Asamblea, Le
Moniteur, capítulo XXIX, P. 539). Aún más, al igual que Simón el Mago, uno de
los primeros caudillos del gnosticismo, se autoproclama El Omnipotente y Ego
Omnia Dei. De la misma manera, la Revolución se autoproclama DIOSA DE LAS MASAS tal como lo expone un diputado
francés con ocasión de la fiesta que rinde culto a la SOBERANÍA
DEL PUEBLO (FÊTE DE LA SOUVERAINETÉ DU PEUPLE): “El
Pueblo es dios y ya no hay otro dios que ÉL… Para los pueblos libres y dignos
de serlo, la ley es la divinidad y la obediencia es un culto” (Moniteur,
8 octobre 1791). La Revolución es así el arma del HOMBRE
contra la Cristiandad. Empezada en Francia, la SOBERANÍA
DEL HOMBRE va imponerse en toda Europa a través de las Revoluciones
llamadas liberales en el Oeste de Europa o bolcheviques en el Este. Además, el HOMBRE hecho Dios se forja también su propia
religión, conocida bajo el nombre de PENSAMIENTO
ÚNICO basado en la negación de la VERDAD
(CRISTO).
Si bien el pensamiento único,
introducido por los dogmas antes mencionados, toma a lo largo de la historia la
forma de rebelión contra su Creador (Lucifer), gnosis (gnosticismo), sola fide
(protestantismo), razón o luz (ilustración), se podría afirmar que no es más
que un instrumento en manos del orgullo del hombre que quiere imponerse como
DIOS.
¿CÓMO LA IGLESIA LA CONDENÓ Y LA FUE COMBATIENDO A
LO LARGO DE LOS SIGLOS?
Como hemos mencionado
anteriormente, es la herejía más peligrosa a causa de su fuerza camaleónica
deslizante, que la hace cambiar de disfraz con cada época. Por lo que podríamos
decir que la condena de dicha doctrina recorre la historia de la Cristiandad.
Desde sus primeros gérmenes,
sus principios ateos y sus genealogías interminables fueron refutadas por San
Pablo en la Epístola hacia Timoteo y por el Evangelio de San Juan. Siglos más
tarde, San Ireneo y San Agustín también la combaten. Bajo la máscara del
nominalismo, la secta de los gnósticos fue refutada por el Concilio de
Compiègne (1092), el de Soisson (1121), de Sens y de Paris. Más tarde, el
Concilio de Trento impugna los aspectos ateos y liberales del protestantismo,
mientras que la Ilustración, morada dogmática del ateísmo más atroz y base del
laicismo actual, conoce un largo recorrido de condenas.
El Papa Pío VI condena la persecución
legalizada de la primera República Francesa hacia la Cristiandad y sobre todo,
el regicidio del rey mártir, Luis XVI, al igual que el genocidio de la Vendée: “La Convención Nacional ha decidido entregar el poder en
manos del pueblo. Un pueblo que no se guía según la razón o la sabiduría. Un
pueblo inconsistente y fácil de engañar. Un pueblo que encuentra infinito
placer en la sangre humana, en matanzas, masacres y castigo de moribundos.” (Causa
necis illatae Ludovico XVI). Años más tarde, en 1799, pierde su vida como
prisionero de Napoleón en Valence-sur-Rhône y es presentado por los
republicanos como “Papa Pío VI y último”.
Su sucesor, él Papa Pío VII,
en su Carta Encíclica, Ecclesiam a Jesu Christo, del 19 de septiembre de 1821,
condena la legalización de la DEIFICACIÓN DEL
HOMBRE a través de la Declaración de los Derechos Humanos. Uno de los
aspectos que más critica es el derecho de libertad religiosa que la Primera
República Francesa hasta la actual lo justifica como una necesidad para las personas
de vivir en armonía. Diríase que este fenómeno llamado “derecho”
es una paradoja si tenemos que recordar que esa libertad de religión no
era válida para el ejercicio de la religión católica, la única negada y
perseguida en tiempos de Revolución Francesa, siendo el genocidio o la
guillotina el brazo legalizado de dicha persecución. Ni menos condenadas por el
Pontífice han sido las consecuencias de dicha libertad cuyo alcance ideológico
encuentra inigualable entronque en el contexto actual, como por ejemplo, las
misas negras o satánicas que tienen como objetivo profanar y ensuciar la Pasión
del Señor o el menosprecio de los sacramentos.
Una vez desmantelado el trono
de origen divino y la aristocracia (brazo armado de la Cristiandad), al orgullo
del hombre, encarnado por la Ilustración, madre del laicismo actual, sólo le
queda como obstáculo hacia su DEIFICACIÓN SUPREMA el
altar. Y es en medio de tales tribulaciones para la religión católica, que el
Papa de la Inmaculada Concepción, Pío IX, inaugura su pontificado con la
Encíclica Quanta Cura y Syllabus de 1864. En ella condena el laicismo basado en
la supremacía absoluta de la Diosa Razón en detrimento de la fe (recordamos el
objetivo de la Revolución Francesa, mencionado por el Presidente de la Asamblea,
Vernier, que consistía en la lucha de la razón contra la fe). Pero, para
entender mejor las condenas de los Papas hacia el laicismo cabe explicar
brevemente la esencia de dicho fenómeno. Los racionalistas de la Ilustración,
al igual que el nominalismo o el humanismo renacentista, rompen la armonía
entre la fe y la razón. Más precisamente, suprimen la fe entendida como la
capacidad que Dios ha añadido a nuestra razón limitada o natural para entender
las Verdades reveladas y se quedan sólo con la razón humana o inteligencia, que
es limitada y que sólo entiende verdades acordes a su entendimiento. Dichas
verdades humanas naturales forjadas por los dogmas heréticos a lo largo de los
siglos y englobadas, de alguna manera, en el PENSAMIENTO
ÚNICO actual se oponen a la VERDAD
(Cristo). Y es así como se explica el ataque incesante a la religión católica y
especialmente a la fe, puesto que, al suprimir la fe, suprimimos la VERDAD (que se nos revela a través de la fe).
Además, el Sumo Pontífice recuerda que la Razón o el PENSAMIENTO
ÚNICO tiene como intención suprimir la TRADICIÓN
de la Iglesia, puesto que es ella la encargada de transmitir la VERDAD.
Estas condenas tienen no pocos
puntos en común con las de León XIII, el Santo Padre Pío X o Pío XI y Pío XII.
Todas ellas impugnan la ideología modernista, que se ha ido forjando a lo largo
de los siglos y que hunde sus raíces en aquella arrogancia desenfrenada del
Príncipe de las Tinieblas, que quiere ser DIOS.
¿QUÉ FORMAS TIENE EL GNOSTICISMO EN LA ACTUALIDAD?
Quitándole la máscara del
nominalismo, del protestantismo, de la Ilustración, de la ideología
revolucionaria, del modernismo y, por lo tanto, del PENSAMIENTO
ÚNICO, el gnosticismo diría:
Soy la proclamación del libre pensamiento, soy el derecho de
insurrección contra el altar y el trono, soy la “virtuosa”
guillotina que decapita todo aquel que lleve el nombre de aristócrata o
religioso; yo soy la revolución liberal y bolchevique, por lo tanto soy el odio
hacia todo orden que tenga su origen en Cristo; soy la proclamación de los
derechos humanos contra los derechos divinos; soy la confiscación de la
propiedad privada y el enriquecimiento de burgueses y sectas revolucionarias;
soy la República que transforma un país de propietarios en una dictadura
proletaria; yo soy los impuestos progresivos que el pueblo tiene la obligación
de pagar a la Diosa República.
Javier Navascués Pérez
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