Con motivo del
fallecimiento de mi madre, va
para cinco años, conté en este blog su devoción
tan enorme al Corazón de Jesús. Precisamente en el día del Corazón de
Jesús Él se la quiso llevar.
Ando preparando algunas cosas de cara a este próximo mes de junio, mes del
Corazón de Jesús, y especialmenten este año en el que conmemoramos el
centenario de la consagración de España al Corazón de Jesús llevada a cabo por
el rey Alfonso XIII el 30 de mayo de 1919. Hablando con gente de la parroquia de lo que era esta devoción y muy
especialmente la de los nueve primeros viernes, me dicen que qué es eso, que no tienen mucha idea de eso del Sagrado
Corazón y eso de los nueve primeros viernes ni suena.
Menuda era mi señora madre. De fe recia, firme, de pocas tonterías y preocupada por la fe sus
hijos. Recuerdo que hice mi primera comunión un mes de mayo, dejemos el año. La costumbre de mi madre era llevarnos,
después de la comunión, una semana enterita a misa para que nos acostumbráremos
a la comunión frecuente, y después que hiciéramos los nueve primeros viernes.
Se sabía a las mil maravillas la promesa del Corazón de Jesús a santa Margarita
María de Alacoque: “Yo te prometo, en el exceso de
la misericordia de mi Corazón, que mi
amor omnipotente concederá a todos los que comulguen los primeros viernes de
mes, durante nueve meses consecutivos, la gracia de la penitencia final, y que
no morirán en mi desgracia, ni sin recibir los Santos Sacramentos,
asegurándoles mi asistencia en la hora postrera.” Así que,
confiada en la promesa, nos aseguraba la salvación. Por supuesto a misa un
domingo no se faltaba. Es que no había ni posibilidad del más mínimo
cuestionamiento.
Hoy, preparando cosas para
junio me acordaba de esto. Mi madre, desde su fe sencilla y profunda, tenía la
preocupación grande de la salvación de los suyos, y como era muy devota del
Corazón de Jesús no tuvo dudas: los
nueve primeros viernes y garantizada la vida eterna.
Nos equivocamos en las
parroquias, yo el primero, cuando pensamos
que por dar dos, tres o siete años de catequesis para la primera comunión ya
tenemos cristianos para toda la vida. Me importa un bledo que me llamen
machista, pero si queremos cristianos
firmes, profundos y de esos que aquí lo de la fe no se toca, necesitamos
familias recias y, muy especialmente, madres de fe incombustible y abuelas, en
el mejor sentido de la palabra, de armas tomar. Hace no mucho me decía
una joven abuela que sus hijos no querían saber nada (aparentemente al menos)
de la Iglesia, pero que ella cuando se quedaba con sus nietos rezaba, los
hablaba de Dios y de la Virgen y se los llevaba a misa, y que los críos se
sabían las oraciones a la perfección. Bendita abuela.
Necesitamos explicar a las madres que su tarea
fundamental es poner a sus hijos en el cielo, y que si fallan en eso,
qué tristeza traer hijos para la perdición. Evidentemente que al niño con
treinta y cuatro años no le vas a llevar a misa, ya lo sabemos. Hay que dejar marcadas las bases antes: buena
catequesis, misa, comunión frecuente, los nueve primeros viernes y lo que haga
falta. Bendita santa Mónica, benditas madres que saben educar hijos para
el cielo.
Recuerdo esas tardes de mayo
en el pueblo. Años sesenta. Misa en
latín y unas pocas mujeres. Y la señora Alicia con su niño que acababa de hacer
la comunión para que se acostumbrara. Y desde junio, los nueve primeros viernes,
que lo importante es lo importante. Santas madres que nos supieron
educar así.
Jorge González Guadalix
No hay comentarios:
Publicar un comentario