Un juez de Guaduas
(Cundinamarca, Colombia) ordenó el pasado 15 de mayo la captura de Édgar Orlando Gaitán, un
reconocido chamán del yagé (ayahuasca), que se presentaba como líder de una
comunidad indígena, y que será
condenado por el delito de acceso carnal en persona puesta en incapacidad de
resistir.
El sentido de fallo se dio por
el abuso sexual a 3 mujeres cuando
eran menores de edad, aunque el fundador de la Fundación Carare
era sindicado del abuso de más de
50 mujeres. El monto de la condena se conocerá el 21 de noviembre. Al
parecer, Gaitán estaría en México.
Según informa El
Tiempo, el juzgado aclaró que el fallo será mixto, por lo que lo absolverá
por algunos casos de violación y lo condenará por otros. La condena se dará por
el abuso del que fueron víctimas tres mujeres.
Otro de los cuestionamientos
contra el chamán es que se
benefició de contratos de la Administración Distrital. En su momento, la
Fiscalía mencionó que Gaitán Camacho “era
conocido como El Taita y ofrecía
servicios de sanación utilizando esta especie botánica (el yagé),
con la cual hacía perder la
voluntad a las víctimas tras hacérsela ingerir para después abusar
(sexualmente) de ellas”. Su
accionar no solo se habría centrado en Cundinamarca, sino también en Antioquia
y Córdoba.
SITUACIÓN DE VULNERABILIDAD
En Vanguardia leemos
que Medicina Legal pudo establecer que las víctimas se encontraban en un estado
de vulnerabilidad debido al consumo de yagé, pero la Fiscalía determinó
que era la autoridad construida
con base en presupuestos falsos lo que hacía posible los abusos. Muchas
de las víctimas no comprendían lo que estaba pasando y, por otro lado,
también le tenían miedo,
pues se convertía en un personaje cercano a sus familias.
Así mismo, peritos expertos en chamanismo y lenguas pusieron en duda las
capacidades de Orlando para realizar ceremonias de curación ancestrales, aunque su defensa agrega que
su mamá es de origen indígena.
Las víctimas esperan que la
fiscal Andrea del Pilar Zárate Flórez, jueza del Juzgado Promiscuo del Circuito
de Guaduas, lo condene por el delito de acceso carnal violento en persona en
incapacidad de resistir que otorga entre
12 y 20 años de prisión.
ASÍ SURGIERON LAS DENUNCIAS
Orlando Gaitán es un
autodenominado “médico
indígena” que está inmerso en
una ampliación de su fundación
hacia Europa. En Colombia tiene un grupo de fieles seguidores que poco a
poco han ido denunciando todo tipo de irregularidades y abusos, según explica
Juan José Jaramillo Arango en Las 2 Orillas.
Sobre la carretera entre
Bogotá y Villeta hay un letrero que promociona la toma de yagé (ayahuasca). Es la entrada de la finca
El Sol Naciente, un complejo que intenta emular los quioscos de los indígenas
del Amazonas y donde se pueden hacer, casi de manera recreacional, tomas de
yagé. Cuestan $60.000 pesos (alrededor de 16 euros).
Los caminos de piedra
encauzados en bloques de cemento llevan a un recinto cerrado, oscuro. Lo que
sucede allá se queda allá. Hasta que 9 mujeres decidieron denunciar que fueron violadas en ese salón.
Ante la Fiscalía, ellas 9 y de
manera independiente dieron sus testimonios. Todos eran similares. Un discurso sobre renovación del alma, sobre
la fraternidad y la limpieza espiritual, luego una copa de cerámica
labrada con un líquido verde que rotaba de mano en mano. Un mareo. Un mareo impresionante. Alucinaciones.
Jaguares, panteras, aves amazónicas.
Y al siguiente día la realidad.
Los carros de la vía entre Bogotá y Villeta. Un mareo distinto. Y en las 9
la sensación física de abuso
sexual. Dos de ellas eran menores de edad cuando sucedió, y acudían a la
finca porque sus padres eran miembros de la asociación durante más de 15 años
y las llevaban todos los fines de
semana a los retiros.
GURÚ EN LA CALLE Y EN LA CÁRCEL
Ellas formaban parte de una comunidad de fieles de cerca de 500
personas que siguen a Orlando Gaitán Camacho, el dueño de El Sol Naciente –una de las tres
sedes en Colombia además de la de Medellín y Villavicencio–. Él, el líder
indiscutido de este grupo espiritual y al que las mujeres denunciantes se
refieren como una secta, hoy está desaparecido de la esfera pública.
Ahora ya se ha fallado en
Colombia el caso por el abuso sexual en persona puesta en incapacidad de
resistir. O sea, por abusar de
ellas durante la toma de yagé, pero ellas han contado que también abusó de ellas fuera de las
ceremonias.
El autodenominado taita ya
estuvo preso por este delito en la cárcel de Guaduas. Pero lejos de ser una
época traumática, Orlando logró
amoldar la cárcel a su antojo. En el pueblo todo el mundo sabe de
los rituales que hacía
adentro. Danzaba. Los seguidores de la comunidad Carare comenzaron a ayudar a
los otros presos: les traían comida y les compraban
las artesanías. Poco a poco Orlando comenzó a mandar dentro del penal.
Después de un año, y por vencimiento de términos, en 2016 salió libre.
UN MOVIMIENTO CRECIENTE
Pero ni siquiera en esos
tiempos su emporio dejó de crecer. Su centro de atención cerca al estadio El
Campín, en pleno corazón de Bogotá, seguía recibiendo a lo más distinguido y alternativo de la élite
capitalina. Cobraba duro. Y siguió recibiendo a indígenas desplazados
para darles comida, albergue, y a los que estaban en peor situación, los
enviaba a la finca para darles acogida. A ellos lo trataba gratis. Poco a
poco se convirtió en adalid de
algunos líderes indígenas.
Según él, y según algunos
académicos que lo entrevistaron, Orlando Gaitán es de la etnia carare. Él se hace llamar “el
último carare”, el heredero de
una cosmogonía que oficialmente se extinguió en el siglo XIX. Este pueblo,
oriundo de lo que hoy se conoce como Cimitarra, en Santander, es casi un mito
en Colombia: anécdotas de exploradores de la Conquista y la Colonización marcan
sus puntos más claros. De ahí en adelante la historia es más bien gris.
Durante más de cien años no
existió ninguna persona que mantuviera viva la cultura de los carare. Se perdió
la cosmología, se perdieron las tradiciones, se perdió la lengua. Hasta que
apareció Orlando Gaitán que con sus cantos logró revivir un dialecto olvidado.
Pero hoy su emporio de naipes
puede caer. Un estudio de la Universidad Nacional demostró que lo que dice Orlando en sus cánticos
ancestrales es una unión de sílabas sin sentido. Científicamente
comprobado. Y así las mentiras se van cayendo.
El desconocimiento de su
reclamo étnico es tal que, cuando entes de investigación han preguntado en el
Ministerio del Interior si hay algún registro de los carare, la respuesta ha
sido ambigua: remitirse a una tesis de Jhohanna
Amaya Panche, una investigadora de la Universidad Javeriana de Bogotá y que es
una de sus cuatro ex esposas. El supuesto taita tiene,
reconocidos, tres hijos con tres
mujeres distintas que han sido seguidoras de su comunidad.
INFLUENCIA Y RECONOCIMIENTO DEL GURÚ
Orlando se presenta como el ganador del premio
Derecho a la Vida, el nobel de paz alternativo, pero una carta oficial
de dicho instituto dejó claro que nunca
lo premiaron a él. El premio se le otorgó a la Asociación Campesinos del
Carare, o sea, a sus 2.000 miembros que fueron liderados por Josué Vargas, y
cuando este cayó asesinado, fue Orlando quien tomó el poder de la organización
y personificó el premio después de un extenso artículo de El Tiempo.
Ahí su carrera se catapultó.
Diez años después decidió ser
médico ancestral. Congregó 8 personajes alternativos de Bogotá y los
invitó a ser sus discípulos en la toma del yagé. En ese grupo inicial hubo un
médico de la clínica Marly, una filósofa, una historiadora y un arquitecto. Ese
fue el germen de Fundación Carare, una de las tantas figuras que han salido de
la firma de Orlando. Por la composición de su grupo incluso logró fundar una
IPS, Umaya Pija, que hasta el 2012 logró prestar servicios de salud en la
región.
Al cabo de cinco años la vida
de Orlando era otra. Su grupo de seguidores era de unas 200 personas para el
año 2008. Ya tenía sedes en Bogotá –que cada dos años cambiaba de edificio
entre los barrios El Polo, Nicolás de Federman, La Esmeralda, entre otros–
y su palabra había pasado a valer
oro.
LA ÉPOCA DORADA DE SUS RITUALES
En su finca de la Vega los
rituales eran ya varios. Pero una cosa se mantuvo igual: Orlando era la figura
central. Él era el confesador.
Frente a todos los seguidores, cada persona tenía que pararse y abrir su
interior: miedos, temores, incluso las dudas sobre el mismo proceso con
Fundación Carare.
Al final Orlando siempre decía
un discurso que, según las denunciantes de abuso sexual, estaba cargado de
culpa. Después de eso, siempre iba
la toma de yagé. Para quienes se confesaban era, por lo general, un mal
viaje.
Era su época dorada. Logró tener 500 seguidores y su
palabra valía oro: era común ver gente pagando
penas arrastrándose por el camino de piedra y cemento de la finca en La Vega.
También logró poder político.
Fue un gran contratista de Samuel Moreno con: Secretaría de Integración Social,
entre 2008 y 2009; el Jardín Botánico, en 2009; la Secretaría de Cultura, en
2010; la de Educación, entre 2008 y 2011. Fue un pulpo que trabajó desde diagnósticos de colegios hasta
asesorías de convivencia y violencia en Los Mártires.
CUANDO EMPEZÓ A SABERSE LA VERDAD
En el 2011 comenzaron a sonar las versiones de abuso
sexual. En el 2012 salieron en medios. Y le llegó el turno a Gustavo
Petro de justificar los contratos de la Malla Vial de su administración con la
Fundación Carare. Los contratos (de $20 y $80 millones) eran para sensibilizar
sobre procesos que afectaban a la comunidad. La defensa de Gustavo Petro era
que había 30.000 habitantes de Bogotá que se beneficiaron de las explicaciones
de Orlando y su equipo, pero el tema del abuso sexual se mantuvo en discreto.
Luego vino su captura, su liberación, y ahí el autoproclamado taita
desapareció. Desde entonces maneja un bajo perfil. Algunos cercanos a la
comunidad que él sigue liderando dicen que está en México. Efectivamente varios
miembros estrella de la comunidad Carare viajan cada dos o tres meses al país
azteca y se ufanan de fotos en las pirámides, en los retiros espirituales y
suben fotos de los lujosos carros –desde Corvettes hasta Mustangs– que los
recogen en el aeropuerto.
Hoy hay varios proyectos, a
voces entre sus allegados, de sus proyectos en México y Europa. Tangible está
una campaña de una empresa norteamericana, Tribe Outdoors, que vende manillas
hechas en El Sol Naciente, la finca de Villeta. Recogieron USD 16.000 con un
video grabado en la misma maloca donde las 9 mujeres han denunciado que fueron
abusadas.
OTRAS DENUNCIAS
Mientras tanto, en los
juzgados de Medellín hay al menos
tres casos de denuncias de violación contra Orlando que no se han movido.
Las sedes en Medellín, Villavicencio y La Vega siguen funcionando a tiempo
completo aceptando a visitantes que quieren probar, de un día para otro, el
yagé, o a indígenas desplazados que necesitan un lugar donde dormir.
Orlando Gaitán, sin reportar
una locación específica, mantiene
el control de sus distintas organizaciones. Hasta ahora, su finca El Sol
Naciente en La Vega ha sido el refugio secreto de los 500 seguidores que lo
defienden a capa y espada. Y todos los bogotanos curiosos han seguido parando
en La Vega tras el letrero de “Acá se toma
Yagé” para saciar su
curiosidad y Orlando Gaitán ha seguido llamándose “el
último carare”. Pero las nueve mujeres que lo acusan de violación
esperan que no sea así: “¿Cuantas más
podrán seguir cayendo?”.
Secretaría RIES
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