Esta noche he tenido un sueño
graciosísimo. Todo ocurría en un pueblo de Castilla, pero no en mi diócesis. Yo
tenía que celebrar misa en un convento de clausura. Pero, cerca de la hora de
comienzo, me doy cuenta de que estoy en otro convento del mismo pueblo, un
convento de carmelitas, un monasterio antiguo y extenso.
Además del problema del tiempo,
me doy cuenta de que estoy dentro de la clausura y busco y busco cómo salir.
Pero estoy solo y, en ese laberinto, no acabo de encontrar la salida. Además,
pensaba: “Cómo se entere la superiora, la madre
Esperanza, menudo enfado va coger. ¡Yo solo deambulando dentro de la
clausura!”.
El sueño era curioso, porque
conocía, más o menos, por donde estaba la salida, así cómo dónde estaba el otro
convento en lo alto de una cuesta. Nunca había estado en ese monasterio ni en
ese pueblo, pero tenía vagas ideas, seguridades, recuerdos, acerca de dónde
estaban las cosas.
En mi búsqueda, me topé con
alguna monja: Perdón,
perdón, me excusé saliendo de la sala.
Llegó la hora de la misa y yo todavía seguía abriendo puertas y atravesando
estancias en ese carmelo. No creo que tenga moraleja este sueño ni que
sea un aviso profético. Hay sueños que son un bombo de recuerdos que gira y del
que salen graciosas combinaciones de bolas.
P. FORTEA
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